Círculo.

Desgaste mental. Adentro del cerebro se rozan mis ideas entre sí, desordenadas, arrojadas sin ningún cuidado. El día a día las destroza. El cansancio les agrega peso, las obliga a decantar en el fondo de mí. Pasan el tiempo, se aglomeran sentimientos e ideas, explota la mente y se destruye todo lo que todavía no pude crear. Cosa de todos los días. Cíclico. Otro párrafo más de la historia. Rutina.
Abro paréntesis. Te encuentro caminando a unas cuadras de tu casa, prendo un cigarrillo, me imitás. Llegamos a tu casa, entramos, subo las escaleras atrás tuyo. Vos subís los escalones de a dos. Yo, de a uno. Entramos a tu cuarto, vos vas al baño y, antes de volver a entrar y cerrar la puerta, sacás un clavo del picaporte para que nadie pueda abrirla desde afuera. Yo te espero sentada en la cama, ya sin zapatillas y habiendo dejado la mochila azul tirada en la alfombra. Te sentás al lado mío, me das un beso en el hombro, se rozan nuestras manos. Me recuesto, hablamos, reímos, hacemos el amor, reímos de nuevo. Y seguramente también hacemos el amor otro par de veces. Me siento feliz, probablemente por primera vez en el día. Hacemos planes estúpidos e irreales, soñamos como si fuéramos nenes que no conocen todavía el mundo en el que viven. La juventud nos arrolla con su vorágine de ideas, pesadillas, maldades, histeria y estereotipos. Nosotros sólo nos quejamos por un rato y volvemos a mirarnos a los ojos para darnos cuenta que ahí está todo lo que queremos, que no necesitamos aquello de afuera, aquel veneno, porque nos tenemos a nosotros, el uno al otro (sí, así de cursis). Nos reímos del mundo en su cara hasta que miro el reloj y recuerdo que tengo una vida, de esas patéticas y pesadas. Salimos. Primero del cuarto, después de la casa. Caminamos hasta la parada del colectivo fumando uno o dos cigarrillos. Llega el puto bondi, te doy un par de besos, me voy. Cierro paréntesis.
Vuelvo a la rutina. Otro párrafo más de la historia. Cíclico. Cosa de todos los días. Pasa el tiempo, se aglomeran sentimientos e ideas, explota la mente y se destruye todo lo que todavía no pude crear. El cansancio me agrega peso, me obliga a decantar en el fondo de mí misma.  El día a día me destroza. Adentro de mi cerebro se rozan las ideas entre sí, desordenadas, arrojadas sin ningún cuidado. Desgaste mental. 
Mi vida se convirtió de repente en una película de estilo francés: lenta, musical, sumida en la cultura, la pseudointelectualidad y el arte pero con un toque de nerviosismo, de estrés y ansiedad, aunque sin esa cantidad exagerada de cigarrillos que fuman ellos, los franceses. Y absolutamente sin nada de moda u objetos vintage
El tiempo me pisa los talones por primera vez en mi vida. Es metafórico: me refiero a que los cambios son ahora. Si no hay cambios, hay suicidio. Otra vez vuelvo a la película francesa: adolescente perdidamente enamorada pierde el rumbo de su vida en un abrir y cerrar de ojos, se vuelve depresiva, opta por revelarse contra su propio mundo. ¿Cómo termina esto? ¿Pierde la guerra, acaba con su vida de una forma romántica pegándose un tiro en Venecia? ¿O gana la guerra y es feliz hasta que encuentra otro motivo para sumirse en la depresión, la angustia, la tristeza, la victimización constante de su propia persona ante el mundo de una forma ya casi patética, absurda e irremediablemente fatalista?

Finito y escritura automática.

Mi mente se pone a jugar. Yo ya no soy yo, esa yo que piensa y habla y dice, informa, reta, conjura, promete y llora. Se calla por un momento mi interior. Me fundo con el exterior, con la naturaleza, con el aire, la tierra y la piedra y el fuego. Soy temperatura, energía, movimiento o suspiro. No tengo ni masa ni peso, me lleva el viento, soy un desafío, un juramento, una palabra de amor, la nota de una canción. Subí y bajé sin que haya ni arriba ni abajo ni norte ni sur y exploté, me hice mil pedazos, me volví a unir pero de diferente forma, me convertí, me transformé.
Momentos de la vida, vida en serio. No, justo "en serio" no, porque hay de todo menos seriedad. Son momentos de conexión entre mi alma y mi cuerpo, entre mi vida y mis sueños. Ese calor que me llena el pecho, el humo envolviéndome, los ojos que se caen como el sol al atardecer. Y la mente libre, libre y desnuda, callada, pensante, amiga, ayuda. Momentos de descubrir que el mundo es grande, obseno, especial, diverso; que el suelo y el viento son para vos y para tu destino único, utópico, insoñado; y que vas a amar, vas a amar, vas a amar. 
En mi mente nunca hay silencio (como en el bosque). Así como las luciérnagas están entre los árboles, los pensamientos están en mi cabeza. Sean animales o ideas, están acá o allá, listos para atacar. No me dejan dormir pero yo duermo igual porque no me importa que estén acechando todo el tiempo, voy a hacer lo que quiero y si no quiero no escucho, si no quiero no te escucho y si no te escucho no tengo miedo, no te hago caso, nena caprichosa, vivo como quiero, porque quiero, amo, siento. Estoy llegando al clímax, al orgasmo de la palabra, suave, fuerte, sutil, hermoso, penetrante, doloroso, amor, agua, fuego, otra vez empapada en belleza y otra vez el cielo, otra vez sus colores son tuyos y te envuelven, te ciegan, te elevan y te llevan. Y te fuiste, estás volando y ahora sos superior a todo lo que está pasando acá, sos todo, sos un montón de cosas. Sos vos y estás ciego de amor por el mundo que te rodea, no por el mundo de afuera, el que te ataca embrutecido. Ese mundo pequeño, tuyo, en el que te extasiaste hoy y cada vez que esa sustancia te recorrió desde el tórax hasta las puntas de los pies. Ese es tu mundo, el que te importa, el que amás y en el que querés vivir.
Pero para apreciarlo, a veces tenés que salir.

II

enredada en la dureza de tu vaho
vehemente la piedra en tu cara
olfatear delicias entre las rodillas
mecerse en el lecho del cuerpo ajeno

ahí morir
no sentir más
improvisto de detalles
mundo superfluo quisiera acabar
con vos
con el mundo superfluo

esperar recompensas de los días y las noches
y que vengan
pasen por mi cara de fragmento recortado de una historia inconclusa y sin sentido
y se vayan
así, sin más, escapando del minuto que persigue
y que el tiempo se burle de mi cara de fragmento remendado con historias inconclusas sin sentido

I: El sentimiento.

de piedra no el corazón
sino la cabeza
porque con él no piensa
con ella siente

el sentimiento es otro pensamiento más
pura la desgracia en la que emerge
aunque espontáneo
aunque emoción
aunque descontrol
es imaginación

es desgracia que emerge

Disputa.

Amar:
Inteligentemente pero con locura.
Con la ferocidad de la que es capaz el corazón cuando recién descubre lo que es amar.
Con la intensidad del mejor de los orgasmos y con la paz de los movimientos un sauce cuando el viento tranquilo de abril hace bailar sus débiles ramas con suavidad.

La pasión, si no se saca de adentro, no es pasión: es miedo. Guardar, acumular, coleccionar deseos, gustos y amor son actos dignos de cobardes, de personas que no dan rienda suelta a sus sentimientos. Toda pasión reprimida converge en el temor. Sentir requiere cierto grado de valentía porque lo efímero de las emociones hace que la desconfianza aparezca, acechante, lista para plantear dudas que inmovilizan el accionar y el sentir humano. La duda es la maleza del sentimiento. Sin embargo, es la semilla del pensamiento. Este carácter contradictorio confluye en una disputa que detiene el fluir emocional, simplemente porque hace que uno comience a pensar acerca de lo que siente. Racionalizar lo espontáneo inevitablemente nos lleva al camino de la espera. El sentimiento y el pensamiento tienen dos tiempos diferentes dentro del tiempo de nuestra mente. El primero fluye al igual que nuestra vida: el sentir es espontáneo y contemporáneo a lo que nos sucede. En cambio, por lo menos para mí, el pensamiento se da anacrónicamente: los momentos de análisis construyen un paréntesis a nuestro al rededor. Por más de que el planeta siga girando, el que logra la completa abstracción a la hora de reflexionar podrá comprobar que las cosas no suceden ni cambian su curso mientras estamos pensando. Es por esto que el uso de expresiones tales como "se detuvo a pensar" o "a reflexionar" o "a observar" son tan comunes. Por el contrario, nadie se detiene a amar, ni a reír, ni a perdonar porque esas cosas nacen y se dan. Emergen desde nuestro interior casi sin control, hacia la superficie que tiene contacto con el mundo externo. Sólo nosotros mismos, en un momento de racionalidad, podemos detener el florecimiento. La represión es el acto de sostener los sentimientos en nuestro tórax (la cárcel corporal metafórica del ser humano). Pero no hay represión que mate. De hecho, ella alimenta la pasión. Y la pasión, alimenta el sentimiento.
Se reprime por miedo. La represión genera más inseguridades, que destruyen cada pulsión emocional. Estas pulsiones son las que nos llevan a la acción, a la decisión o al pánico. Y el pánico paraliza. La parálisis deja espacios en blanco. Los espacios en blanco son vacíos. Los vacíos, principalmente los del alma, provocan inseguridades. Y aquí vamos de nuevo: la inseguridad nos reduce a pensar qué haremos con nuestros sentimientos. Y cuando uno piensa en lo que siente no lo deja salir, única y exclusivamente por cobardía.

Reducir a palabras lo irreducible del alma.

De nuevo aferrarse a un libro para escapar de una realidad abrumadora, de una vida ultrajada con estupideces y sentimientos superfluos de un mundo que no entiende nada. Otra vez una depresión hunde a alguien, una muerte seca un alma, un amor no correspondido quiebra a una persona. Ocurre todos los días, al igual que caperucita vuelve a visitar a su abuela cada vez que alguien repasa su historia.
Cada libro, cada poesía, cada palabra escrita es un círculo vicioso, un ciclo infinito de una misma historia que se vuelve a repetir una y otra vez, pero de diferentes formas, dependiendo de la imaginación de quien lo lee. Así, el indómito círculo se vuelve red, se transforma y se expande, como un árbol. Pero más allá de cómo se construyan y se destruyan las historias en nuestras cabezas, las raíces siempre serán las mismas, casi como nuestros problemas de la vida cotidiana.

Escritura automática I

Encarar las relaciones cada vez con más antipatía parece ser una condición fundamental para mi desarrollo vital. Encarar, sí. Pero dejando un espacio entre cara y cara. Más bien sería bracear o algo así, con alguna extremidad, con algo de distancia, no con la cara; por eso está mal decir que encaro. No encaro nada, quizás me perfilo, pero no encaro. Encarar es de gente segura. Yo, en estos casos, no tengo idea de nada. En la vida yo sí que encaro. En cambio, en las relaciones, me perfilo. Miro desde un micropunto perdido en el cosmos. Miro el horizonte (horizontal, vertical, zigzagueante, verde, violeta, naranja, no, todo azul, veo azul) y veo que todo parece lindo entonces miro y veo, ya lo dije, lo repito porque no sé qué más decir, porque no hago más nada. Soy una espectadora. Mientras tanto la vida transcurre, el tiempo transcurre, vos transcurrís y decidís y hacés y deshacés porque sos libre, sos libre de hacer y decir y crear y construir cuanto se te ocurra acá, en mi Universo, porque yo soy así y me dejo llevar, quizás demasiado ciegamente (paradójico, porque ya dije que lo único que hago es mirar) y a veces camino, camino derecho y vos cavaste pozos, me hiciste una fosa enorme y yo no la veo, porque miro para adelante, pero demasiado adelante, miro (si es que es posible) con la punta de mi nariz, no con los ojos como todos ustedes. Yo no veo lo cercano, no veo el piso, mi mirada está allá: en el cielo, en el futuro quizás, en lo macroscópico, lo gigante, la inmensidad del ser, del espacio, del tiempo, de lo que soy y lo que fui y lo que seré y no. No veo que planeaste todo lo que pasó a mi alrededor. Perdón, no lo veo. Es que me pienso que todos son como yo y que estamos mirando para arriba y que todo pasa y nos pasa. Pero no, vos construiste y derribaste a mi alrededor y yo pensé que eso era "el transcurso". No distingo entre el curso natural y el curso creado ¿Hay curso natural? En estos casos quiero creer que sí porque yo me siento un cuerpo inerte que flota en él, que no sabe, que no decide. Me imagino este transcurso como un espacio infinito, de agua o de aire, como un río, pero infinito y de aire o quizás de agua en el que floto por el aire o tal vez en agua y todo es azulvioleta, ese color que me gusta tanto, que mezcla la noche con la profundidad y que yo siento que es el color de la mente cuando piensa. Entonces decía: me imagino el espacio azulvioleta indefinido e infinito y un aura a mi alrededor, como un campo magnético o como las ondas sonoras, expandiéndose desde mí hacia la nada misma o hacia el todo mismo, no sé, eso no lo sé. Y yo, vagando, flotando, y todo lo que pasa y todos los que pasan y todo, todo, convertido en órbitas y orbitales, girando a mi alrededor, cambiando repentinamente mi rumo, interponiendo o facilitando mi camino, depende. Son los otros los que me deciden, yo no entiendo nada. Y si tengo los ojos cerrados veo mejor, y no hablo, no opino porque no entiendo, yo floto, f-l-o-t-o. Nada más. Pueden hacer conmigo lo que quieran. Así siento mis relaciones, con poquísima congruencia, sin entendimiento lógico, con mucha imaginación, colores y libertad.

Objetivo.

desestructurar las estructuras primordiales del círculo correlativo de la vida
(pésimo
asqueroso
hundido tan al fondo que se hace pantano y luego muerte)


Vivir estallando, creando, sintiendo. Con el orgasmo a flor de piel, el grito salido del pecho, los demonios peleando en la garganta, la sangre hirviendo. Vivir con pasión, desde siempre y hasta el fin de los días. Porque perder la pasión es empezar a morir. Y porque un beso no se le niega a nadie.

Retorcerse y liberarse.

Contorsionás los músculos y no entendés por qué hay partes de tu cuerpo con las que nunca sentís. Y pensás si con el alma pasará igual.
De tan poco uso habrá alguna parte de tu cerebro adormecida, habrá algún músculo atrofiado, habrá alguna neurona quemada, habrá tiempo desperdiciado, habrá nervios sin explotar, habrá placer que no supo ser.
Habrá de todo, ¿habrá tiempo para descubrir lo que aún no hemos descubierto?

El violeta oscuro cubrirá como una bella sombra, como un manto de eternidad, toda la luz blanca del mundo ficticio. Vos te vas a estar bañando en letras.
En ese momento, hundido, fluyendo, te vas a dar cuenta que la profundidad es más profunda de lo que pensaste siempre. Te vas a percatar de que no hay estructuras, ni fórmulas para las cosas que hacemos, sentimos y padecemos día a día. Las teorías, los supuestos, los ideales y los estandartes son inaplicables en la vida real. No se los encuentra en ningún lado ni se los van a encontrar nunca.
Te vas a dar cuenta que cada uno ve como quiere, entiende lo que quiere y sabe lo que aprende por sí mismo. Vas a entender que todos saben hablar, saben poner en palabras perfectas la forma perfecta de ser y de estar, pero que nadie, absolutamente nadie, pudo alguna vez poner en práctica al pie de la letra todo lo que dijo.
Y entonces, solo entonces, sabiendo que no hay que encajar la vida en ninguna estructura y que no hay una forma esencial y única de hacer las cosas, vas a ser capaz de ejercer tu libertad. No estoy diciendo que vas a ser libre. No. Estoy diciendo que vas a ser capaz de intentarlo. 

Rock fuerte II

Hoy estamos más vivas que nunca. Hoy sentimos la sangre galopando en nuestras venas, sentimos esa presión en el pecho pidiendo un poco más de humo y sentimos las cosquillas en las partes más lindas del cuerpo. 
Queremos rebotar, entrar y salir, gritar. Queremos agitarnos más, quedarnos sin aire para robárselo a otro y amar. Amar la vida, amar el placer de los ojos entrecerrados y la risa espontánea. Amar la violencia específica del sexo y la sensualidad de arrancarse la ropa y morderse. Amar hasta desangrarse. Amar porque no importa nada más que la pasión de sentir, de disfrutar, de borbotar ganas, felicidad y sentimiento.
Hoy estallamos. Hoy nos dimos cuenta que somos seres llenos de poder, de fuerza, listos para destruir y volver a crear. Queremos decaer y repuntar una y mil veces, queremos aprender. Somos insaciables, necesitamos más y más, todo el tiempo y a toda hora. Somos adictas. Adictas a todo aquello que conlleve fulgor, voracidad, elevación.
Nos gusta despedirnos de la tierra de vez en cuando, subirnos a una nube o a otro cuerpo y empezar a disfrutar de la abstracción. No sabemos lo que hacemos y sin embargo no nos arrepentimos de nada. La corriente nos arrastra cada vez con más violencia, pero se siente tan bien que creemos ser incapaces de aferrarnos a algo para no seguir naufragando. Al fin y al cabo, ¿qué tiene de malo vagar de por vida? Todo el que puso el ancla en algún lado se terminó arrepintiendo y se volvió al mar para dejarse morir. Nosotras no somos así. En algún momento entendimos que nadie es eterno y que cualquier camino te lleva a la muerte, así que mejor disfrutar estos días, vivir, sentir, volar,
amar.

Y no desperdiciar ni un segundo en algo que no valga la pena.

Metamorfosis.

No se trata de crecer ni de envejecer. No se trata de metas ni de puntos finales. Se trata de aprender. Se trata del camino, del recorrido, de alcanzar.
El tiempo sólo existe en la mente de uno mismo. Yo lo erradico de mi mente porque no quiero medirme en años, meses, días, horas, minutos y segundos. Quiero medirme en recuerdos, en libros leídos, en cosas aprendidas. Quiero que crezca mi visión, que se amplíen mis pensamientos y que aumenten mis conocimientos. El tiempo en sí no significa nada para mí. No necesito edad, no quiero tenerla porque no creo en ella. ¿De qué vale haber vivido cincuenta años sin conocerse nunca a uno mismo, si no se esparce uno por el mundo y si no aprende ni acumula? Se puede ser un viejo pequeño, porque la grandeza, creo yo, se mide en la cantidad de cosas descubiertas, no en los días que llevamos respirando. Respirar ni si quiera se acerca a lo que realmente es existir. 
De hecho, no creo que exista la vejez. O, por lo menos, no aquella que es sinónimo de decantación. Yo creo en la transformación. Porque no se trata de envejecer, sino de evolucionar.
La superadora necesidad de ser amado que tiene el ser humano es patética. Es egoísta. Es puntualmente la condición que nos separa del amor, del de verdad. Porque de tanto necesitar -conscientes o no- empezamos a buscar y a intentar convencernos de sentimientos que nunca surgieron de nosotros mismos. Aparecen de la nada, de cualquier lado: de una idea, de una frustración, de una sonrisa. De cualquier estupidez surge un amor de mentira. Y no somos capaces de pensar ni un segundo en qué hacemos ni a dónde vamos ni qué queremos. Dejarse llevar es cosa de gente segura, no de oportunistas, porque el amor no es cosa de oportunidades, sino de sentimientos. 

caca

Y su peor error era que pensaba que necesitaba a alguien que la salve, que la saque del mar en que, según ella decía, se encontraba desde que la dejaron sola por primera vez.


Comodidad.

Vórtice. Como siempre.
Sube, baja, nauseas, temblor.
Respira.
Escribe:

Tengo la sensación de que nadie lucha por lo que le crece en el pecho, por lo que le brota bien desde el alma. Siempre es más el miedo, la inseguridad, la comodidad de quedarse dónde está uno parado, a pesar de que haya ciertas cosas que no gusten, que molesten. Es más fácil resistir. Es más fácil esperar. Es más fácil pedir tiempo que ponerse a actuar. 
Las personas nos frustramos de antemano. Nadie se arriesga a dar el primer paso hacia lo diferente. Es por eso que estamos todos, más o menos, en el mismo lugar. Y, aunque algunos un poco más cómodos que otros, todos terminamos por aceptar lo que no nos gusta, que al fin y al cabo, nosotros mismos nos lo estamos imponiendo.

Sólo sé que no sé nada.


Sorbo otro trago de té. Me ahondo en mis pensamientos. El hecho de no entender nada me está matando. Veo árboles de ramas enredadas entre sí, pocas hojas, un desorden simétrico de extremidades, mucha copa, poco tronco. Veo caminos de piedras, catorce entradas (las conté), como en los cuentos de Borges. Se convierten en laberintos, dan vueltas, se enroscan. Y otra vez el orden simétrico. Parece que alguien se hubiera empeñado en que las cosas estén así: desordenadas con un propósito meramente estético. Ordinem in chaos.
¿Yo me empeñé en que mi vida esté desordenada? ¿Yo busqué esto? ¿Me lo hice yo? ¿En serio? ¿A mí misma? ¿Por qué? ¿Porque me gusta ser la víctima o porque me gusta sufrir o porque qué? ¿Cuál es la explicación? Basta. Exploto. Exploto, me está matando, voy a explotar en mil pedacitos y esos pedacitos se van a convertir en cenizas y las cenizas serán arrojadas al mar. Mar de dudas, mar de llanto, mar en el que nadaré toda la vida para intentar morir en una orilla. Orilla desierta, confusa, solitaria. Ahí voy a morir. Voy a vivir mi vida luchando contra mí misma para terminar muriendo sola y divorciada de mi propia persona.

Ideal.

(sos como mi gato:
yo quiero creer que amás
pero como no decís nada
quizás solo estés acá en busca de calor)

Lo efímero de tu persona, la inconsistencia de tu habla, tu fugacidad y tu palabrería vana me hacen confundirte. Perdí ya la noción de tu cuerpo. No sé qué sos. No sé si estás formado por carne y por hueso o si sólo pertenecés a un mundo onírico. A decir verdad, nunca nadie te vio como te vi yo. Apenas algunas personas (que están profundamente conectadas conmigo) vieron un esbozo tuyo. Por lo tanto, no puedo descartar la idea de que seas parte de mi imaginación: una encarnación de todas las reacciones, los sentimientos despertados, la infancia, los recuerdos, los saberes,  la piel y la energía que imaginé en un ser ideal. 
Sin embargo, sos una creación tan ideal que rompiste con mi concepto de perfección. Yo buscaba calor, cariño momentáneo, de ese que sirve para amedrentar el peso que la espalda acumula durante la semana y para ahuyentar un rato algunos fantasmas del pasado. Después del ritual de conexión, después de la descarga a tierra y de haber formado un nexo sin emitir palabra alguna, quería que cada uno prosiga con su vida, con su rutina, con sus mundos separados. Para mí, perfecto era dormir con vos una vez por semana.
Pero ya no me basta. Ya no me basta juntarme una vez cada tanto a colisionar nuestros mundos diferentes. No me basta sentirte de a partes. Necesito la risa, la imaginación, la conversación, el té y las galletitas, tus frazadas, tus manos. Necesito elegir películas malas para que nos distraigamos en el medio y terminemos haciendo cualquier cosa. Necesito que te enojes cuando prendo un cigarrillo, que me hagas pensar todo el tiempo, que no dejes mi juicio en paz y que me cuestiones todo. Poneme nerviosa, haceme reír, volveme a abrazar.
Te detesto. Porque ahora que no tengo anclas ni cadenas, ahora que tengo a alguien sólo los fines de semana, ahora que tengo lo que siempre quise, ahora que no hay compromisos, me doy cuenta de lo que significa realmente enamorarse.
Y te odio de una forma particular e infundada. Como sos una creación mía, como saliste de mí y como siento (no pienso, no razono) que la culpa de todo la tenés vos, te odio. Pero, después de todo, si yo te creé, si yo te imaginé o te soñé, entonces qué más me queda que odiarme a mí misma por haberte inventado. Porque, al fin y al cabo, eso es lo que hacemos todos ¿no? Idealizamos personas para poder enamorarnos de ellas.

Y no habrá más remedio.

Sabrás salir de mi pecho con fuerza prepotente. Yo te tengo guardado, adentro, oculto. Mis costillas saben ser rejas para todo lo que quiero, lo que deseo, lo que amo. Todo está junto, encerrado, amontonado y unido. Pero vos sabrás abrirte paso entre mi garganta o mi vientre, irás descorriendo todos los velos oscuros que me puse por adentro para tapar angustias, le harás ver la luz a todo lo que estuve escondiendo de mí misma y mi tórax será una caja de recuerdos y no un baúl lleno de basura. Vos, vos sabrás ser esa fuerza que necesitaba para sacar todo, para despedirme de todo lo que hay en mí, para no olvidar pero para superar. 
Sabrás ser lo que quise ser yo, lo que quiero que me complete, lo que sos. Sabrás escalarme desde mis raíces hasta mis galaxias y entenderás (sabrás entender) que no queda otra opción que hacerte cargo de mí, ser mi camino, mi apoyo, mi mitad. 
Sabrás abrirte en dos como supe hacerlo yo, dejarás tu coraza de lado como me obligaste a mí, sin querer o queriendo, todavía no sé. Y no habrá más remedio que saber ser, juntos. Porque supimos ser risa, abrazo, sexo y felicidad pero nunca supimos ser el otro. Y ahora seremos lo mismo, una fusión plena y pura de dos almas que no se buscaron nunca pero se encontraron igual, y a las cuales no les queda más remedio que amarse.

Amanda.

Con el té caliente ingresándole en el organismo y el olorcito a tostadas llenándole el alma, Amanda descubrió que la soledad le hacía mejor. Seis meses. Seis meses tardó en darse cuenta. Seis largos, odiosos, tristes, amargos meses.
"Así se aprende" se dijo. Se aprende con soledad, odio, tristeza, amargura. 
Dicen que es así. Dicen que así se aprende lo que realmente vale, porque lo que se aprende "de a dos" (a querer, a compartir, a abrazar, a hablar, a besar, a amar) no sirve para nada. Sólo sirve cuando estamos con alguien. Y la mayor parte de la vida uno se la pasa solo.

Amanda era de esas que solía creerse sola hasta cuando estaba con sus amigos. Ella no se sentía en un hueco. Ella era el hueco. Era de las que se sentaban abrazando sus rodillas en algún rincón tranquilo de la fiesta, miraba para abajo, se concentraba en la música y se elevaba. Era de las que pitaban cigarrillos incansablemente, incluso cuando el humo la mareaba. Era de las que fumaban marihuana, cerraban los ojos y veían los laberintos de su mente, los recovecos de su alma. Y los pozos. 
Amanda era de ese tipo de chicas de las que no hay dos iguales. Es decir, no era de ningún tipo de chicas.

Amanda lloraba todo el tiempo pero nadie se daba cuenta. Lo hacía tan a la vista de todos, que nadie se percataba de las lágrimas zurcándole el rostro. Nadie veía su abdomen contraerse espasmódicamente. No se percataban de nada. 
Quizás pensaban que era un bostezo lo que la había hecho lagrimear, o un resfrío lo que la hacía respirar entrecortado. No les cabía la posibilidad de que una persona pudiera estar llorando, atravesando una crisis nerviosa o simplemente manifestando una fobia dos segundos después de haber estado riendo. Pero ella era así.
Amanda era invisible y le gustaba: gracias a eso podía llorar, correr, reír y gritar en cualquier lado. Muchos ojos quizás volteaban a mirarla, pero nadie realmente la podía ver, casi nadie se detenía a analizarla y, los que lo hacían, obviamente no podían comprenderla. Ella vivía en su mundo onírico, en otro estrato de la vida. La gente común diría que ella no vivía en la realidad.

Un día, Amanda creyó enamorarse. Creyó encontrar en otra persona lo que siempre había buscado, aunque no supiera exactamente qué era eso. Amanda se sintió comprendida.
Hasta que, muy de repente, se estrelló contra una pared. Se dio cuenta que, otra vez, estaba sola. Se había equivocado de nuevo, se había mentido para sentirse parte de una relación.
Entendió que las cosas no funcionaban así. Por lo menos no con ella. De hecho, las cosas no funcionaban de ninguna forma. Nunca iban a funcionar. Estar sola no era malo, no era incorrecto, no era doloroso. No tenía que pensar cómo actuar ante su soledad, no tenía que hacerse un tiempo para ella, ni tenía que hacer planes o ponerle excusas. La soledad no pedía explicaciones, no hacía escenas de celos ni arrastraba problemas suyos a la vida de Amanda. La soledad no era nada externo, nada nuevo. La soledad era mejor, era todo. Era ella misma.

Comenzó a amar su soledad de la misma forma que antes creía haber amado a ciertas personas. Pero amar su soledad era amarse a ella misma de una forma exagerada, irreal y peligrosa.
Se volcó hacia los libros, la música y las charlas internas. Se hundió en su cuarto y fingió estar bien con los demás sólo para que no la molestaran. Y se amó de todas las formas posibles.
No temió su propia muerte, pues no tenía nada que perder, no tenía nada que dejar atrás, excepto gente superficial y molesta. La idea de dejar todo atrás la fue atrapando progresivamente. En este mundo no había absolutamente nada que la complaciera del todo. No tenía seguridades de que luego de su muerte algo fuera a cambiar, pero más de una vez sintió la necesidad de probar. Pero, ¿algún día sería capaz de hacerse daño a ella misma? ¿Tendría las fuerzas, el valor y la violencia suficiente como para arrebatarse la propia vida? Porque se supone que uno no daña a quien realmente ama...

De frente manteca.

Empujame
tirame al fondo de una fosa
dejame ahí, no me busques más
no me quieras sacar
no me quieras hacer bien

Maltratame
decime con crudeza todo lo que me odiás
no me toques, no me acaricies
no me beses nunca más

Matame
desde adentro hacia afuera
dame razones para querer encerrarme
dame razones para no aferrarme
y para querer dormir abajo del agua

Desarmame
reíte de mis pensamientos
burlate de mí
convertime en una persona depresiva
no me des ni una palabra de aliento

Pero nunca jamás me mientas.


Decime la verdad
Decime una verdad que duela
que hostigue, que me acorace, que me haga llorar
que me convierta en mar y en roca
que me sede y me torture.
Te perdono todo, no me enojo
o te dejo libre, o me alejo
o te acompaño, o te ayudo

Lo que quieras
pero no me mientas.

Nudo.

Hoy escasean las palabras como suelen escasear los minutos. La noche se ha vestido de luto, se ha puesto más oscura que nunca, le ha pedido al viento que sea su cómplice y que me azote con la misma crueldad que lo hace ella cuando me arroja todo el peso de mi soledad en la espalda.
El vórtice me absorbió. De a poco me hundo en esta vorágine de aguas negras. No aguanto ni si quiera el peso de mi propio cuerpo. Ya mis pies no me quieren sostener. Mi piel se vuelve escama. Mi vida se repliega sobre sí misma una vez más.
Estallé. La coraza se rompió y lloré, dije, sentí y sufrí. Las ideas se hicieron arena y se mezclaron, decantaron, murieron. El nudo en la garganta ya no es nudo, es pantano. Vuelvo al pasado a refugiarme, aunque en este no halle ningún lugar seguro. Y me confundo con las sombras, me arrastro entre la gente, me convierto en un ente luego de haber explotado de tal forma.
La explosión está acá, todavía. Acá en mi mente. Hay una corteza evitando que salga. Toda mi energía está puesta en reconstruir las partes de lo que alguna vez fue mi historia, de la cual hoy sólo me quedan astillas, a pesar de que se sigan sumando capítulos.

Re cursi re confundida.

Te recitaría mil versos con voz áspera al oído. Así como te gusta a vos, hablándote bien cerca para que puedas sentir mi aliento en los poros. 
Sé que un suspiro en el oído es igual a arrojar una cerilla encendida en un mar de gasolina. 
Y el calor es como ese que se siente cuando te despertás con fiebre: una mezcla entre la sensación de estar sudando levemente, la temperatura del cuerpo tan elevada y, a su vez, escalofríos que te recorren todo el cuerpo. 
Y las cosquillas son la chispa del cuerpo. La caricia no es nada, lo que se siente es la cosquilla. Cuando son en la panza, es amor. Sí, sí que extraño tus manos recorriendo mi cuerpo. Sí que extraño la cosquilla en la panza (la física y la imaginaria; la cosquilla literal y la de las mariposas). Sí que extraño todo lo que me explota en la cabeza cuando te veo. Sí que es extraño.
Extraño el amor, extraño tu ser. Extraño todo lo que pasó, extraño lo que pasará. Extraño acumular, rejuntar todas nuestras vivencias y querer simplificarlas a una misma historia dual de causas y consecuencias. Extraño
quererte así, extraño extrañarte. Nosotros dos somos extraños.

Y no sé si te extraño, porque no sé si se puede. ¿Acaso es posible realmente extrañar a quien no se conoce?

Nada más.

La sublime sensación que plasma en mí el sentir la cúspide de tu dedo índice rozándome la espalda es el mayor desencadenante de todas mis emociones. 
A mí las emociones me emergen así: son un escalofrío en las vértebras, que va subiendo y me muerde la nuca. Después me acarician el pelo y me ponen a ronronear. Por último, me salen en forma de grito, risa o llanto, pero siempre me explotan en la boca y la mejor forma de plasmarlas en el mundo real es con un beso.
Que si sufro y te beso se me pasa. Que si río y te beso me completo. Que si odio y te beso, aterrizo. 
Que si amo y te beso, vuelo.
Que tenerte y no tenerte no me duele, me molesta. La paciencia es efímera. Y la mía, además, es fugaz. Sé que puedo decirte cuanto quiera, hacerte lo que se me ocurra, compartirte hasta mis pestañeos. Pero es difícil cuando las obligaciones te ponen de espaldas a todo esto y ciegan, tapan, ahogan con más y más pedidos y nos alejan del placer. 
No quiero nada más. No quiero nada más que sentir la cúspide de tu dedo índice rozándome la espalda. Con eso me alcanza para escribir mil historias.

Asco Nacional.

Me cansa que la gente gaste las palabras. 
Seré una represora, militar, nazi, lo que quieras. Pero me pudrieron. Me pudrieron, me cansaron todos los poetas del ciberespacio. Me hartaron los estados de Facebook con versitos pelotudos que se te ocurrieron en el bondi. Me chupan un huevo tus pelotudeces, por más de que sean o no una mierda -cosa que no me compete- me saca de quicio que tengan la necesidad de publicarlos, comentarlos, halagarlos y completarlos.
Me frustra que hablen del arte, de la poesía y de la literatura. Me molesta que la tomen como propia, que digan ser artistas, poetas o escritores.
A ustedes, manga de pelotudos, les digo que lo que escriben no es arte porque no causa otra cosa que no sea repulsión. Es la mediocridad de esta juventud plasmada en un estado de Facebook.

Que derrochen las palabras tan ridículamente, que crean que dos rimas estúpidas son poesía, que se piensen a sí mismos como literatura... Esas son las fieles pruebas de esta sociedad asquerosa, de una juventud que no lee pero que se hace la que escribe. 
Damos asco.

Perdón que me meta.

Me alegro por ustedes. En serio.
Cuando alguien lea esto, va a pensar que lo digo irónicamente o desde el resentimiento. Pero no, hablo con sinceridad, sin cinismo, puramente.
Me alegra que dos personas físicamente tan lindas se hayan encontrado la una con la otra. Me alegra que dos personas que no saben redactar coherentemente ni usar signos de puntuación se hayan juntado a amarse y a escribirse versitos. Me encanta que los pelotudos conozcan pelotudos y se amen entre sí, así no joden a los demás.
Porque a veces uno sale con pelotudos, porque flaquea, no se da cuenta o quizás hasta se lo hace a propósito. Yo soy experta en ese arte de equivocarse, de elegir mal, de saber que estoy haciendo todo para el orto y sin embargo patear para adelante. A los que son como yo les hablo: deben entender lo que digo. Si son de los míos, lo peor que les puede pasar es engancharse con un pelotudo de esos que aman apenas te sacás el corpiño, que te pasan canciones clichés de autores clichés con letras clichés, que las saben todas hasta que hablan con vos, que te refriegan en la cara todo lo que hacen, dicen o piensan.
Sí, soy fan de esos pelotudos. Es más, soy una adicta en rehabilitación. 
Por eso me encanta, me fascina, me alegra que estén juntos. Me hace sentir bien que dos personas que compartan esa concepción imbécil de las relaciones se relacionen (valga la redundancia) entre sí. Porque sino me los tendría que fumar yo, se los tendría que fumar él, ella, todos los fans del error. Nosotros seremos raros, tendremos problemas, todo lo que quieras. Pero con pelotudos sueltos, la vida para nosotros es más difícil: salir con un pelotudo, o mejor dicho, terminar con un pelotudo, nos mete en el círculo vicioso de "no soy bueno para las relaciones". Y de ahí, créanme, no se sale fácil. 
Estando en ese vórtice del descreimiento, solemos repetir la historia, intentando "abrir nuestro corazón", justamente, a más pelotudos. La metáfora, o mejor dicho, comparación perfecta para describir esta situación es la siguiente: Nosotros somos Saturno. Los pelotudos son anillos. Pero anillos con púas y cercos eléctricos. Cada pelotudo en nuestras vidas es un anillo más grande encarcelándonos, alejándonos de los otros planetas que, en este hipotético universo paralelo, se nos quieren acercar. Entonces con lo único que podemos seguir relacionándonos es con pelotudos-anillos feroces.
Me fui a la mierda, en fin, me encanta que se hayan conocido, que se amen, que en un mes se metan los cuernos, que ninguno se entere de lo que le hizo el otro, que sigan muchos años, se casen, tengan hijitos (que les van a salir hermosos porque ustedes dos son re lindos) y nada, ojalá que sean felices por siempre. Pero sobre todo, ojalá que estén juntos, pegaditos, ocupados por mucho mucho tiempo, así no joden a nadie.

♥Amor para todos♥

Familia.

Se cae al suelo en cámara lenta, se raspa las manos,
se parte la cabeza contra una piedra en el piso.
El aire se condensa, la aplasta y la asfixia.
Llueve, el viento la azota,
todo se convierte, todo se transforma.
De repente, un río.
De repente, flota.

Y sin rumbo se encuentra este cuerpo sin alma
vagando, salando las heridas
llorando que sí, que no, que todo, que nada
que no tiene lo que quiere pero lo tiene todo:
es que lo quiere todo.
No se puede así.
No se puede de ninguna forma,
no se puede más.

Y una masa, una fuerza
se adueña de ella,
no la deja actuar, no la deja ser.
Le pasa por nacer,
por pensar, por no creer,
por querer irse, cambiar, convertirse.

Y una voz cansada pero firme
característica de la adultez le dice
así no, nena
así no, así: como te digo yo.
Si sos diferente, no sos más.

Voy a dejar el colegio.

Iba caminando con cara de orto por la calle, no tenía de dónde escuchar música porque mi celular carece de ese tipo de funciones y mi mp3 no tenía batería. Estaba de mal humor, seguro desde antes de levantarme, desde que estaba soñando, desde que nací, desde que menstrúo, no sé. Bueno, decía entonces que iba caminando con cara de orto, venía de llevar a mi hermanito a la casa de un compañero del colegio. No quería verle la cara a ningún habitante de mi casa, pero ya estaba a una cuadra, era inminente mi regreso. Iba a entrar, decirle "hal" a mí mamá (nadie dice "hola", no jodamos. Yo emito ese sonido), agarrarle un cachete al bebé y chocarle los cinco a mi otro hermano sin detenerme ni para colgar las llaves, iba a entrar a mi cuarto, cerrar la puerta, agarrar la computadora, poner Shadows Collide With People en el segundo tema y escribir que odio el mundo, odio la vida, odio que las nubes cubran totalmente el cielo, odio que nunca me dejen ni medio plato de fideos para almorzar y odio mi colchón hundido.
Pero de repente apareció una mariposa, volando casi al ras del suelo. La miré y se elevó y cuando miré para arriba vi que el cielo estaba despejado, celeste, puro. Me dije que no tenía que seguir de mal humor, que lo que pasó a la mañana ya pasó, que tengo que dejar de quejarme por pelotudeces, etc. (lo que me digo siempre). Miré a la mariposa de nuevo, que iba a un metro del suelo pero ya no al lado mío, sino por la calle. Y pasó un auto a cien kilómetros por hora y se llevó la mariposa a la mierda. Pobrecita. Igual dicen que viven un día nada más, pero me dio pena porque verla me había puesto en positiva.
Ahí volví a ser yo: Me di cuenta que no somos más constantes que el humo. Así como el polvo se disipa con el aire, nosotros nos vamos con un auto que nos pasa por arriba. De un momento a otro dejamos de ser, de existir. No hay certezas en la vida, no sabemos lo que va a pasar, no hay leyes para nuestro destino, no somos un cálculo matemático. Somos etéreos, fugaces. 
¿Qué carajo hago desperdiciando mi vida así?

Agujero.


viento
tiempo
vórtice trigonométrico
remolino caucásico
lleno de vos
lleno de nada
lleno de palabras que no invocan
                          que no sienten
                          que no callan
¿Qué será de mí si no acudo a tu recuerdo?

La nada.
Sos todo hoy.
No hay otra cosa más allá del abismo
después de tus besos.

Esas cosas que uno no se atreve a preguntar.

¿Creés en el amor? ¿Alguna vez te enamoraste? ¿Qué es lo que más te duele de todas las cosas que te pasaron en la vida?
¿Te quisiste morir alguna vez?
¿Sos fóbico a algo? ¿Te gusta mentir? ¿Te hace sentir poderoso que otro se enamore de vos? ¿Te gusta, te sube el autoestima saber que hay alguien que te otorga su cariño? 
¿Te queda más cómodo el papel de víctima o de victimario?

Yo no creo en el amor. Creo en la acumulación: comienza con una sonrisa, una mirada, luego un roce fugaz, charlas eternas, un beso, caricias, sexo, dormir, reírse sin parar, compartir un disco o una película, un té o un viaje. Y de repente se genera una amistad con alguien que poseyó tu cuerpo, inundó tu mente y te plasmó otro panorama. Y de repente eso se llama amor porque así le puso alguien un día. Y de repente la gente se cansa, se aburre, conoce a alguien más acorde a su estado de ánimo del momento. Y de repente soledad otra vez. Pero prefiero la soledad a la mediocridad de los que están juntos por costumbre.
Yo no sé si me enamoré. No tengo idea, pero si no creo en el amor no sé si puedo creer en el enamoramiento. Sólo sé que tuve mis acumulaciones de cosas. Me dijeron que era amor. Me pintaron que era amor, pero ni idea. Yo sólo acumulé y vi cómo se terminó, de repente. Como siempre, como todo. Como yo. (Porque yo empiezo y me termino de repente. ¿Vieron que en la vida siempre una persona que viene y va, que está latente pero nunca está al lado, que está como esperando sin esperar nada? Bueno, esa fantasma en la vida de los otros soy yo).
De todo lo que me pasó en la vida lo que más me duele es que mi abuelo no esté. Y si vamos a seguir hablando de la temática "amor", lo que más me dolió fue la mentira. Cosa que no soporto, que no puedo tolerar. No se miente, no se dice lo que no se siente, no se hace mal al otro. No se hace.
Siempre me quiero morir pero también quiero resucitar. Y como morirme puedo pero resucitar no sé, nunca pruebo.
Soy fóbica al "amor". Otra vez. No le creo nada a esa palabra desvencijada. 
No me gusta mentir. "No hagas lo que no te gustaría que te hagan". Me lo enseñaron en el arenero del jardín, lo aprendí bien.
No me gusta que la gente crea que se enamoró de mí, porque siento que no sabe nada. El que se enamora de mí es porque no me conoce. El que me conoce no se enamora, y si me conoce y se enamora es un tonto que cree en el "amor". Yo ya dije que no creo en eso. Y no, no me sube la autoestima ser parte de la acumulación de otro.
Siempre me quedó mejor el papel de víctima. Soy una hija de puta no reconocida, escondo bien todos mis errores, pero resalto los de los demás para conmigo: que tengan una idea, que sepan, que se den cuenta que todo lo que piensan, hacen y dicen está mal. Yo también hago y digo mal. Todos estamos equivocados. Nadie entiende nada. Creemos que sí pero eso es parte de las mentiras que nos decimos todo el tiempo para hacernos creer que tenemos todo bajo control.

Hoy me pinta la extinción humana.

Amor.


La boluda.

Lo más gracioso de todo lo gracioso de toda esta "historia" que tenemos "juntos" es que a veces, mientras viajo en el colectivo, me imagino secuencias nuestras. Y se me escapan sonrisas absurdas y espontáneas, siempre. Te odio.
No quiero pensarte más.
(¿Vos me pensás?)

Las yó.

Perturbada emocional. Nerviosa. Soy una ameba violenta. Soy una gelatina, me quiero escabullir entre tus dedos pero no me estás agarrando, así que no puedo.

Lo que creo necesitar: (entre otras cosas) que alguien me pida que no me vaya y que me agarre. Que me lo pida firme y que no me deje ir. Y que me sostenga (esa sensación de levedad cuando dejás todo el peso de tu cuerpo en otra persona es de las cosas que más extraño). Quiero que me necesiten a mí así como yo necesito a todos.

¿Por qué necesito a todos?
Una simple sonrisa y ya te hago mi cómplice. Me gusta la gente que emana cariño sin más. Que no pregunta ni anda buscando respuestas. Yo quiero irradiar luz y sonrisas a todos, pero estoy tan rodeada de gente que parece no tener alma, que me dejo corromper por el tiempo y el espacio, por la muchedumbre, la basura, el humo gris, los edificios altos, las paredes con humedad... Empiezo a nadar en ese mar turbulento que me lleva de costa a costa: en una está la yó feliz y en la otra está la yó frustrada, la de ciudad, la que conocen todos ustedes, la que gana todas mis luchas internas por ser tan grande y tan parecida a todo lo que no me gusta.

Vos. Alma. Pena. Árbol. Llanto.

Sube. Sol. Línea. Arriba.
El cielo, la voz, la canción; el viento.
No llores, no grites. Escuchá,
que el silencio tiene mucho para decir.
No pienses, no esperes.
Mentira,
sí, pensá.
Pensá porque sino después te duele.
Todo tiene consecuencias. La consecuencia de vós es este vórtice.
La concecuencia de este vórtice va a ser otro vós.
Vos. Alma. Pena. Árbol. Llanto. Amor.
¿Amor dije?
Se acabó.

¿Algún día me vas a decir algo?
Yo te digo mi todo.

O mejor no me hables más.
                                          Siento odio.

Perdón y gracias.
                         Me voy a olvidar...
      (lo que va a pasar)                                 (lo que quiero que pase)
   De todo lo que pienso                                               De vos.
    en este momento                      
  del odio, de las ganas                    
de no verte más.                            



No sé si te estoy amando de antemano...

Pared.



Estuve a punto de subir esta foto a Facebook, ese mundo paralelo en donde todo es de todos y todos opinan sobre todos los temas. Pero de repente tuve pánico.
Me dio miedo que vean lo que yo veo cuando miro mi pared: mi personalidad.

Bajón de domingo.

Tengo una pila de dudas y una mochila cargada, pesada, inventada y ficticia. 
Me retuerzo en un espiral de avaricia. Me pierdo mirando mi ombligo, egocentrismo hipocondriaco. 
Yo necesito, él necesita, vos necesitás, yo necesito, yo necesito... ¡Nada! 
Basta de pastillas y propagandas, quiero encontrarme, quiero encontrarte, quiero mirarte sin prejuzgarte.
Basta de todo no quiero nada.

(El plan de la mariposa)

Superfluo.

¿Por qué buscar la aceptación de las masas, del contingente de personas que van y vienen, del cúmulo de seres sin espiritualidad ni emoción?
¿Por qué queremos ser parte? Si el verdadero sentimiento de totalidad se percibe únicamente con aquellas personas con las cuales se nos abre el pecho en dos, como si nuestro tórax fuese un capullo floreciendo, y se nos yergue la moral y la autoestima. Aquellas que logran sacarnos el monstruo de adentro y que no le temen, aquellas con las que se logra la fusión con el todo: el ambiente se transforma en una parte nuestra, los ecos de risas y llantos son el aire que respiramos y del cual vivimos, y los momentos se componen de la extraña y perfecta coacción de lo vivido, las memorias, los tesoros y el presente. No hay más sombras y aunque ellas estarán esperando fuera de la habitación, están tan lejanas que casi no se sienten.
¡Que nos estallen las bocas, el pecho y el vientre! ¡Que nos estalle todo lo que pensamos, sentimos y somos! ¡Que se haga trizas todo y que no podamos volver a ubicar las astillas de nuestro pasado! ¡Basta de relaciones superfluas, afines, y vamos por aquellas indómitas, hermosas, concretas, fuertes! Que no existan más las carcajadas fingidas, pero que exista esa risa que sale de adentro, de nosédónde, de cuando estamos solos y estallados. Que no me mientan, que no me hostiguen. Que se despabilen los neuróticos seres de amor, que se den cuenta que estamos hechos para la vida, y que la vida no es nada si no es con vos. Con todos. De a dos. Sintiendo que tenés un hombro esperándote, sea para lo que sea: para llorar, para recostarte y que te bese, para descansar, para sonreír, para callar. Porque sea lo que sea, amistad o no, pareja o no, vos o yo, que te estén esperando es la única solución para querer seguir. Porque, en definitiva, a nadie le gusta del todo su vida, pero si se la está compartiendo con alguien, vale la pena vivirla.

Alejandra dijo:

(sacado de contexto)

...Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.

Yo en este momento:

no estás completamente inventada
te falta algo, te falta amor


Y mientras suena esa canción, me prendo un sahumerio. Para mí, el sahumerio va a ser el cigarrillo del siglo veintidós, cuando el pucho ya haya matado a muchos y lo hagan ilegal por asesino. 
Me prendo un sahumerio y hablo con Caro que me hace reír tanto, es una genia, todos deberíamos tener una Caro cerca. Hace bien.
Le duele la espalda (a Caro). Y a mí también.
Tengo una contractura que abarca toda mi espalada y es dura como la realidad, o quizás más, como una puerta Pentágono (no exagero, tengo que empezar kinesiología pero me da paja).
¿Por qué todo me da paja? 
En dos días empiezo el colegio. Último año. Me siento grande pero en el fondo sé que soy la nena de siempre. No tengo arreglo. No me molesta seguir durmiendo abrazada a un Pikachu de trapo.
Estoy sentada como indio en la cama, con Charly García cantándome al oído, y mi gato ronroneándome en las piernas. ¿Qué mejor que esto? 
Todo. Cualquier cosa mejor que esta pocilga.
Mi cuarto me tiene harta. Es muy feo porque es la fiel expresión de mí. Y a mí se me nota mucho que estoy sola, entonces mi cuarto lo único que hace es recordármelo. Las paredes tienen dibujos y palabras pero lo único que me dicen es "estás sola". Gracias paredes, sin ustedes no lo hubiese notado.
Estoy desesperada como si tuviera cuartenta años, jajajajajajaja patético, basta.
TE AMO
ah
no, en serio, sigamos:
esta es mi cara en este momento:
y este es mi gato:
y estos son mis padrinos mágicos:
jajajajajaja las amo con toda mi alma.
Volviendo al tema (¿qué tema?), me estoy hartando de apretar la mandíbula sin darme cuenta, de no poder parar el ritmo incesante de mi pierna rebotando contra el piso, de mis dedos lastimados y con las uñas más carcomidas del planeta. Estoy harta de estar nerviosa, esquizoide. Quiero paz. Y no quiero que me la dé nadie porque después se van de repente y me sacan la paz y eso me hace peor que todo. Y me muero sin morir y me abrazo al dolor. Y lo dejo todo por esta soledad.
Soy medio víctima aunque no lo reconozca. Supongo que en el fondo duele intentar no tener emociones. Más que nada cuando tu filosofía de vida se basa en una frase que escuchaste en una canción que te voló la cabeza, que dice más o menos así: "nada hay más cierto que sentir, nadie más que yo sabrá elegir por mí". Nada, basta, me voy a callar la boca porque decir tantas cosas puede ser contraproducente.
Chau.


Un regalito:
Mi Pikachu de trapo y yo.


Nono.

Todos los días me doy un tiempo para pensar, para recordar y para volver a aprender que no somos imperecederos. Mi próximo pestañeo podría ser el último, podría nos ser un pestañeo más para convertirse en un cierre de ojos perpetuo. 
Nos vamos. Todo el tiempo, en cualquier momento. Y lo que queda es nuestro arte, lo que escribimos, lo que pintamos, lo que cantamos, todo lo que transformamos en obras y todo lo que genera alguna sensación en otra persona. Lo que vos generaste en mí fue, antes que nada, protección.
Me resulta raro estar escribiéndote de nuevo, porque hacía un tiempo que había decidido superar tu inesperada ida, pero por alguna u otra razón estoy de nuevo llorando, recordando tu caricia áspera y cálida, tu risa sublime.
Y a pesar de los años que pasaron, te extraño y me duele.
Perdón.

Amén


Ultraviolento

Lo peor que me podrían decir en la vida es "sos mi cable a tierra". Para cable a tierra, poné un noticiero.
Yo quiero ser la puerta a otra galaxia, quiero que después de atravesarme te vuelvas universal, gigante, te suspendas en el aire y no camines más. 
Quiero ser eso para alguien porque quiero que alguien sea eso para mí. Mutuo. Recíproco. Cíclico. Armónico.

Violento.

La armonía y la violencia no son antónimos. Pueden relacionarse simbióticamente, o por lo menos así sucede adentro mío. Mi armonía se alcanza con la dosis justa de violencia: siempre me es necesario cierto descargo, algún insulto, un poco de dolor quizás. A su vez, me violento cuando mi armonía es corrompida.
Descargar violencia, aplicarla, recibirla me hace bien, me gusta. Pero es cierta violencia, es la violencia sublime del sexo, o el insulto entre las risas, o de arrancarse la ropa en vez de sacársela delicadamente. Todo tiene su magia. La violencia etérea, perspicaz, pequeña, también.

Para esas noches en las que comés helado sin parar:

Por más de que vayas y vengas emocionalmente, siempre vas a estar igual: devastado pero no reconociéndolo. Ese orgullo te ciega y no te deja ver que adentro tuyo hay cierta ira reprimida.
Hacé el amor, te la saca.
Te lo juro.


Mapa:

Con la mente (por ahora) hagamos el siguiente recorrido:
La parte interna de mis antebrazos, en tus costillas. Mis manos deslizándose suavemente por tu espalda. Tu cuerpo entero sobre el mío y nuestros pies todos enredados. Nuestras piernas entrelazadas, una mano tuya agarrándome la cara. Las respiraciones tan cerca que se mezclan, y nuestros labios intercambiando un beso sólo de vez en cuando (si nos diéramos más besos se me acabaría el aliento demasiado rápido). De a ratos también acercás tu respiración a mi oído, me susurrás tus aires y rozamos cuello con cuello. 
Tu tórax pegado al mío, ambos friccionándose, intercambiando sudor, inflándose y contrayéndose al mismo ritmo. Nuestros abdómenes juntos pero chocando ocasionalmente. Y nuestros sexos, unidos. Como debe ser.
Unidos por el placer y no por más. Más allá del próximo orgasmo, un abismo. Un abismo es la incertidumbre, la negrura gigante que genera la ignorancia. Hundirse en él es desconocer todo lo que está después del universo en el que vivimos hasta que estuvimos juntos.
¿Y después qué?

Te respiraría el cuello.

Es que nadie entiende cuando digo que lo respiraría todo.

Inhalaría el aroma
tu aroma
tu esencia 
tus ganas, tu amor, tu voz.

Te regalaría mi vida en un soplo
(exhalo mis verdades y te las doy.
Te las cedo, y que te penetren por los poros).

Mis verdades son mis sentimientos (mis sentimientos son mis verdades). 
Te los daría, te los diría, así entendés. Así entendés todo, porque todo lo que entiendo yo es muy poco porque vos no me decís nada. Decíme algo, respirame una palabra, soplame una idea, ayudame a saber qué pasa.




No sé si es hermoso no saber, no cuestionar, no preguntar ni pensar en nada referido a los sentimientos que compartamos, o si es horrible y yo soy una sadomasoquista psicológica que disfruta de ello.
Te respiraría todo el cuello.

De cómo me llevo con el ayer.

Escarbo el pasado con todo el placer del mundo. Me revuelco en mis errores, me los refriego por el lomo, me los niego, me río. Tengo una relación casi sadomasoquista con él: disfruto recordando el sufrimiento que me causé equivocándome tanto.
Dicen que de los errores se aprende y que por eso hay que tenerlos siempre presentes. Pero a mí no me basta con eso.  Yo necesito albergarme en ellos, saborearlos con un orgullo estúpido y recalcitrante que lo único que hace es humillarme ante mi mirada, poner en exposición el resentimiento que me guardo por haberle dado oportunidades a todos menos a mí misma.
Mi relación con mi pasado es una relación de odio-amor, una relación bipolar crecida en el seno de un cuarto oscuro y circular del cual ni él ni yo podemos escapar: mi propia mente.

Yo tu cielo.


Yo te cielo a vos pero diferente: yo quiero ser tu cielo. Quiero que vos abras tus alas en mí, quiero que en mi piel encuentres la libertad que el ave encuentra en el firmamento. Quiero ser eso inmenso que tanto te gusta mirar. 
Yo te cielo porque yo te libero. O eso quiero. No quiero ser ningún cable a tierra, ni una cadena, ni una atadura, ni un peso constante con el cual lidiar. Quiero ser ese lugar por el que vagás arrastrado por el viento.
El cielo es libertad, es paz, es etéreo y hermoso.
Yo quiero ser eso para vos.

Así se reza.

Uñas mordidas, brazos rasguñados, pierna inquieta, ojos rojos, mandíbula apretada.
Respira. Vuela.
Vuelve.

Es que no hay salida si no se sale por el camino difícil. 
Los escapes no son soluciones.

Y sucede que cuando uno extraña, reacciona. Se da cuenta. Abre los ojos. Nada es lo mismo. Y con eso no se miente. Con eso no se juega. Con eso mejor no confundirse. 
El amor es cosa de locos. De locos mal. Yo no estoy loca, chau.
Mentira.

Hola. No entiendo nada. Sacame la música que me hace mal, tapame los ojos, no me dejes ver que me ves porque me siento el blanco de tus mil conjeturas.
Quiero parar de quejarme verborrágicamente pero no puedo cuando me siento tan mal.

Cannabis,
Amén.

Me voy a arrepentir de subir esto.

Si fuese físicamente posible introduciría mi mano en mi propia tráquea y me iría arrancando de adentro hacia afuera todo lo que tengo, como fiel y literal expresión de lo que necesito hacer: sacar.
Sacarme el alma porque me pesa, sacarme la vida porque no me gusta, sacarme todos los mamarrachos de pensamientos que tengo adentro mío y desenredarlos uno por uno o tirarlos a la basura, como si fuesen cintas de viejos casettes, sacarme todos los miedos, las furias, la ira que tengo adentro reprimida a más no poder, la bronca, la impotencia de tener que conformarme siempre con lo que el otro quiere para mí.
Soy una maraña de cosas malas. 



Perdón a todos por cagarles un poco la vida con mi presencia, los quiero.

Fundirme con lo abstracto.

Desde aquel día en que me quedé dormida contando los lunares de tu espalda, ya no me sirve pensar en ovejas cada vez que quiero dormir y no puedo. Ahora debo recurrir a tu recuerdo y a mi imaginación. Debo volver a repasar con la yema de mis dedos todos los lugares en los que te supiste adentrar, porque entre caricias fuiste penetrando mi piel y mi mente simultáneamente, impregnándote en mi recuerdo de una forma sutil pero efectiva: cada vez que te pienso, siento tu mano acariciando el largo de mi cuerpo, desde mis costillas, deteniéndose en mi cintura y culminando en mis muslos.
Puedo invocarte y volver a sentirlo casi como si fuese real. Lo único que me falta es tu cuerpo al lado mío, emanando calor, friccionándose contra mi piel.
Me falta también tu voz, que parece irse de mi memoria apenas nos despedimos (siempre igual, en las paradas de colectivo, dándome vuelta justo antes de subirme para decirte chau y mirarte por última vez, como intentando repasar todos los detalles del día que pasamos juntos).

Desear tu respiración en mi nuca ya es cosa de todas las noches. Anhelo fuertemente tus brazos, tu piel, la textura de tus labios y esa sensación que me generan, como de quedarse pegados en los míos, reposando, inmóviles y fundidos.
A veces hasta creo sentir las partículas de nuestros cuerpos abrazándose, aferrándose entre sí para decirse todo lo que nosotros dos no nos decimos. Porque nos cuesta, es cierto. Nos cuesta gritarnos las verdades porque la vida nos enseña a tenerle miedo al otro, a las relaciones, a los sentimientos. Nos cuesta jurar, nos cuesta asimilar que cada vez que estamos juntos una fracción nuestra se va con el otro, como para no despegarse más, como ir perdiéndose a uno mismo pero ganándose a la otra persona.
¿Vale la pena? ¿Vale la pena hablar, cuando para hablar nos tenemos todos los días pero para sentirnos, sólo una vez cada tanto? No, no lo vale. Prefiero que me hables con el cuerpo, con la piel, con el alma. Prefiero que no me digas ni una sola palabra y que te evoques a hacerme sentir la pasión como nunca antes la sentí. Prefiero que me hagas llegar a otra galaxia, abrazar el cosmos, sentirme universal, fundirme con lo abstracto. Y arrancar de raíz todas esas mentiras que se dicen los amantes cuando se quieren poseer, porque esto no se trata de posesiones, sino de conexiones, de que uno es el otro y sin el otro no es, de que yo para ser yo te necesito a vos feliz, y que el amor no se dice, se muestra.

Mundo:
Sobran. Sobran las palabras, las estupideces, las flores, los bombones, los regalos en sí, las demostraciones materiales, los objetos de lujo. Sobran, son innecesarias, injustificables.
Faltan las tazas de té de a dos, las charlas, el escuchar un disco juntos. Faltan abrazos y melancolías compartidas. Falta deseo. Faltan ganas de hacer feliz al otro compartiéndole la felicidad de uno.  Falta buen sexo. Falta más gente como nosotros, y lo digo con toda la soberbia del mundo.

Hoy me desperté soñadora.

Voy a terminar el colegio y voy a recorrer un par de provincias del sur con mis dos mejores amigas. Ellas se van a volver con sus novios y yo* me voy a seguir recorriendo el país con un tipo que conocí en un camping. Va a tener barba y el pelo medio largo, pero se va a ir haciendo rastas por el camino. 
Como decía, voy a llegar a la puna cagada de hambre, toda piojosa y re loca, pero voy a llegar. Y me voy a enamorar del cielo cuando lo vea más infinito que nunca, más dueño de mí que nunca, porque me dijeron que en Tilcara las estrellas casi que te tocan la nariz, y yo amo las estrellas y el cielo en su inmensidad porque me expresa todo eso que me da miedo y me atrapa a la vez: la muerte y la libertad.
Bueno, entonces me voy a querer quedar allá para siempre, pero toda la gente esa buena que conocí me va a decir que no puedo quedarme mirando el cielo toda la vida, y yo les voy a decir que no, no me voy a quedar mirando el cielo pero sí cerca de él para poder verlo cuando quiera, porque me voy a acordar de cuando estaba acá en Buenos Aires, como ahora, que no podía ver el cielo porque siempre había alguna pared, alguna luz o algún edificio gigante molestándome los ojos, la visión, el alma. Y me van a preguntar por mi familia, y yo me voy a acordar de mis viejos que tanto me dieron siempre, mis hermanos que seguro crecieron un montón y mis dos amigas, las que se volvieron con los novios y con la noticia de que yo me iba a quedar acá (o allá, o en todos lados). Y ahí no voy a saber qué hacer, voy a tener de vuelta ese pánico que me invadía todo el tiempo, el de la incertidumbre, el de no poder decidir si tengo que pensar, porque yo siempre decido rápido, "si lo pienso no lo hago" es mi lema. Qué lema de mierda, es una cagada. Bueno, pánico y no saber qué hacer. Y voy a pensar en cómo lo solucionaba siempre cuando vivía en la ciudad, cuando todos los días me levantaba y veía lo mismo, cuando todos los días hacía las mismas cosas en distinto orden (más allá de la rutina: me quejaba, lloraba, gritaba, bailaba, me reía, colapsaba, me sacudía, sacudía a otros, me ahogaba). Entonces me voy a dar cuenta que no lo solucionaba, no solucionaba un carajo, porque siempre estaba rodeada de lo mismo y las cosas no se solucionan solas y si no cambiás nada no se soluciona nada y que por eso me fui, le escapé a todas mis angustias y a todo lo que me frustró desde que tengo quince años. ¿Y ahora? ¿Ahora vuelvo y me pongo la mochila de nuevo o haberme ido significa la posibilidad de volver a empezar en cuanto vuelva? Imposible saberlo sin arriesgarme. Otra vez la incertidumbre, las noches sin dormir, comerme las uñas, tararear sin ritmo, mover la pierna izquierda cada vez que estoy sentada... Y de repente, me va a venir una respuesta: si ya me estoy enervando por pensar cómo van a ser las cosas en cuanto vuelva (porque me voy a acordar de las paredes altas, del cielo interrumpido, de mi ahogo, mi felicidad repentina, el colapso, la recaída, las drogas, el alcohol, el cigarrillo, la muerte, toda la gente, no), no, no voy a poder volver jamás. Cuando me sienta preparada iré a visitar a todos, porque por el momento voy a optar por instalarme y acostumbrarme a vivir con aire puro, las estrellas haciéndome cosquillas en la nariz y la solidaridad de la gente que nació en un mundo separado de lo que alguna vez me enseñaron que era progresar. Yo progreso saliéndome de todo eso.


*Yo: alma errante, volátil, sin estabilidad, poco sensata, impulsiva.

Pucho querído.

Uno. Uno solo. Un cigarrillo. Que me calme la ansiedad, que me tranquilice el palpitar estrepitoso de mi corazón apuñalado. Que me haga compañía por un rato. La compañía que no me hacés vos, que no me hace nadie. Porque el pucho me entiende, vos no lo entendés pero yo sí y te lo digo: el pucho sabe de dónde agarrarme cuando me estoy por caer. Hace eso que vos no supiste, no sabés, no pudiste, no podés, no vas  a poder nunca. Me acompaña, me calienta, me llena un poco. De mierda, de alquitrán, de nicotina, de humo rancio, pero me llena. Por lo menos me llena de algo, no como vos.
El cigarro no me desvaloriza, no se ríe en mi cara mientras escribo. No me cuestiona qué es lo que hago, no finge que le importa con una mueca desvalida, frívola, patética  que poco disimula el asco por lo que me gusta hacer, por lo que soy, por lo que amo. No tiene idea entonces no opina, ni miente al respecto, ni pretende parecer más de lo que es. Es solo un cigarrillo.
Pero se ve que la tiene más clara que vos. 

Que me mate, no me importa. Que me mate el cigarrillo. Va a ser como morir de amor.

¿Algo me devolverá la calma que tenía cuando era un niña? Mis monstruos se desvanecían con un abrazo. Mis miedos podían desaparecer debajo de una sábana o con una luz prendida.

Hoy sé que vaya donde vaya y haga lo que haga, ciertas sombras me van a perseguir siempre.

¿Habrá algo que me haga dormir en paz? Busco algo que me haga soñar con versos y no con sombras, algo que me reconforte y me brinde la calidez que perdí con los años. Algo que llene los espacios vacíos que fui ganando con tantos fracasos. Algo que reconforte el alma cansada, gastada de tanto vivir una vida que no me completa, una vida impura, llena de cosas que me persiguen, me acosan, me apuran y me apresan. Quiero algo que me sirva de consuelo.


Quizás algo como dormir en tu abrazo.


Conquista

Y algún día
voy a escalar tu cuerpo
como si fueras un risco
(empinado y peligroso).

Y cuando esté en la cima
voy a clavarte una bandera
y voy a reclamarte
como mío.
No quiero un abrazo.
Quiero apretarme contra tu pecho con furia, clavarte mis uñas comidas en la espalda y que mi cara se impregne en tu cuerpo, en tu perfume.
Quiero que me duela un poco, quiero quedarme sin respiración, sin aire, sudar, ponerme nerviosa, tener miedo, que el éxtasis supere la situación, no saber qué hacer, morderte. Quiero pánico.
Quiero, explícitamente, ese pánico que me genera estar con vos.
Quiero (y tengo) cierta desesperación por aferrarme a vos, por cerrar fuerte los ojos y morderme el labio inferior con fuerza y que mis brazos recorran tus costillas y mis manos tu espalda y mi cuello tu boca y mi respiración tu oreja. 

No quiero tus caricias, ni tu compasión. Mucho menos tus palabras.
Con los actos se demuestra más. Con el alma se demuestra más. Con los ojos se demuestra más. Y si querés demostrarme algo, que sea fuerte. Y si es fuerte, entonces no me acaricies, matame.