autómata III

el piano la mesa
tu boca me pesa
tus labios mis piernas
mi cara tus venas
la sangre, mi cobija
tus ramas tus clavijas
mi escalera, la vida, el pasar
Quiero irme. No quiero estar
me pesa en las venas: tu mano y la acera
el gris me sofoca.
Me pesa tu boca.
el piano la mesa
tu boca me besa



(autómata I, II y III son una serie de escrituras que partieron de una zapada entre madrugadas, sustancias y pieles)

autómata II

cuando se ponga oscuro
   cuando no haya calor
cuando el beso-
no tenga sabor.

cuando el árbol caiga triste y tieso
cuando el techo se parta en dos
cuando estas cuerdas se corten
cuando tu vida
simplemente
se acorte

autómata I

no hay cuentos
no hay poemas
                  ni historias
solo palabras que se tensan
y te salen de la boca
y como pájaro cantarás
como un pueblo viejo contarás
pero cuentos, no, no habrá
no habrá poemas
                    ni historias
solo palabras                que te forman.

conversación conmigo

Un día entendí que mi cuerpo me advertía cuando algo iba a salir mal. Me lo hacía saber con señales en la calle y en mi cabeza, con un nerviosismo general que sólo se presentaba de vez en cuando. Más de una vez miré para adelante en vez de para adentro y seguí. Siempre algo salió mal. 
Hablo de situaciones límites: de jugar no sólo con la moralidad, sino con la salud, la familia, el tiempo. Curé estas heridas surciéndolas yo misma, removiendo aires viejos, haciéndole caso a mi cuerpo somatizador. Me curé, cosí venas.
Hoy reveo, reaprendo, revisito las ideas aquellas que había dejado en piloto automático porque entiendo, comprendo y aprendo que a veces estas cuestiones van mucho más allá de mi relación cuerpo-mente-entorno. Cuando implican a alguien más no debo arrastrar, puesto que quizás a esta persona no le tiembla el pecho, no se le rompen los alvéolos, no comienza a sangrar. Quizás esta persona siente lo que yo no, lo que yo siento otras veces, ese galopar incesante desde las rodillas hasta los dedos de las manos, ese respirar hasta el fondo, esas ganas, ganas, eso es: ganas de hacerlo. Seguridad, esbozo de sonrisa, complicidad, abrazo. Eso no lo siento hoy, quizás vos sí. Quizás deba pedirte perdón por no acompañarte esta noche, quizás pedírtelo porque intenté arrastrarte conmigo todo el día hasta que me senté a escribir esto y comprendí que en la catarsis se esconde la realidad que debo ver: no quiero ser lo que no soy, por lo tanto no quiero que seas lo que no sos. Somos impulsos. Respondemos a impulsos. Debemos seguirlos, debo entender que no soy solo yo la que los vive y los persigue y de ellos se sostiene.