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Finito y escritura automática.

Mi mente se pone a jugar. Yo ya no soy yo, esa yo que piensa y habla y dice, informa, reta, conjura, promete y llora. Se calla por un momento mi interior. Me fundo con el exterior, con la naturaleza, con el aire, la tierra y la piedra y el fuego. Soy temperatura, energía, movimiento o suspiro. No tengo ni masa ni peso, me lleva el viento, soy un desafío, un juramento, una palabra de amor, la nota de una canción. Subí y bajé sin que haya ni arriba ni abajo ni norte ni sur y exploté, me hice mil pedazos, me volví a unir pero de diferente forma, me convertí, me transformé.
Momentos de la vida, vida en serio. No, justo "en serio" no, porque hay de todo menos seriedad. Son momentos de conexión entre mi alma y mi cuerpo, entre mi vida y mis sueños. Ese calor que me llena el pecho, el humo envolviéndome, los ojos que se caen como el sol al atardecer. Y la mente libre, libre y desnuda, callada, pensante, amiga, ayuda. Momentos de descubrir que el mundo es grande, obseno, especial, diverso; que el suelo y el viento son para vos y para tu destino único, utópico, insoñado; y que vas a amar, vas a amar, vas a amar. 
En mi mente nunca hay silencio (como en el bosque). Así como las luciérnagas están entre los árboles, los pensamientos están en mi cabeza. Sean animales o ideas, están acá o allá, listos para atacar. No me dejan dormir pero yo duermo igual porque no me importa que estén acechando todo el tiempo, voy a hacer lo que quiero y si no quiero no escucho, si no quiero no te escucho y si no te escucho no tengo miedo, no te hago caso, nena caprichosa, vivo como quiero, porque quiero, amo, siento. Estoy llegando al clímax, al orgasmo de la palabra, suave, fuerte, sutil, hermoso, penetrante, doloroso, amor, agua, fuego, otra vez empapada en belleza y otra vez el cielo, otra vez sus colores son tuyos y te envuelven, te ciegan, te elevan y te llevan. Y te fuiste, estás volando y ahora sos superior a todo lo que está pasando acá, sos todo, sos un montón de cosas. Sos vos y estás ciego de amor por el mundo que te rodea, no por el mundo de afuera, el que te ataca embrutecido. Ese mundo pequeño, tuyo, en el que te extasiaste hoy y cada vez que esa sustancia te recorrió desde el tórax hasta las puntas de los pies. Ese es tu mundo, el que te importa, el que amás y en el que querés vivir.
Pero para apreciarlo, a veces tenés que salir.

Lo extraño de extrañar.

Un viaje en el 203 vacío desentrañó un par de pensamientos muy profundos, muy míos, muy reales. Mirando por la ventanilla las calles que ya conozco de memoria, esta vez empapadas por la lluvia primaveral, pensé acerca de todas esas cosas que se piensan con la melancolía característica de las noche de lluvia. Y enredándome y desentrañando momentos, me dí cuenta que no puedo recordar ni una vez en mi vida en la que me hayan dicho un "te extraño" que en mí haya despertado más que un "yo también" casi automático, escupido sin pensar. Nunca un "te extraño" significó algo para mí, nunca me inspiró nada, nunca esa frase me llegó al corazón. Realmente, no creo que nunca nadie me haya extrañado.
Yo soy de extrañar mucho, no debería extrañar tanto, lo sé. Pero, sin embargo, lo hago. Es que para mí las personas se vuelven indispensables muy rápido. Y digo las personas sin tener en cuenta a los sentimientos y a las sensaciones: hoy, por ejemplo, extraño reírme mirando al cielo, extraño el aire compartido, extraño el calor corporal.
Me planteo si seré una persona "extrañable", si alguien me habrá extrañado alguna vez en su vida y por qué razón lo hizo. Es que no entiendo por qué mis "te extraño" son tan fuertes, tan de verdad, ni por qué todos los demás me suenan tan vacíos, quedan como ecos resonando en mi cabeza (no en mi corazón, en donde los siento yo cuando los digo).

La sociedad de los poetas muertos.



-No olviden que a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo [...]. Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería... son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor, son cosas que nos mantienen vivos.

Un recuerdo regalado.

Para mí, los regalos lindos son los chiquititos: ese beso donde el otro sabe que te gusta, ese corazón mal dibujado en una hoja de la agenda, una comida que guste mucho, un boleto de colectivo con una frase atrás, una foto de cualquier cosa a la que le puedas dar un significado, una hoja seca recogida el primer día de otoño, un disco improvisado, un recuerdo, cualquier objeto común redecorado, una piedra rara, algún dibujito, esa sonrisa especial que no se da siempre, un té juntos, o simplemente cualquier cosa de las anteriores partida a la mitad.

Capitalismo, una historia de amor.

"La básica ley de la vida es que, si tienes cosas, fácilmente puedes conseguir más cosas. Muy rápidamente un hombre puede tener cinco veces más que otro".

-¿Cómo es que hemos soportado este sistema durante tanto tiempo? 
-El sistema tiene incorporado lo que llamamos "propagandas". La propaganda me deslumbra... Es la habilidad de convencer a la gente que es victimizada por este mismo sistema, de apoyar al sistema y verlo como algo bueno.

Nunca lloro con las películas. Increíblemente, esté documental logró que varias lágrimas surquen mi cara sin ningún pavor. Estas son el tipo de cosas que me hacen llorar, la pobreza, las injusticias, el poder desmesurado de algunos, que se aprovechan con total impunidad de las grandes masas dominadas, esclavizadas, por un sistema que realmente me da asco. No las películas de amores desencontrados, ricos enamorados de campesinas, mujeres engañadas o hermanos enemistados.
"Capitalismo, una historia de amor" me hizo ver, con el mejor estilo de Michael Moore, dónde estoy parada. Sentí, más que nunca, que soy parte de ésta mierda. Me mostró cuán cruel se puede ser, sólo por un poco de dinero.
Al final, terminó siendo, como siempre, una propaganda política que arruinó, en la última media hora, el trabajo logrado durante la hora y media anterior. Igualmente, fue muy productivo verla. Es del tipo de documentales entretenidos y atrapadores, un poco extenso, que emiten ganas de cambiar el mundo.

Tenés dos minutos para llorar.

(basada en la música de Jeremías)

Leer esto te va a tomar, aproximadamente, dos minutos. Lo mismo que dura la canción que me convirtió en un mar. En un mar por la fluidez, la suave brutalidad, la calma de un mar sereno. En un mar, mar de lágrimas. Lágrimas por la melancolía que produce, por la sensación de lejanía, de extrañeza, de desamor y desencuentro. Lágrimas de una persona sensible que pretende ser una roca, que pretende que nada le duela, que nada le importe, cuando sabe que no es así, que en el fondo siente las heridas que ella misma se causó con tanto amores frustrados, tanto dolor sin enmendar, tantas manos que pasaron por ahí a arruinar su existencia sólo porque ella lo pide, porque le gusta sufrir para volverse más fuerte, hecho que nunca funcionó y que la convirtió en lo que es ahora, alguien que no quiere demostrar, que no quiere querer, ni amar, ni nada parecido. Alguien que no quiere acariciar ni tocar. Alguien que se cansó de ser lo mismo, de estar siempre sola, pero que sin embargo asegura estar bien así y dice no querer, ni necesitar, ni desear si quiera, a nadie del sexo opuesto para estar mejor, porque esto le traería más problemas. Alguien que se aburrió pero que no quiere cambiar, alguien que llora pero dice reír, o ríe y dice llorar, alguien que no se da por vencida pero no sigue intentando, alguien feliz pero frustrada, alguien que dice ser y no es y dice morir y, en realidad, está más viva que nunca. Y que no sabe, no sabe lo que quiere, no sabe si disfruta o si sufre, no sabe qué le pasa y no sabe si se miente a ella misma o le miente a los demás, o si simplemente está fantaseando con los sueños que no concretó y sus ganas de tener una mente abierta, bien abierta, cosa que sabemos que no va a lograr nunca si no abre primero su corazón.
Esa es la persona que llora, confundida, las lágrimas que brotaron a partir de sus pensamientos y reflecciones impulsados por la canción más triste que jamás escuchó, los dos minutos que le hicieron pensar toda una vida, y la hicieron llorar mares, mares serenos.