Tengo un quilombo irracional en la cabeza. No comprendo, ni si quiera, por qué hago lo que hago. 
A veces dejo de sentirme yo. Quiero paz. Paz en mi cabeza. 
Salite, salite que me hacés mal.

Relación, nunca, jamás.

No sé qué me gusta más, si tus palabras seductoras e irracionales, o el hecho de saber que son una mentira. Me apasiona la idea de que te desvanezcas en cualquier momento. De no ser así, de no ser ésto algo pasajero, no estaría sucediendo, porque ya hace tiempo decidí desligarme de las emociones ajenas, por más egoísta que suene. Prefiero serlo ahora, prefiero arrollar con mi individualismo ahora evitando así un desarrollo mayor de los sentimientos, que luego, cuando hayamos echado todas nuestras cartas sobre la mesa, y nos hayamos rendido ante el otro una y otra vez, lo que lastimaría la psiquis ajena sólo para poder mantenerse sólido, en esos momentos en que nos excusamos con "la relación" como si fuese algo desligado completamente de uno mismo, porque "lastima" o "encierra" o "no deja ser", los cuales son simples hechos construidos por nuestras propias mentes para no admitir que haberse ligado a otra persona comenzó siendo un error y, por lo tanto, siendo un error terminará.

Les debo.


No me quiero dormir, ni quiero dormirlos, escribiendo frases clichés, sabidas de memoria. No les voy a decir que son importantes para mí, que lo quiero, ni nada de eso, porque ya lo saben. De no ser así, yo no los llamaría amigos.
Les escribo esto para agradecerles, porque tuve un año de antisocialidad, un año en el que me cerré completamente, me ausenté muchas veces y me comporté de una forma muy egoísta. Sin embargo, las últimas veces que nos juntamos, me hicieron acordar lo buenas personas que son. Gracias por haberme terminado de sacar de mi agujero negro, porque a pesar de que no les cuente todo lo que me pasa, ustedes, sin saber nada, me arreglan.
Y les tengo que pedir perdón. Porque soy una mierda de persona, y no les retribuyo nada. Y a pesar de eso, ustedes me entienden, y me aceptan como soy. Yo debería hacer lo mismo.
Gracias por hacerme feliz.

Capitalismo, una historia de amor.

"La básica ley de la vida es que, si tienes cosas, fácilmente puedes conseguir más cosas. Muy rápidamente un hombre puede tener cinco veces más que otro".

-¿Cómo es que hemos soportado este sistema durante tanto tiempo? 
-El sistema tiene incorporado lo que llamamos "propagandas". La propaganda me deslumbra... Es la habilidad de convencer a la gente que es victimizada por este mismo sistema, de apoyar al sistema y verlo como algo bueno.

Nunca lloro con las películas. Increíblemente, esté documental logró que varias lágrimas surquen mi cara sin ningún pavor. Estas son el tipo de cosas que me hacen llorar, la pobreza, las injusticias, el poder desmesurado de algunos, que se aprovechan con total impunidad de las grandes masas dominadas, esclavizadas, por un sistema que realmente me da asco. No las películas de amores desencontrados, ricos enamorados de campesinas, mujeres engañadas o hermanos enemistados.
"Capitalismo, una historia de amor" me hizo ver, con el mejor estilo de Michael Moore, dónde estoy parada. Sentí, más que nunca, que soy parte de ésta mierda. Me mostró cuán cruel se puede ser, sólo por un poco de dinero.
Al final, terminó siendo, como siempre, una propaganda política que arruinó, en la última media hora, el trabajo logrado durante la hora y media anterior. Igualmente, fue muy productivo verla. Es del tipo de documentales entretenidos y atrapadores, un poco extenso, que emiten ganas de cambiar el mundo.

Tenés dos minutos para llorar.

(basada en la música de Jeremías)

Leer esto te va a tomar, aproximadamente, dos minutos. Lo mismo que dura la canción que me convirtió en un mar. En un mar por la fluidez, la suave brutalidad, la calma de un mar sereno. En un mar, mar de lágrimas. Lágrimas por la melancolía que produce, por la sensación de lejanía, de extrañeza, de desamor y desencuentro. Lágrimas de una persona sensible que pretende ser una roca, que pretende que nada le duela, que nada le importe, cuando sabe que no es así, que en el fondo siente las heridas que ella misma se causó con tanto amores frustrados, tanto dolor sin enmendar, tantas manos que pasaron por ahí a arruinar su existencia sólo porque ella lo pide, porque le gusta sufrir para volverse más fuerte, hecho que nunca funcionó y que la convirtió en lo que es ahora, alguien que no quiere demostrar, que no quiere querer, ni amar, ni nada parecido. Alguien que no quiere acariciar ni tocar. Alguien que se cansó de ser lo mismo, de estar siempre sola, pero que sin embargo asegura estar bien así y dice no querer, ni necesitar, ni desear si quiera, a nadie del sexo opuesto para estar mejor, porque esto le traería más problemas. Alguien que se aburrió pero que no quiere cambiar, alguien que llora pero dice reír, o ríe y dice llorar, alguien que no se da por vencida pero no sigue intentando, alguien feliz pero frustrada, alguien que dice ser y no es y dice morir y, en realidad, está más viva que nunca. Y que no sabe, no sabe lo que quiere, no sabe si disfruta o si sufre, no sabe qué le pasa y no sabe si se miente a ella misma o le miente a los demás, o si simplemente está fantaseando con los sueños que no concretó y sus ganas de tener una mente abierta, bien abierta, cosa que sabemos que no va a lograr nunca si no abre primero su corazón.
Esa es la persona que llora, confundida, las lágrimas que brotaron a partir de sus pensamientos y reflecciones impulsados por la canción más triste que jamás escuchó, los dos minutos que le hicieron pensar toda una vida, y la hicieron llorar mares, mares serenos.