Volveré a ser lo que no fui nunca.

Lágrimas que rebalsan desde este cuerpo vacío, remiten una tristeza desbordante, abrumadora. Es mi alma muriendo, secándose desde adentro hacia afuera, para volver a ser como era antes.
Este período de mi vida fue un bache, en el que subí al cielo a tocar nubes con las pestañas. Pero ya se acaba y, como en todo período, viene el descenso, en el cual nado en el peor infierno por un tiempo antes de volver a la estabilidad que me brinda ser una persona de sentimientos acorazados.
Volveré, así, a ser arisca, poco demostrativa, menos inocente, evasiva y objetiva. Volveré a dejar el compromiso y el amor de lado, y reivindicaré mi figura de mujer independiente. Volveré a ser fuerte.
Volveré, también, a sentirme sola en las tardes y volveré a llorar a en las noches. Volveré a desestimar mi propia personalidad y a hundirme entre sábanas ajenas sin ningún sentido. Volveré a anhelar un suspiro, un perfume y una sonrisa. Volveré a extrañar, pero esta vez, como nunca antes, pues nunca antes me había enamorado.
Y aunque mi orgullo, en parte, me prohíba decirlo, por otro lado necesito hacerlo: No quiero volver.

Setenta y te extraño.

Felices setenta años al señor ese que a pesar de ser un abuelo, pegaba posters de los Rolling Stones en su casa, que tenía los dedos de las manos pegados, que tarareaba canciones de Charly García para que a mi se me pegaran, que guardaba caramelos en el frizzer para no dármelos derretidos (él sabía que yo los odiaba derretidos), que se armaba sus propios cigarros, que jugaba todas las tardes conmigo (a eso de las siete, después de tomar mates), que me iba a buscar al jardín de infantes, que seguía, complementaba y era parte de mis historias de niña, que me crió los primeros años de mi vida, me cuidó, me enseñó, me complació y me hizo reír tanto. Gracias.

Te extraño.

that's what you have


Hay cosas que duelen de más.

Jugamos el papel de víctimas para dar lástima, para quedar bien. Y, al fin y al cabo, no le damos lástima a nadie más que a nosotros mismos.


Basta, te amo, te necesito, volvé a sonreirme, no aguanto más, no puedo seguir así.

Texto de autoayuda barato + carta al lector.

No es fácil. Nada es fácil, pero esto menos. No es fácil encontrar las palabras justas, ni los modos correctos para hablar de esto. Tampoco es fácil ordenar los sentimientos, separarlos de los pensamientos, apartarlos de nuestros prejuicios y liberarnos de nuestro bagaje emocional.
De todo lo que nos pasa en la vida, se obtiene una enseñanza. Estas enseñanzas son interpretadas de diversas formas por cada uno de nosotros. A mí, la vida me enseñó a encerrarme, a olvidarme, a no perdonar, a mirar siempre para adelante, a saber ser fuerte, a no sostenerme de nada que no sea yo misma. Y no porque la vida haya sido dura conmigo, sino porque todo lo que me dio alguna vez, me lo sacó sin previo aviso.
Me llevé decepciones, se me alejó mucha gente que significaba mucho para mí, me mintieron, jugaron conmigo, se equivocaron sin darse cuenta que atrás de ellos (o al lado, mejor dicho) estaba yo. Y soporté muchas cosas de mucha gente, aguanté y aguanto prejuicios, quejas, planteos y llantos que en realidad no  me corresponden. Pero no puedo ser tan egoísta como para no prestar un hombro, no dar un abrazo y dar vuelta la cara.
Y, de todas formas, fue así como nos conocimos. Vos desesperado, dolido y usado, poniéndole el hombro a una relación que no daba más y yo, sola, como siempre, tranquila, dispuesta a dar y esperando, por una vez en la vida, recibir.
Acabaste con todo. Terminaste mi vida como la había sabido mantener hasta ese momento. El amor es una mierda, te desestabiliza todo. Yo supuse que podía manejarlo pero es imposible. Encontrar el equilibrio entre dos personas, dos vidas, dos tiempos, dos temperaturas, dos voces diferentes es difícil. Es un barquito de nuez en el océano: perdemos el rumbo, nos ahogamos, nos caemos, nos hundimos. Nos perdemos.
Me desarmé como persona, cambié y sigo cambiando: me abrí, empecé a sentir, confié, reí, amé. Y ahora, siento que necesito volver a ser yo, volver a la roca, al hielo, a la frialdad y al acero, porque tengo miedo.
Miedo a miles de cosas, inexplicables, fantasiosas, estúpidas. Pero miedo al fin, y miedo del que no se contiene. Parece que soy la única persona en el mundo que cree que los defectos son menos importantes que el amor que se tienen dos personas. ¿Que acaso no pesan más los momentos vividos que los errores cometidos? ¿No pesan más los besos que las lágrimas? ¿No pesan más las horas juntos que los minutos que me tuviste que esperar?
No sos el único que dejó cosas, que renunció, que se esforzó. No entiendo tu persistente enojo. No te olvides que yo tuve que cambiar mi forma de ser para poder estar con vos. Cambié de mentalidad, de prioridades, de tiempos y de humores. Cambié mucho y todo por vos. Te necesito como nunca necesité a nadie en el mundo. Te convertiste en mi vida. Ya no sé qué hacer para detener tu enojo, no puedo aguantar más esto así.
Vos lo dijiste, no existe la relación perfecta. Pero de ahí a estar enojado cuando ya te pedí perdón y te aseguré un cambio, hay un largo trecho. Basta, volvamos a lo que éramos, volvamos a ser lo que hace al otro feliz, volvamos a ser la sonrisa, la alegría, el sol, las tardes tirados en el pasto, la risa, el amor. Volvamos a ser nosotros, por favor te lo pido.

Desde el viento en la montaña hasta la espuma del mar.

Desde el despertar hasta el dormirse de nuevo, juntos. El ciclo de un día de nuestras vidas, juntos. Desde la mañana despejada hasta la noche oscura y fría, juntos, enroscados entre nosotros mismos, el uno con el otro, palpitándonos. Sintiéndonos respirar toda la noche, entre el calor del otro ser y el de una manta compartida. Amándonos, desde el Sol hasta la Luna, desde el celeste hasta el azul profundo, desde las nubes hasta las estrellas. Juntos, compartidos, como se comparten un café y un disco de Serú Girán, un sahumerio y un cigarro. Juntos como quisieran estar tantos, pero mueren en el intento, se desarman, se desgarran, se aplastan el uno con el otro con tal de llegar a la cima, a la cual quizás llegan, pero solos. Juntos como se juntan los amigos a tomar mates y tocar la guitarra, como se juntan el té y el azúcar cuando revolvés, como se juntan los besos y los abrazos en este cuarto. Desde la primer estrofa hasta la última, juntos. Desde que el mar despierta para abrazar tus pies fríos hasta que la sábana te cubre de seguridad desesperada. Juntos.
Porque nada importa, nada vale más y a nadie pude amar así: Juntos.

Círculo.

Aun siguen con esa sensación de paz que se produce cuando acaba el temblor y, sin embargo, ya comenzaron a mentir. Es que, en realidad, nunca acabaron.
Son pueriles engaños entre sábanas rebuscadas. Ellos son cuerpos desencontrados, nada más.  Y mienten porque creen no tener otra opción, porque ninguno de los dos sabe que el otro no siente lo que dice.
Alguna vez se quisieron demasiado como para hacerse mal, pero ya no sólo se compadecen del otro, sino que se dan lástima mutuamente. Están enfermos por una relación que fueron deshaciendo y encerrando en un círculo vicioso de engaños que hasta a ellos mismos convencen de a ratos.
No hay detonante posible para que exploten verdades, no hay forma de romper con el karma si ellos no se deciden por algo.

Toman un café, escuchando la música de siempre: Esa que los acompañó en los momentos de mayor pasión y que estuvo de fondo en tantas charlas profundas. Pero hoy no es más que una molestia, que los acerca al recuerdo de lo que fueron alguna vez y les plantea que ahora ya no son esas dos personas enamoradas que reían y disfrutaban de las mismas cosas. 
Ambos están sufriendo en silencio, rogando que se rompa el espejismo débil que inventaron. Desean mostrarle al otro una punta de su dolor, para que tironee de ella y saque el resto hacia afuera. Pero al estar ambos tan inmersos en sus pensamientos y en sus sentimientos, no ven ni escuchan al otro ni a sus señas. Son ciegos, son sordos, son plásticos que recubren una fruta por demás madura que está dentro de ellos y que comienza a pudrirse.
Te amo igual.

Días de llantos.

Cuando no me ves lloro.
Lloro las ganas de verte, lloro la impotencia que me genera que me ignores así. Lloro porque no sé si creerte que me amás, lloro porque no sé si me amaste hasta ahora. Lloro porque tengo miedo de repetir historias, lloro porque esas historias fueron pesadillas. Lloro porque fui feliz durante mucho tiempo y sin descanso hasta el día de hoy, lloro porque me sentía bien.  Lloro porque no me ves, lloro porque te extraño. Lloro porque nada de ésto tiene demasiado sentido y sin embargo me desató una cantidad fenomenal de emociones que me escandalizan la vida, lloro porque sí. 
Lloro porque creo que con esto me estoy yendo a la mierda.

Brotan lágrimas suavemente. No es un llanto espasmódico, ni con desesperación, ni con ruido, ni gritos ni angustia. Simplemente comienza a salir, muy de a poco, todo lo que reprimí durante estos últimos días: más que nada, expreso mi miedo.
Miedo a perderte. Miedo a que te vayas, a que me dejes. Miedo a que me destruyan de vuelta. Miedo porque no voy a aguantar otro fracaso. No puedo. No me da más el alma.

La ignorancia mata.

Tengo una necesidad atroz de hacer un planteo. Toda mi vida, hasta ahora, había sido ajena a esta necesidad. Hasta llegué a considerarla patética.
Pero ahora tengo esa compulsión de no dejarlo hablar, de decirle en la cara todo lo que me molesta, de pedirle que me mate pero que no me haga esto, de perder el control y moverme espasmódicamente de un lado a otro mientras digo cosas descontroladas y sin filtro de las cuales seguramente me arrepienta al día siguiente, de atosigarlo con ideas estúpidas que debo haber inventado sin justificación alguna y de irme caminando rápidamente, sentarme en el cordón de alguna calle y largarme a llorar con todas mis fuerzas, para terminar de sacar este conjunto de emociones mortificadoras encontradas.
Me quiero hundir. En dónde ser, me quiero hundir.
Hundirme en una depresión. Hundirme en tus arenas movedizas. Hundirme entre un par de piernas largas, de piel suave y tersa. Hundirme en los brazos de mis amigos. Hundirme en un océano de lágrimas. Hundirme, ahogarme... Morirme.

La sociedad de los poetas muertos.



-No olviden que a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo [...]. Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería... son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor, son cosas que nos mantienen vivos.

(Dreaming my life away counts for nothing)


Si mi boca explotó fue porque no me dejaste hablar.
Si mi cabeza se partió fue porque no me dejate expresar.
Si mi cielo se vino abajo fue porque no me dejaste escribir.
Si mis ojos se murieron fue porque no me dejaste leer.

Si me alejé de este mundo, fue porque no me dejó ser.