Grito, lágrima y veneno soy.

¿Puedo?
¿Puedo no abrir los ojos otra vez?
No siento el alma.
Soy un grito,
grito desesperado.
Y de dolor.


Estoy vacía.
Hago mal.


Lloro.
Lloro y mis lágrimas son veneno,
el veneno bebido
por cada flor
a mi alrededor.

Quema el papel, se deshace el corazón.

Cuando estoy nerviosa o me siento mal o simplemente no sé lo que me pasa (como ahora) lo único que me calma es agarrar una lapicera y apretarla contra el papel. No precisamente para escribir. A veces hago líneas, dibujo cosas sin sentido y parafraseo canciones. Hago cualquier cosa que implique movimientos de mi muñeca derecha. Porque es así en la forma que descargo lo que está en mi cabeza: baja por mi garganta, pero este mundo me impide gritarlo, entonces se va. Desciende por mis arterias, a través de mi brazo y se convierte en un movimiento. Un movimiento que plasma en este papel y se muere. Yo muero con él.

Basta.

Triste. Triste me ponen los días grises, en los que no llueve pero tampoco hay sol. Esos días neutrales son el "tal vez" de la naturaleza. Y como a mí no me gustan las cosas indefinidas, tampoco me gustan esos días. Y me pongo triste.
Miedo. Miedo me da necesitar tu hombro para apoyar mi cabeza. Da miedo porque yo no soy de necesitar muchas cosas y ahora, de repente, te necesito a vos, necesito sentir la sonrisa chocando en mi cara, los labios rozando mi frente, los ojos surcando mi piel.
Fácil. Fácil es dudar de todo, siempre, porque sí. Fácil es no dar respuestas o contestar incoherencias o evadir un tema. Sí, eso suele ser más fácil que replantearme las cosas no sólo para sacar conclusiones, sino también para poder decidir.
Reproches. Reproches son los que me cansé de escuchar todo el tiempo: que acá no, que allá tampoco, que por qué esto y por qué lo otro, que te dije que así no, que pin, que pan y que me importa un pito lo que pienses, hacés lo que yo te digo porque Ésta es mi casa o Ésta es mi escuela o porque soy predicadora del absolutismo monárquico y lo pongo en práctica en mi vida cotidiana porque no soy una reina europea del siglo XVIII.
Envidia. envidia es ese sentimiento repugnante que acompañado con el egoísmo corrompe las calmas aguas de este conjunto y contribuye a la competencia y al conflicto social dentro de este grupo reducido al que pertenecemos al llamarnos, los unos a los otros, "amigos".
Repulsión. Repulsión es lo que siento cuando veo las cosas que se hacen y se dicen estas gentes que parecen enamorarse de la mariposa de alas coloridas sólo por sus alas son coloridas. Personas a las que no les importa ni la dignidad, ni el orgullo, ni su propia sanidad mental y se tiran a la pileta aunque ya hayan visto que no tiene agua, sólo por el placer de tirarse y decir que lo hicieron, guardándose para ellos todo el dolor que sienten después. 
Amor. Amor es lo que salvará al mundo, amor es todo lo que necesitamos, amor es lo que corrompe la inestabilidad del ser más estable, lo que ablanda al ser más duro, lo que hace sonreír a cualquiera y lo que nos hizo desparramar lágrimas a todos. Amor es lo más lindo por un rato y lo que más te hace sufrir el resto de tu vida. Amor es eso que nadie puede definir pero todos dicen sentir.
Verdad, verdad es lo único que quiero leer, escuchar y escribir. Porque lo demás ya abruma. Hay que abrir los ojos y dejar de intentar ser lo que no somos, dejar de forzar todo y a todos para que funcionen a nuestro gusto y placer, dejar de idealizar y empezar a actuar, a pensar y a hacer.
Basta. Basta de encontrar en todo un pretexto para no hacer, una excusa para frenar. Basta de quejarse y no hacer nada. Basta de escribir que basta.

Líneas nada más.

Tu cuerpo: 



La obra de arte que vibra, que siente, que se sonroja ante las emociones. La pintura que sabe pintar, la escultura que sabe esculpir. Es la música hecha y desecha, pero también quien la hace y deshace. Y es quien ama y sabe amar. Y quien produce sensaciones, sentimientos y saberes. Es quien intenta y a quien le duele el fracasar, quien se lamenta por no saber volar, quien se limita y reclama libertad.

Son las líneas jóvenes que se acarician con la yema de un dedo, son las marcas que recolectaste al aprender, al reír y al jugar. Es lo que contruíste, lo que destruíste, lo innato y lo adquirido. Son las ganas, la energía y el sudor. Son la fuerza y el trabajo, la valentía y tu entusiasmo. Es todo lo que te recorro hoy, mañana, siempre. Es con lo que odiás, amás, percibís, enseñás. Es la culminación de una metáfora que caracteriza al paraíso. Es el sentido poético del amor en sí mismo, el cuero de una utopía, la figura de un espíritu, de un alma. Es la piel y la cosquilla, el beso y, de la persona, solamente la semilla.