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Yo
yo lo sentí
sentí la necesidad de hacer ruido
de hacer y deshacer
de desechar
de envolver y romper
de crear y amar
resucitar, recitar
matar, morir
envenenar.

Yo,
yo sentí
que tenía que poner las venas arriba de la mesa
mostrarlas
violetas
para que se den cuenta
que la sangre corre por ahí
y que si quieren matarme
deben cortar allí.

Yo...
Yo lo hice,
me entregué
me arrodillé
nunca suplicante
como quien se rinde ante su dios
como quien entrega su alma sin pena o dolor.
Me entregué y vi 
como mi dios se arrodillaba
también ante mí
lo ví, de igual a igual
se bajó de aquel altar
me miró a los ojos
que reflejados en los suyos brillaban 
que reflejados en los míos brillaban
como estrellas
como espadas
y
y yo
yo sentí
yo viví
yo descubrí
yo entendì
lo que es el amor.

{entonces, quizás, el amor se trata de esa entrega, de rendirse, dejarse hacer y deshacer, dejarse manipular, arrodillarse y entregarse, pleno. Y que, sin embargo, aquel otro no pueda aprovechar esta rendición para hacer y deshacer, para manipular y moldear en uno, porque se encuentra indiscutiblemente en la misma posición, la misma condición, arrodillado y rendido por igual}

Finito y escritura automática.

Mi mente se pone a jugar. Yo ya no soy yo, esa yo que piensa y habla y dice, informa, reta, conjura, promete y llora. Se calla por un momento mi interior. Me fundo con el exterior, con la naturaleza, con el aire, la tierra y la piedra y el fuego. Soy temperatura, energía, movimiento o suspiro. No tengo ni masa ni peso, me lleva el viento, soy un desafío, un juramento, una palabra de amor, la nota de una canción. Subí y bajé sin que haya ni arriba ni abajo ni norte ni sur y exploté, me hice mil pedazos, me volví a unir pero de diferente forma, me convertí, me transformé.
Momentos de la vida, vida en serio. No, justo "en serio" no, porque hay de todo menos seriedad. Son momentos de conexión entre mi alma y mi cuerpo, entre mi vida y mis sueños. Ese calor que me llena el pecho, el humo envolviéndome, los ojos que se caen como el sol al atardecer. Y la mente libre, libre y desnuda, callada, pensante, amiga, ayuda. Momentos de descubrir que el mundo es grande, obseno, especial, diverso; que el suelo y el viento son para vos y para tu destino único, utópico, insoñado; y que vas a amar, vas a amar, vas a amar. 
En mi mente nunca hay silencio (como en el bosque). Así como las luciérnagas están entre los árboles, los pensamientos están en mi cabeza. Sean animales o ideas, están acá o allá, listos para atacar. No me dejan dormir pero yo duermo igual porque no me importa que estén acechando todo el tiempo, voy a hacer lo que quiero y si no quiero no escucho, si no quiero no te escucho y si no te escucho no tengo miedo, no te hago caso, nena caprichosa, vivo como quiero, porque quiero, amo, siento. Estoy llegando al clímax, al orgasmo de la palabra, suave, fuerte, sutil, hermoso, penetrante, doloroso, amor, agua, fuego, otra vez empapada en belleza y otra vez el cielo, otra vez sus colores son tuyos y te envuelven, te ciegan, te elevan y te llevan. Y te fuiste, estás volando y ahora sos superior a todo lo que está pasando acá, sos todo, sos un montón de cosas. Sos vos y estás ciego de amor por el mundo que te rodea, no por el mundo de afuera, el que te ataca embrutecido. Ese mundo pequeño, tuyo, en el que te extasiaste hoy y cada vez que esa sustancia te recorrió desde el tórax hasta las puntas de los pies. Ese es tu mundo, el que te importa, el que amás y en el que querés vivir.
Pero para apreciarlo, a veces tenés que salir.

II

enredada en la dureza de tu vaho
vehemente la piedra en tu cara
olfatear delicias entre las rodillas
mecerse en el lecho del cuerpo ajeno

ahí morir
no sentir más
improvisto de detalles
mundo superfluo quisiera acabar
con vos
con el mundo superfluo

esperar recompensas de los días y las noches
y que vengan
pasen por mi cara de fragmento recortado de una historia inconclusa y sin sentido
y se vayan
así, sin más, escapando del minuto que persigue
y que el tiempo se burle de mi cara de fragmento remendado con historias inconclusas sin sentido

I: El sentimiento.

de piedra no el corazón
sino la cabeza
porque con él no piensa
con ella siente

el sentimiento es otro pensamiento más
pura la desgracia en la que emerge
aunque espontáneo
aunque emoción
aunque descontrol
es imaginación

es desgracia que emerge

Escritura automática I

Encarar las relaciones cada vez con más antipatía parece ser una condición fundamental para mi desarrollo vital. Encarar, sí. Pero dejando un espacio entre cara y cara. Más bien sería bracear o algo así, con alguna extremidad, con algo de distancia, no con la cara; por eso está mal decir que encaro. No encaro nada, quizás me perfilo, pero no encaro. Encarar es de gente segura. Yo, en estos casos, no tengo idea de nada. En la vida yo sí que encaro. En cambio, en las relaciones, me perfilo. Miro desde un micropunto perdido en el cosmos. Miro el horizonte (horizontal, vertical, zigzagueante, verde, violeta, naranja, no, todo azul, veo azul) y veo que todo parece lindo entonces miro y veo, ya lo dije, lo repito porque no sé qué más decir, porque no hago más nada. Soy una espectadora. Mientras tanto la vida transcurre, el tiempo transcurre, vos transcurrís y decidís y hacés y deshacés porque sos libre, sos libre de hacer y decir y crear y construir cuanto se te ocurra acá, en mi Universo, porque yo soy así y me dejo llevar, quizás demasiado ciegamente (paradójico, porque ya dije que lo único que hago es mirar) y a veces camino, camino derecho y vos cavaste pozos, me hiciste una fosa enorme y yo no la veo, porque miro para adelante, pero demasiado adelante, miro (si es que es posible) con la punta de mi nariz, no con los ojos como todos ustedes. Yo no veo lo cercano, no veo el piso, mi mirada está allá: en el cielo, en el futuro quizás, en lo macroscópico, lo gigante, la inmensidad del ser, del espacio, del tiempo, de lo que soy y lo que fui y lo que seré y no. No veo que planeaste todo lo que pasó a mi alrededor. Perdón, no lo veo. Es que me pienso que todos son como yo y que estamos mirando para arriba y que todo pasa y nos pasa. Pero no, vos construiste y derribaste a mi alrededor y yo pensé que eso era "el transcurso". No distingo entre el curso natural y el curso creado ¿Hay curso natural? En estos casos quiero creer que sí porque yo me siento un cuerpo inerte que flota en él, que no sabe, que no decide. Me imagino este transcurso como un espacio infinito, de agua o de aire, como un río, pero infinito y de aire o quizás de agua en el que floto por el aire o tal vez en agua y todo es azulvioleta, ese color que me gusta tanto, que mezcla la noche con la profundidad y que yo siento que es el color de la mente cuando piensa. Entonces decía: me imagino el espacio azulvioleta indefinido e infinito y un aura a mi alrededor, como un campo magnético o como las ondas sonoras, expandiéndose desde mí hacia la nada misma o hacia el todo mismo, no sé, eso no lo sé. Y yo, vagando, flotando, y todo lo que pasa y todos los que pasan y todo, todo, convertido en órbitas y orbitales, girando a mi alrededor, cambiando repentinamente mi rumo, interponiendo o facilitando mi camino, depende. Son los otros los que me deciden, yo no entiendo nada. Y si tengo los ojos cerrados veo mejor, y no hablo, no opino porque no entiendo, yo floto, f-l-o-t-o. Nada más. Pueden hacer conmigo lo que quieran. Así siento mis relaciones, con poquísima congruencia, sin entendimiento lógico, con mucha imaginación, colores y libertad.