Yo no sé si sabemos.

Lo tradicional: Que hola, que cómo andás, que todo bien... Y no sabemos, no sé ni sabe, si me importa o si le importo. Ni lo vamos a saber, si el tiempo nos sigue pasando por arriba, como máquina aplanadora, como suele hacer el tiempo.

Elle est belle.

La vi tantas veces reír, y sin embargo nunca la miré. Porque desde su cuerpo hasta mis ojos pasaron, cada vez que intenté mirarla, sentirla con los ojos, miles de agujas, que suponen el dolor que ocasiona su existencia. Y sus palabras. Cómo hiere. Todavía tengo su imagen. Bueno, ella debe tener la mía. O quizás se deshizo de ella, como quien se deshace de su pasado simplemente botando esas cosas materiales que traen recuerdos de la mano, par a par, olvidando, siempre, que lo que más importa, está en el corazón.
Me duele el alma, creo que porque la extraño. Igualmente no estoy del todo segura. No estoy segura si es que me arrepiento de no haberla mirado cuando pude. De no haberle dicho todo lo que se supone que debería haber dicho. Ni si quiera sé qué debería haberle dicho. Quizás, todo lo que ella quería escuchar. En fin, ya es demasiado tarde. Se fue y me fui y se olvidó y me perdí.
Y ahora me quejo sentada en una silla de madera, dura, horrible. Todo es horrible. Ella era la estética, lo lindo, lo bueno, la vida misma, belleza, arte, amor. Y yo era el par de anteojos, el libro y los auriculares. El granito en la frente, los pantalones rotos, las sillas de madera...
Me falta eso que le daba belleza a mi vida. Luz. Paz. Dolor. Tanto tiempo de dolor. Las peleas, las heridas, las llagas en nuestras manos, o en nuestro corazón, o en nuestra vida misma, que hoy, peor que nunca, duelen pero recuerdan que, a pesar de todo lo feo, estuvo todo lo lindo.

(Gracias, belle Sofía)

Cursi.

Repetí, en dos entradas seguidas, una atrás de la otra, la temática de mariposas. Vomito colores de arcoiris.

Mariposa.

Mariposa por la ventana, se va muriendo, no queda nada.
De a poco aprovecho, se posa sola, y se va muriendo.
Mariposa por la ventana, entra, duerme, en paz descansa.
Mariposa que no dejaron ser, se posa en su lecho y no vuelve a nacer.
Mariposa de pocas andanzas, hoy naces, mañana desansas.
De a poco se va muriendo, relaja sus alas, siempre en silencio.


Sesión de terapia.

Tengo mariposas en mi interior. 
¿Que cómo se siente? Raro se siente. Y desesperante. Porque esas cosquillas son energía, que pide a gritos ser liberada, salir de mí expulsada a cántaros y a chorros y a mares. Es medio difícil de explicar, no hay palabras. Sólo es amor. 
¿Que qué más puedo decir sobre el amor? amor. Mío. No lo puedo creer. Son tan pocas las veces que algo es realmente mío... Y ahora no sólo es mío, sino que es lo más grande que puedo llegar a tener. Es amor, amor puro e incondicional, una mezcla entre la pasión más grande que jamás sentí en mi vida y la necesidad de demostrar lo que sé hacer, lo que siento y lo que me importa, a cada instante. Es una construcción. Se empieza, paso por paso, segundo por segundo, desde elegir la banda sonora de nuestras vidas, hasta perfeccionar cada acción que llevamos a cabo durante ella. Y es hermoso ver el resultado final, la suma de lo vivido, lo aprendido y lo logrado. Todos los errores y los problemas superados. Es una obra de arte. Me encanta, lo amo.
¿Que cómo se llama? Se llama aeróbica.


Profunda.

Me encuentro en la inmortalidad del pensamiento de otro ser.
Me atravieso como una daga, envenenada, en cuerpo y en alma.
El alma y el cuerpo. La vuelta. El regreso.
No soy yo. Soy el Universo.
Y sin embargo me fijo, me muestro. Y, como nada queda, es un nuevo comienzo.