No soportar. De eso se trata todo. No soportar tener que venir al coelgio, no soportar que las clases sean una mierda, no soportar que la gente sea tan estúpida o falsa o mentirosa. No soportar el mal humor que tengo gracias a todos eso. No soportar las idas y vueltas de algunas personas, ni los lamentos constantes de otras, ni los ruidos molestos. No soportar a casi nadie. No soportar nada, porque de un día para el otro la señorita se convierte en un ser frívolo e irritable, trata mal a la gente y se encierra en sí misma sólo porque no quiere superar una necesidad carnal abrumante, casi asquerosa y muy violenta.

Todo se soluciona con sexo. Todo: la frivolidad y la irritación y, por ende, el mal humor, que finalmente concluye en comenzar a soportar, mirarse el ombligo y ser feliz igual.

La historia de mi vida.


Trágica.

No soporto más esta nube negra que tengo arriba de la cabeza. ¿Me la sacás? No, no vas a poder. Mejor ni lo intentes porque te vas a frustrar como me frustré yo tantas veces. Además, que se vaya es cuestión de tiempo. Creo. Ya se me va a pasar... No sé qué, pero ya va a pasar. ¡Qué problema ese! No saber qué pasa ahora. Es normal no saber qué va a pasar. Pero no saber lo que está pasando ahora es trágico. ¿No? Para mí sí. Significa tener los ojos demasiado cerrados. Pero, ¿por qué estarían cerrados mis ojos? Por sueño. O por muerte, la muerte de mi alma, o por lo menos de la parte colorida de mi alma. Porque últimamente ando gris, gris como las nubes, como las de tormenta. 
Re-feo todo, no sabés.
Contame algo que me aburro.

Compartirse.

(Listo, ya está. Me desencadené de todo. De todos. Ahora quiero volar. Me quiero ir. Quiero sentir sin tener que pensar qué. Quiero que me surjan las ganas, el amor y la energía, que me apasionen las cosas, que no haga falta ver y tocar para descubrir, que todo vaya más allá. Quiero conocer. Quiero profundidad.)

Estoy bien, estoy lista para cualquier cosa que no tenga de por medio una relación de esas que atan, que se ponen serias. Porque cuando se ponen serias, se vuelven oscuras. Dejan de tratarse acerca de las personas y comienzan a tratarse de la posesión, de quién es más mío y quién es más tuyo (¿Yo soy más mía que tuya o vos sos más mío que tuyo o yo soy más tuya que mía o qué?). Todo se vuelve complicado, rebuscado. No digo que no se disfruten los momentos de enroscarse, amarse, sentirse. Pero se opacan. Se opacan apenas comenzamos a querer que el otro dependa de uno. Se borran en cuanto empezamos a dar vueltas: que qué somos, que de dónde venimos y que para dónde vamos. Así, entre preguntas, se va perdiendo de a poco la esencia del ser, y ni uno ni el otro es feliz porque nunca se llega a responder completamente la lista de preguntas que nos planteamos, como si fuera lo lógico, lo correcto, que la otra persona cumpla ciertos requisitos fundamentales para ser el amor de nuestras vidas..
No creo que se trate de eso, realmente. Amarse no pasa por responder preguntas, ni encontrarse en el otro, ni planificar juntos, ni opinar igual. Amar es sentir el calor tan único del Sol incluso cuando no lo hay. Amar es risa, es pasión, es sexo y es vida. Amar es compartir.


(compartirse)

Yo soy del Sól y de nadie más.


Soy energía que guardada no sirve de nada. Libre seré mejor.


Y no me importa ni esta ciudad ni su aire gris, sé que en algún momento me voy a ir.


No tengo sueño.

Me duermo sólo para soñar con vos.
Porque en realidad saltaría todo el día, destrozaría cosas, gritaría y me quejaría de lo abrumante y patética que es mi vida. Pero son más fuertes las ganas de verte.

(Verte: con verte no me alcanza. ¿Se entiende a lo que voy? Quiero calor, caricias, abrazos, voluntad de ser y hacer y deshacer. Vení, volvé, vamos, no sé. Lo que sea, pero que sea pronto porque me carcomen las ganas.)