Amanda.

Con el té caliente ingresándole en el organismo y el olorcito a tostadas llenándole el alma, Amanda descubrió que la soledad le hacía mejor. Seis meses. Seis meses tardó en darse cuenta. Seis largos, odiosos, tristes, amargos meses.
"Así se aprende" se dijo. Se aprende con soledad, odio, tristeza, amargura. 
Dicen que es así. Dicen que así se aprende lo que realmente vale, porque lo que se aprende "de a dos" (a querer, a compartir, a abrazar, a hablar, a besar, a amar) no sirve para nada. Sólo sirve cuando estamos con alguien. Y la mayor parte de la vida uno se la pasa solo.

Amanda era de esas que solía creerse sola hasta cuando estaba con sus amigos. Ella no se sentía en un hueco. Ella era el hueco. Era de las que se sentaban abrazando sus rodillas en algún rincón tranquilo de la fiesta, miraba para abajo, se concentraba en la música y se elevaba. Era de las que pitaban cigarrillos incansablemente, incluso cuando el humo la mareaba. Era de las que fumaban marihuana, cerraban los ojos y veían los laberintos de su mente, los recovecos de su alma. Y los pozos. 
Amanda era de ese tipo de chicas de las que no hay dos iguales. Es decir, no era de ningún tipo de chicas.

Amanda lloraba todo el tiempo pero nadie se daba cuenta. Lo hacía tan a la vista de todos, que nadie se percataba de las lágrimas zurcándole el rostro. Nadie veía su abdomen contraerse espasmódicamente. No se percataban de nada. 
Quizás pensaban que era un bostezo lo que la había hecho lagrimear, o un resfrío lo que la hacía respirar entrecortado. No les cabía la posibilidad de que una persona pudiera estar llorando, atravesando una crisis nerviosa o simplemente manifestando una fobia dos segundos después de haber estado riendo. Pero ella era así.
Amanda era invisible y le gustaba: gracias a eso podía llorar, correr, reír y gritar en cualquier lado. Muchos ojos quizás volteaban a mirarla, pero nadie realmente la podía ver, casi nadie se detenía a analizarla y, los que lo hacían, obviamente no podían comprenderla. Ella vivía en su mundo onírico, en otro estrato de la vida. La gente común diría que ella no vivía en la realidad.

Un día, Amanda creyó enamorarse. Creyó encontrar en otra persona lo que siempre había buscado, aunque no supiera exactamente qué era eso. Amanda se sintió comprendida.
Hasta que, muy de repente, se estrelló contra una pared. Se dio cuenta que, otra vez, estaba sola. Se había equivocado de nuevo, se había mentido para sentirse parte de una relación.
Entendió que las cosas no funcionaban así. Por lo menos no con ella. De hecho, las cosas no funcionaban de ninguna forma. Nunca iban a funcionar. Estar sola no era malo, no era incorrecto, no era doloroso. No tenía que pensar cómo actuar ante su soledad, no tenía que hacerse un tiempo para ella, ni tenía que hacer planes o ponerle excusas. La soledad no pedía explicaciones, no hacía escenas de celos ni arrastraba problemas suyos a la vida de Amanda. La soledad no era nada externo, nada nuevo. La soledad era mejor, era todo. Era ella misma.

Comenzó a amar su soledad de la misma forma que antes creía haber amado a ciertas personas. Pero amar su soledad era amarse a ella misma de una forma exagerada, irreal y peligrosa.
Se volcó hacia los libros, la música y las charlas internas. Se hundió en su cuarto y fingió estar bien con los demás sólo para que no la molestaran. Y se amó de todas las formas posibles.
No temió su propia muerte, pues no tenía nada que perder, no tenía nada que dejar atrás, excepto gente superficial y molesta. La idea de dejar todo atrás la fue atrapando progresivamente. En este mundo no había absolutamente nada que la complaciera del todo. No tenía seguridades de que luego de su muerte algo fuera a cambiar, pero más de una vez sintió la necesidad de probar. Pero, ¿algún día sería capaz de hacerse daño a ella misma? ¿Tendría las fuerzas, el valor y la violencia suficiente como para arrebatarse la propia vida? Porque se supone que uno no daña a quien realmente ama...

2 comentarios:

  1. Es increible como escribis, realmente me fascina (te felicito!)

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    1. Gracias Anónimo!! Qué bueno que me leas y que te guste!

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