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No se puede estar así todo el tiempo,
uno debe saber que esto no es solo un mal sueño.
Esto es la realidad:
las nubes grises aquí y allá
las cosas que, inestables, vienen y van.


Querida imaginación, dos puntos:

No sé si con vos bajo a tierra o subo al cielo.
Seguramente haga las dos cosas.
Gracias. Gracias por la ambigüedad que siempre pedí en un hombre: la risa, el goce, la alegría, la calma, la conversación y la fiesta. Creo que todo está en vos.
Gracias por escuchar, por entender, por preguntar, por no dejarme.

No te asustes. No escribo esto porque estoy enamorada, ni porque me enganché habiéndote visto dos veces en mi vida, ni porque me obsesioné con tu persona. Te escribo esto porque, como te habré dicho, escribir me aclara las ideas y me ayuda a decir cosas que no puedo decir de otra forma. Y a vos te quiero decir que me servís mucho, me ayudás mucho, me simplificás muchas cosas, me volvés (de a ratitos) más alegre. 
Yo no sé si te doy algo. No sé si te expreso algo. No sé si te dejo confiar en mí como vos me dejás a mí, ni sé si te emergen las mismas ganas de estar que me emergen a mí cada vez que hablamos. Tampoco sé si tu cabeza creó un mundo paralelo en el que estamos cerca, nos sentimos y nos queremos (bastante). No sé mucho de vos, no sé cómo sos cuando te enojás, no sé cómo sos cuando amás, cuando hacés el amor, cuando vivís.
No te conozco, estás atrás de un velo, sos una creación de mi mente. Pero no me importa.
No te amo, no te quiero, no siento nada más que un profundo agradecimiento por las palabras que compartimos y unas ganas estruendosas de hacer el amor con vos. Quiero ver qué se siente hacerlo con alguien que alguna vez te haya escuchado.
No significa más que eso. Es cuestión de probar
(te).

Entrada sin sentido alguno más que compartir estas fotos:

Parece ser... 


...que estoy entre...


... l u c e s .

No soportar. De eso se trata todo. No soportar tener que venir al coelgio, no soportar que las clases sean una mierda, no soportar que la gente sea tan estúpida o falsa o mentirosa. No soportar el mal humor que tengo gracias a todos eso. No soportar las idas y vueltas de algunas personas, ni los lamentos constantes de otras, ni los ruidos molestos. No soportar a casi nadie. No soportar nada, porque de un día para el otro la señorita se convierte en un ser frívolo e irritable, trata mal a la gente y se encierra en sí misma sólo porque no quiere superar una necesidad carnal abrumante, casi asquerosa y muy violenta.

Todo se soluciona con sexo. Todo: la frivolidad y la irritación y, por ende, el mal humor, que finalmente concluye en comenzar a soportar, mirarse el ombligo y ser feliz igual.

Trágica.

No soporto más esta nube negra que tengo arriba de la cabeza. ¿Me la sacás? No, no vas a poder. Mejor ni lo intentes porque te vas a frustrar como me frustré yo tantas veces. Además, que se vaya es cuestión de tiempo. Creo. Ya se me va a pasar... No sé qué, pero ya va a pasar. ¡Qué problema ese! No saber qué pasa ahora. Es normal no saber qué va a pasar. Pero no saber lo que está pasando ahora es trágico. ¿No? Para mí sí. Significa tener los ojos demasiado cerrados. Pero, ¿por qué estarían cerrados mis ojos? Por sueño. O por muerte, la muerte de mi alma, o por lo menos de la parte colorida de mi alma. Porque últimamente ando gris, gris como las nubes, como las de tormenta. 
Re-feo todo, no sabés.
Contame algo que me aburro.

No tengo sueño.

Me duermo sólo para soñar con vos.
Porque en realidad saltaría todo el día, destrozaría cosas, gritaría y me quejaría de lo abrumante y patética que es mi vida. Pero son más fuertes las ganas de verte.

(Verte: con verte no me alcanza. ¿Se entiende a lo que voy? Quiero calor, caricias, abrazos, voluntad de ser y hacer y deshacer. Vení, volvé, vamos, no sé. Lo que sea, pero que sea pronto porque me carcomen las ganas.)

Pará que me pongo el moño.

Qué fácil debe ser conocerme. Si leés estas páginas, sabrás cómo soy, quién soy y por qué.
¿Qué más querés? Estoy regalada.

Nena, nena...

Buenas historias, si las habrá habido. Buena historia. Buena historia la nuestra.
Érase una vez una chica que estaba bien. Un día, como para desestabilizarle la vida, apareció en su mundo un pequeño -pequeñísimo- ser de ojos color cielo de abril. Fue en abril, de hecho. ¿O fue en mayo? No, no. Fue en abril. Volviendo al tema, resulta que este pequeño ser irrumpió la quietud emocional de la muchacha para regalarle tiempos de paz y de amor, tiempos de cosquillas en las pestañas, de besos húmedos. De felicidad, simplemente. 
Y la llenó de cosas que nunca había conocido, la llenó. Sí que la llenó. Como pudo, con lo que pudo. Pero lo hizo.
Fueron días en que ella no se dio cuenta del paso del tiempo, hasta que el ensueño le cayó encima, en forma de preguntas indescifrables como "¿qué somos?" y "¿qué vamos a hacer?". Ella nunca había estado pendiente, nunca había pensado, si quiera, en la posibilidad de una relación. Fue por eso que cuando él le habló de eso, la niña corrió espantada entre calles desiertas, pidiendo que la dejen ser, que de a dos o de a muchos o de a uno era lo mismo. Creyó que de esa forma el pequeñísimo ser se espantaría, o se daría cuenta que ella no lo apreciaba, no lo amaba lo suficiente como para atarse a él.
Pero no. El pequeño siguió insistiendo, jurando amor y prometiendo felicidad, excusándose en su dolor y pidiendo oportunidades para hacerla cambiar de parecer.
Boba, pequeña boba, débil. Cedió, a pesar de saber bien que ese chiquitito no era para ella. Creyó que importaban más los momentos de felicidad que los de vacío, creyó que si se quería construir, se debía luchar. Pero parece que él no veía las cosas de tal forma.
Luego de un tiempo -corto, cortísimo-, cuando ella ya se había adaptado a caminar de a dos, algo sucedió.
Una revolución interna en el ser pequeño cambió las cosas. El niño se aburrió, o se asustó al descubrir verdaderamente a la persona que tenía al lado. O, quizá, sólo se sintió mal. De una forma u otra, se rindió. Y, sin dejar explicaciones válidas o coherentes, se marchó.

Ah, pequeña niña, te creíste encantos de mentira otra vez, de gente cobarde que no sabe ver, no sabe sentir ni creer. Si sabías que iba a terminar así ¿por qué quisiste seguir? Sabías que nunca llegarías a ser feliz, no así. Pero bueno, es obvio ¿o no? Te pone triste ver a los demás tristes por vos, no ibas a poder soportar verlo llorar por decirle que no. Preferías adaptarte, cambiar, antes que ver al pequeño ser obligado a marcharse a duras penas.
Bueno, nena, por haber creído y cambiado, así te fue. No lo hagas más, nena, que no hace falta cambiar nada para ser amada. No te olvides de eso. Sos como sos, no tenés la obligación de hacer feliz a nadie más que a vos misma. La próxima vez, pensá en tu vida y después en el cambio. Que no siempre es fácil, no siempre es placentero, pero fundamentalmente, no siempre es necesario.

Te invito.

Te invito,
te espero
Faltás vós, acá.
en la cama
en la cima de esta montaña
para alcanzar lo más lejano
lo más profundo
lo más pagano
y sentir
como nunca,
como cada vez que se afinan los sentidos,
que se pierden los sonidos,
que se funden las señales
y nos convertimos en carne,
nada más ni nada menos.
Bebamos, brindemos
con veneno, elixir o fuego
que igual nos recorrerán
algunos brotes de felicidad.
Seamos dos en uno
un pliegue absurdo
entre dos bocas necesitadas
que con fulgor, pasión, entrañas,
andan buscándose.

Sí, buscame
que mi cuerpo fue creado para vos,
tus dedos, cariño, calor.

Ya me olvidé.

Sobre tus regazos me dispongo a escribir estos violentos, vigorosos versos. Claro está que no es literal: no puedo escribir sobre tu regazo porque no estás acá, así que esto es una metáfora que me denota escribiendo sobre vos, arriba tuyo, aplastándote.
En definitiva, tengo miles de cosas por decir, pero creo que no vale la pena, porque  todo está claro en mi cabeza: no te quiero cerca, me hace tan mal estar con vos como me hace mal estar atada a algo. Soy una persona que nació para enorgullecerse de su independencia, y no puedo hacer eso estando enamorada.
Decía, entonces, que sobre vos iba a escribir unos aplastantes versos. Bueno, ya me los olvidé, así que espero que te baste con esto: Gracias (por haberme hecho reír, haberme hecho sentir el cielo en mis narices,  por sacarme todo de repente, estrellarme, haberme hecho cambiar tantas cosas para poder estar con vos, decepcionarme y haberme mentido sin sentido alguno). Chau, en serio y con furia, chau.

Receta para evitar desilusiones.

Soy de esas que se confunden y creen que pueden hacer feliz a todo el mundo.

Nota mental: Hay gente que no necesita que la hagan feliz, a otros le vendría bien pero no lo quieren y con otros simplemente no se puede hacer nada.
La desilusión de no poder hacer feliz al otro puede someter a un sentimiento de decepción con uno mismo. Ese sentimiento corrompe a la persona que lo sufre, baja su autoestima y comienza a desarmarla desde adentro hacia afuera. Pero es evitable: Sólo se debe eludir todo sentimiento positivo. También es crucial dejar de confiar en la gente y encerrarse en uno mismo. Olvidar a todo aquel que se haya acercado alguna vez y no dejar que se acerque nadie nuevo. Restringirse a unas pocas relaciones que no superen el triángulo familiar directo-uno mismo-círculo íntimo de amistades. Y seguir mirando para adelante, siempre. Porque mirar hacia atrás es aferrarse al pasado.
Y no se debe estar aferrado a nada.

Hay cosas que duelen de más.

Jugamos el papel de víctimas para dar lástima, para quedar bien. Y, al fin y al cabo, no le damos lástima a nadie más que a nosotros mismos.


Basta, te amo, te necesito, volvé a sonreirme, no aguanto más, no puedo seguir así.

La ignorancia mata.

Tengo una necesidad atroz de hacer un planteo. Toda mi vida, hasta ahora, había sido ajena a esta necesidad. Hasta llegué a considerarla patética.
Pero ahora tengo esa compulsión de no dejarlo hablar, de decirle en la cara todo lo que me molesta, de pedirle que me mate pero que no me haga esto, de perder el control y moverme espasmódicamente de un lado a otro mientras digo cosas descontroladas y sin filtro de las cuales seguramente me arrepienta al día siguiente, de atosigarlo con ideas estúpidas que debo haber inventado sin justificación alguna y de irme caminando rápidamente, sentarme en el cordón de alguna calle y largarme a llorar con todas mis fuerzas, para terminar de sacar este conjunto de emociones mortificadoras encontradas.
Me quiero hundir. En dónde ser, me quiero hundir.
Hundirme en una depresión. Hundirme en tus arenas movedizas. Hundirme entre un par de piernas largas, de piel suave y tersa. Hundirme en los brazos de mis amigos. Hundirme en un océano de lágrimas. Hundirme, ahogarme... Morirme.

(Dreaming my life away counts for nothing)


Si mi boca explotó fue porque no me dejaste hablar.
Si mi cabeza se partió fue porque no me dejate expresar.
Si mi cielo se vino abajo fue porque no me dejaste escribir.
Si mis ojos se murieron fue porque no me dejaste leer.

Si me alejé de este mundo, fue porque no me dejó ser.

Sangre - de - tintA

Sangre azul, sangre de tinta. Vórtices trigonométricos. Parecen metal, como tu rostro de hierro. Tus emociones, frías de acero. Tu insensibilidad, manos que no tocan, corazón que no ve, ojos que no sienten.
Sangre de tinta porque escribir me corre por las venas, porque necesito expresarme, no como vos, piel de elefante, cal y arena, mezcla horrible. Piedra.
Sangre de tinta desmiembra el sentido de las oraciones que suele poder enhebrar y enredar tan bien... hoy no, no puede malabarear con las cosas porque la mente le pesa un poco (bastante, en realidad) y porque creo que tampoco quiere hacerlo, es mejor el fluir de la consciencia y que salgan estas cosas que a veces cuesta hacer salir. Es mejor así, sí. Siente como respira el alma, en un soplo de libertad soñada. Sí, se siente como calma. Dulce, hermosa clama. Ya se irá...

(Tuve un orgasmo mientras escribía esto ♥)

Copla pa' mis vueltas:

Me cuesta pedirle a mi sangre que se calle para poder así yo escuchar a mi parte más racional. Porque a mí la sangre me hierve y me grita y me dice y ordena. Y yo hago lo que me dice, porque eso es lo que me nace y no lo que se me ocurre. Porque lo que se me ocurre en realidad no se me ocurre, sino que son cosas que alguien ya me dijo o que yo ya escuché y que quedaron grabadas en mí, sea yo consciente de esto o no. 
Entonces decía yo que hago lo que la sangre y no lo que la mente, o por lo menos eso intento; y que no me sale ser racional, aunque a veces sea necesario, como ahora. Por eso esta vez me digo que sería bueno poder pensar, porque lo necesito, porque tengo dudas. Y me respondo, a la vez, que estas cosas no se piensan, se sienten, se demuestran. No se analizan, se viven. Así dejo las dudas que me ensombrecen y hasta que me hacen llorar, como aquella vez en la que no me aguanté y los lagrimones me saltaron de los ojos y me lloré todo un mar en su hombro. Porque escribiendo disipo las dudas y disipando las dudas estoy aprendiendo y, en realidad, me están enseñando a ser feliz.

Colapso.

Ser feliz a costa de todo lo que pase al rededor, a costa de todas las obligaciones que tengo y que no me gustan, a costa del sistema en que estamos inmersos, a costa de saber que una vez que termine el secundario voy a tener que seguir estudiando para después trabajar, para luego seguir trabajando y para no parar nunca, a costa de saber que hay una sola forma de vivir (que es esta) y por más de que no me guste jamás la voy a poder cambiar. 
Quiero parar, quero dejar de esudiar, quiero vivir la vida feliz. Quiero hacer lo que quiera yo, no lo que me obliguen, no quiero tener que romperme el culo toda la vida para nada, porque al fin y al cabo, todos terminamos igual y abajo de la tierra. Y cuando los gusanos nos estén comiendo, no se van a fijar en qué fue cada uno acá arriba. 

Grita, llora, reza.

"¡Amén!" grita.
Grita, grita, grita.
Siempre grita, siempre llora.
Siempre reza.
¿Es que nunca se calla esta mujer?

Más fuerte, más fuerte,
a ver si para de gritar.
Más fuerte, más grita.

Más lento entonces,
más despacio.
Y me grita que quiere más.

Le hago caso para que no me siga gritando
y empieza a rezar.
Y no acaba hasta que acaba.

"¡Amén!" girta.
Se acabó, pienso yo.
(Gracias... ¿A Dios?)

De esa vida extraño.

Tengo tanto de qué escribir. Tanto de qué hablar. Tanto para estudiar.
Vengo y me voy.
Voy a tardar ocho días en subir dos renglones porque voy pasando todo de a poquito.
Le agradezco a mis profesores por ponerse de acuerdo en poner siete exámenes en una misma semana. Ah, y un oral de francés.
Oral de francés. Eso no debería existir.
Además todos dicen lo mismo: "chicos lean todo entero una vez, para entender el texto y después enfóquense en  los conceptos, porque son textos universitarios y les van a costar mucho y blah blah blah y les vamos a romper el orto bien de a poquito para que les duela". Bueno, eso último no lo dicen. Pero lo hacen.
Quiero tener vida.
Vida no de esa de vivir, de respirar. Vida de esa en la que jugás a mirar el sol, a ver quién aguanta más tiempo sin estornudar. Vida de esa en que te tirás en el pastito a dormir y a resecarte al sol, y sentís que la piel se te resquebraja y te acordás de la tierra cuando hay sequía en los campos, en el norte, acá, en Argentina, o de la maceta que tu mamá nunca riega y del lagarto que se sienta en el sol porque tiene sangre fría, dicen los que saben. Sí, vida de esa en la que te tomás el colectivo que dá más vueltas para no llegar a tu casa mientras escuchás música buena y leés carteles y te reís de lo malos que son los publicistas de hoy en día (eso que todo el mundo anda estudiando marketing). Ay, sí, de esa vida en que corrés por la vereda de la mano de tu mejor amiga, gritando que sos libre, capaz medio en pedo, capaz no. De esa vida, linda vida en la que ves a los que querés y a los que no querés no y le das un beso en la mejilla a alguien y vale más que mil palabras y más que mil sensaciones y más que mil vidas de gato (¿mil dividido siete? Bueno, muchos gatos). Ay, la vida, la vida, la que está llena de pasión y esa en que dicen que hay que bailar como si no te estuviesen viendo y trabajar como si no necesitaras la plata y amar como si nunca te hubiesen lastimado
De esa vida, esa vida en la que disfrutás y no tenés que correr atrás de la sociedad. Sí, de la vida a la que yo le digo vida.

Cursi.

Repetí, en dos entradas seguidas, una atrás de la otra, la temática de mariposas. Vomito colores de arcoiris.