Mostrando las entradas con la etiqueta ¿amor?. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta ¿amor?. Mostrar todas las entradas

Perfume.

Líndo como vos
cuando llegaste a desenredarme los ojos
y a enredarte a mi alma.
Llueven a cántaros
mis ganas de aferrarme
desconsoladamente
a tu cintura

para no irme más con el el tiempo, para estar agarrada a algo y que no me lleve el viento.
Desde la cabeza
hasta los pies
desarmarte tu mundo
prestarte mis alas
regalarte mis mares
serenos, de calma
y de repentina rabia,
casi fugaz
pero lo suficientemente consistente
como para aplacarte un poco
y que me sigas el ritmo

(no te apures, no envejezcas de golpe, no acabes con esto -ni con nada-. Es demasiado pronto, tenemos muchas vibras por delante, muchos juegos, caricias y muchos otros amantes)

dale, sigamos
seguíme
sentíme
(casi como yo te siento
o un poco más también)
y después date vuelta
vestite y andate
despedite antes
pero dejame.

Compartirse.

(Listo, ya está. Me desencadené de todo. De todos. Ahora quiero volar. Me quiero ir. Quiero sentir sin tener que pensar qué. Quiero que me surjan las ganas, el amor y la energía, que me apasionen las cosas, que no haga falta ver y tocar para descubrir, que todo vaya más allá. Quiero conocer. Quiero profundidad.)

Estoy bien, estoy lista para cualquier cosa que no tenga de por medio una relación de esas que atan, que se ponen serias. Porque cuando se ponen serias, se vuelven oscuras. Dejan de tratarse acerca de las personas y comienzan a tratarse de la posesión, de quién es más mío y quién es más tuyo (¿Yo soy más mía que tuya o vos sos más mío que tuyo o yo soy más tuya que mía o qué?). Todo se vuelve complicado, rebuscado. No digo que no se disfruten los momentos de enroscarse, amarse, sentirse. Pero se opacan. Se opacan apenas comenzamos a querer que el otro dependa de uno. Se borran en cuanto empezamos a dar vueltas: que qué somos, que de dónde venimos y que para dónde vamos. Así, entre preguntas, se va perdiendo de a poco la esencia del ser, y ni uno ni el otro es feliz porque nunca se llega a responder completamente la lista de preguntas que nos planteamos, como si fuera lo lógico, lo correcto, que la otra persona cumpla ciertos requisitos fundamentales para ser el amor de nuestras vidas..
No creo que se trate de eso, realmente. Amarse no pasa por responder preguntas, ni encontrarse en el otro, ni planificar juntos, ni opinar igual. Amar es sentir el calor tan único del Sol incluso cuando no lo hay. Amar es risa, es pasión, es sexo y es vida. Amar es compartir.


(compartirse)

Dormir en vos.

Si usás una musculosa, nene, me voy a enamorar, porque me gustan los hombros, la piel tersa de esa singular parte del cuerpo, restregar mis mejillas y descansar entre ellos y tu cuello.
Esta soy yo durmiendo en tu cuello.
Me das imágenes iluminadas por el Sol, me das siestas en el pasto, en tu pecho, en tus labios. Me das perfume viril, sonrisa de niño y belleza profunda.
Te siento de manera muy natural, como la tierra, como tu piel. Una música tenue nos decora, nuestros cuerpos son adornados sólo con sábanas, fiel expresión de de lo que somos.
Vení. Vení, que te hago fuego para incinerar mis ganas, te hago peldaño de mi escalera al cielo.
Me generás un deseo enorme, ganas, sensaciones. Quiero verte, oírte, sentirte y revolotearte de vez en cuando, fluirte, volarte, llenarte de ganas a vos también.
Dejame ser y, tal vez, pueda llegar a ser cualquier cosa que hayas deseado. Porque tengo todo para vos, mientras no me pidas nada que yo nunca haya podido entender: no me pidas que cambie, porque yo no cambio, yo me transformo; no me pidas que abandone nada, porque yo no sé restar, sólo sé acumular; no me pidas tiempo, porque yo no te puedo dar el mío; no me pidas oportunidades, porque hay por todos lados.  Pero pedime, que tengo, paz y una violencia etérea al mismo tiempo, calma para disfrutar y energía para derrochar. Tengo versos y jadeos, ojos para hacer y manos para ver, tengo prudencia y tengo improvisación, tengo ganas, igual que vos. 

Nena, nena...

Buenas historias, si las habrá habido. Buena historia. Buena historia la nuestra.
Érase una vez una chica que estaba bien. Un día, como para desestabilizarle la vida, apareció en su mundo un pequeño -pequeñísimo- ser de ojos color cielo de abril. Fue en abril, de hecho. ¿O fue en mayo? No, no. Fue en abril. Volviendo al tema, resulta que este pequeño ser irrumpió la quietud emocional de la muchacha para regalarle tiempos de paz y de amor, tiempos de cosquillas en las pestañas, de besos húmedos. De felicidad, simplemente. 
Y la llenó de cosas que nunca había conocido, la llenó. Sí que la llenó. Como pudo, con lo que pudo. Pero lo hizo.
Fueron días en que ella no se dio cuenta del paso del tiempo, hasta que el ensueño le cayó encima, en forma de preguntas indescifrables como "¿qué somos?" y "¿qué vamos a hacer?". Ella nunca había estado pendiente, nunca había pensado, si quiera, en la posibilidad de una relación. Fue por eso que cuando él le habló de eso, la niña corrió espantada entre calles desiertas, pidiendo que la dejen ser, que de a dos o de a muchos o de a uno era lo mismo. Creyó que de esa forma el pequeñísimo ser se espantaría, o se daría cuenta que ella no lo apreciaba, no lo amaba lo suficiente como para atarse a él.
Pero no. El pequeño siguió insistiendo, jurando amor y prometiendo felicidad, excusándose en su dolor y pidiendo oportunidades para hacerla cambiar de parecer.
Boba, pequeña boba, débil. Cedió, a pesar de saber bien que ese chiquitito no era para ella. Creyó que importaban más los momentos de felicidad que los de vacío, creyó que si se quería construir, se debía luchar. Pero parece que él no veía las cosas de tal forma.
Luego de un tiempo -corto, cortísimo-, cuando ella ya se había adaptado a caminar de a dos, algo sucedió.
Una revolución interna en el ser pequeño cambió las cosas. El niño se aburrió, o se asustó al descubrir verdaderamente a la persona que tenía al lado. O, quizá, sólo se sintió mal. De una forma u otra, se rindió. Y, sin dejar explicaciones válidas o coherentes, se marchó.

Ah, pequeña niña, te creíste encantos de mentira otra vez, de gente cobarde que no sabe ver, no sabe sentir ni creer. Si sabías que iba a terminar así ¿por qué quisiste seguir? Sabías que nunca llegarías a ser feliz, no así. Pero bueno, es obvio ¿o no? Te pone triste ver a los demás tristes por vos, no ibas a poder soportar verlo llorar por decirle que no. Preferías adaptarte, cambiar, antes que ver al pequeño ser obligado a marcharse a duras penas.
Bueno, nena, por haber creído y cambiado, así te fue. No lo hagas más, nena, que no hace falta cambiar nada para ser amada. No te olvides de eso. Sos como sos, no tenés la obligación de hacer feliz a nadie más que a vos misma. La próxima vez, pensá en tu vida y después en el cambio. Que no siempre es fácil, no siempre es placentero, pero fundamentalmente, no siempre es necesario.

Ya me olvidé.

Sobre tus regazos me dispongo a escribir estos violentos, vigorosos versos. Claro está que no es literal: no puedo escribir sobre tu regazo porque no estás acá, así que esto es una metáfora que me denota escribiendo sobre vos, arriba tuyo, aplastándote.
En definitiva, tengo miles de cosas por decir, pero creo que no vale la pena, porque  todo está claro en mi cabeza: no te quiero cerca, me hace tan mal estar con vos como me hace mal estar atada a algo. Soy una persona que nació para enorgullecerse de su independencia, y no puedo hacer eso estando enamorada.
Decía, entonces, que sobre vos iba a escribir unos aplastantes versos. Bueno, ya me los olvidé, así que espero que te baste con esto: Gracias (por haberme hecho reír, haberme hecho sentir el cielo en mis narices,  por sacarme todo de repente, estrellarme, haberme hecho cambiar tantas cosas para poder estar con vos, decepcionarme y haberme mentido sin sentido alguno). Chau, en serio y con furia, chau.

Hay cosas que duelen de más.

Jugamos el papel de víctimas para dar lástima, para quedar bien. Y, al fin y al cabo, no le damos lástima a nadie más que a nosotros mismos.


Basta, te amo, te necesito, volvé a sonreirme, no aguanto más, no puedo seguir así.

Texto de autoayuda barato + carta al lector.

No es fácil. Nada es fácil, pero esto menos. No es fácil encontrar las palabras justas, ni los modos correctos para hablar de esto. Tampoco es fácil ordenar los sentimientos, separarlos de los pensamientos, apartarlos de nuestros prejuicios y liberarnos de nuestro bagaje emocional.
De todo lo que nos pasa en la vida, se obtiene una enseñanza. Estas enseñanzas son interpretadas de diversas formas por cada uno de nosotros. A mí, la vida me enseñó a encerrarme, a olvidarme, a no perdonar, a mirar siempre para adelante, a saber ser fuerte, a no sostenerme de nada que no sea yo misma. Y no porque la vida haya sido dura conmigo, sino porque todo lo que me dio alguna vez, me lo sacó sin previo aviso.
Me llevé decepciones, se me alejó mucha gente que significaba mucho para mí, me mintieron, jugaron conmigo, se equivocaron sin darse cuenta que atrás de ellos (o al lado, mejor dicho) estaba yo. Y soporté muchas cosas de mucha gente, aguanté y aguanto prejuicios, quejas, planteos y llantos que en realidad no  me corresponden. Pero no puedo ser tan egoísta como para no prestar un hombro, no dar un abrazo y dar vuelta la cara.
Y, de todas formas, fue así como nos conocimos. Vos desesperado, dolido y usado, poniéndole el hombro a una relación que no daba más y yo, sola, como siempre, tranquila, dispuesta a dar y esperando, por una vez en la vida, recibir.
Acabaste con todo. Terminaste mi vida como la había sabido mantener hasta ese momento. El amor es una mierda, te desestabiliza todo. Yo supuse que podía manejarlo pero es imposible. Encontrar el equilibrio entre dos personas, dos vidas, dos tiempos, dos temperaturas, dos voces diferentes es difícil. Es un barquito de nuez en el océano: perdemos el rumbo, nos ahogamos, nos caemos, nos hundimos. Nos perdemos.
Me desarmé como persona, cambié y sigo cambiando: me abrí, empecé a sentir, confié, reí, amé. Y ahora, siento que necesito volver a ser yo, volver a la roca, al hielo, a la frialdad y al acero, porque tengo miedo.
Miedo a miles de cosas, inexplicables, fantasiosas, estúpidas. Pero miedo al fin, y miedo del que no se contiene. Parece que soy la única persona en el mundo que cree que los defectos son menos importantes que el amor que se tienen dos personas. ¿Que acaso no pesan más los momentos vividos que los errores cometidos? ¿No pesan más los besos que las lágrimas? ¿No pesan más las horas juntos que los minutos que me tuviste que esperar?
No sos el único que dejó cosas, que renunció, que se esforzó. No entiendo tu persistente enojo. No te olvides que yo tuve que cambiar mi forma de ser para poder estar con vos. Cambié de mentalidad, de prioridades, de tiempos y de humores. Cambié mucho y todo por vos. Te necesito como nunca necesité a nadie en el mundo. Te convertiste en mi vida. Ya no sé qué hacer para detener tu enojo, no puedo aguantar más esto así.
Vos lo dijiste, no existe la relación perfecta. Pero de ahí a estar enojado cuando ya te pedí perdón y te aseguré un cambio, hay un largo trecho. Basta, volvamos a lo que éramos, volvamos a ser lo que hace al otro feliz, volvamos a ser la sonrisa, la alegría, el sol, las tardes tirados en el pasto, la risa, el amor. Volvamos a ser nosotros, por favor te lo pido.

Desde el viento en la montaña hasta la espuma del mar.

Desde el despertar hasta el dormirse de nuevo, juntos. El ciclo de un día de nuestras vidas, juntos. Desde la mañana despejada hasta la noche oscura y fría, juntos, enroscados entre nosotros mismos, el uno con el otro, palpitándonos. Sintiéndonos respirar toda la noche, entre el calor del otro ser y el de una manta compartida. Amándonos, desde el Sol hasta la Luna, desde el celeste hasta el azul profundo, desde las nubes hasta las estrellas. Juntos, compartidos, como se comparten un café y un disco de Serú Girán, un sahumerio y un cigarro. Juntos como quisieran estar tantos, pero mueren en el intento, se desarman, se desgarran, se aplastan el uno con el otro con tal de llegar a la cima, a la cual quizás llegan, pero solos. Juntos como se juntan los amigos a tomar mates y tocar la guitarra, como se juntan el té y el azúcar cuando revolvés, como se juntan los besos y los abrazos en este cuarto. Desde la primer estrofa hasta la última, juntos. Desde que el mar despierta para abrazar tus pies fríos hasta que la sábana te cubre de seguridad desesperada. Juntos.
Porque nada importa, nada vale más y a nadie pude amar así: Juntos.

Días de llantos.

Cuando no me ves lloro.
Lloro las ganas de verte, lloro la impotencia que me genera que me ignores así. Lloro porque no sé si creerte que me amás, lloro porque no sé si me amaste hasta ahora. Lloro porque tengo miedo de repetir historias, lloro porque esas historias fueron pesadillas. Lloro porque fui feliz durante mucho tiempo y sin descanso hasta el día de hoy, lloro porque me sentía bien.  Lloro porque no me ves, lloro porque te extraño. Lloro porque nada de ésto tiene demasiado sentido y sin embargo me desató una cantidad fenomenal de emociones que me escandalizan la vida, lloro porque sí. 
Lloro porque creo que con esto me estoy yendo a la mierda.

Brotan lágrimas suavemente. No es un llanto espasmódico, ni con desesperación, ni con ruido, ni gritos ni angustia. Simplemente comienza a salir, muy de a poco, todo lo que reprimí durante estos últimos días: más que nada, expreso mi miedo.
Miedo a perderte. Miedo a que te vayas, a que me dejes. Miedo a que me destruyan de vuelta. Miedo porque no voy a aguantar otro fracaso. No puedo. No me da más el alma.

La ignorancia mata.

Tengo una necesidad atroz de hacer un planteo. Toda mi vida, hasta ahora, había sido ajena a esta necesidad. Hasta llegué a considerarla patética.
Pero ahora tengo esa compulsión de no dejarlo hablar, de decirle en la cara todo lo que me molesta, de pedirle que me mate pero que no me haga esto, de perder el control y moverme espasmódicamente de un lado a otro mientras digo cosas descontroladas y sin filtro de las cuales seguramente me arrepienta al día siguiente, de atosigarlo con ideas estúpidas que debo haber inventado sin justificación alguna y de irme caminando rápidamente, sentarme en el cordón de alguna calle y largarme a llorar con todas mis fuerzas, para terminar de sacar este conjunto de emociones mortificadoras encontradas.
Me quiero hundir. En dónde ser, me quiero hundir.
Hundirme en una depresión. Hundirme en tus arenas movedizas. Hundirme entre un par de piernas largas, de piel suave y tersa. Hundirme en los brazos de mis amigos. Hundirme en un océano de lágrimas. Hundirme, ahogarme... Morirme.

Igual, vos lo lograste.

Tengo el temor de que mi pasión sea más grande que la suya. Porque mi forma de amar es así, apasionada, llena de cosas que a veces otros no sienten. Yo, no sólo necesito amar y ser amada para sostener una relación. Necesito también apasionarme y ser el objeto de la pasión del otro.

(Quiero ser el aire en sus pulmones, la sangre en sus venas, el néctar de sus flores y el elixir de su vida. Quiero ser todo, que es mucha más que sólo una amante. Quiero ser novia y amiga, confidente, sostén, apoyo, felicidad y paz. Quiero ser vida y obra, quiero ser su diversión, quiero ser su deporte, su escultura, su necesidad y su orgullo. Quiero ser todo eso que él es para mí.)

Acabo de descubrir que soy complicada. A pesar del amor, me urgen otras cosas. Cosas que me pudo dar una sola persona en toda mi corta vida.

(Me urgen: risas, música, arte, conversación, sexo, emoción, placer y profundidad.)

Ahora entiendo por qué soy capaz de amar tan fácilmente. Porque, para mí, amar no es más que un componente de todo esto. Amar no es lo clave en mi mundo.
Soy la felicidad más difícil de lograr y la más complicada de hacer durar. Soy simple para amar, pero no para todo lo otro, que, al fin y al cabo, termina siendo tan crucial como el amor.

(Qué quilombo)

Touché.

Cielo blanco y aburrido. Mariposas en la cabeza. En la panza no, en la cabeza. A mí todo me pasa por la cabeza. Entonces de repente las mariposas empiezan a volar y se van yo las sigo. Me dirigen hacia Lejos de Todo. Cerca de un ser que ni sabía que existía. Sabía que estaba, pero no lo había visto ser.
Cuando sus ojos de cielo (cielo lindo, no cielo aburrido, él es cielo lindo) me miraron, las mariposas se convirtieron en elefantes y me pasaron por arriba y casi me muero, pero sobreviví. Sobreviví por él y para él. Para sus ojos de cielo lindo, sus labios de noche estrellada y su piel de polen. Y después de haber sobrevivido me hice feliz y se hizo feliz, olvidando todo lo que estaba por venir.
Las ondas sonoras y los sentimientos expresados desde nuestros ojos fueron llenando el espacio, dejando cada vez menos lugar en el mundo para nosotros, hasta que terminamos en el suelo, uno al lado del otro, re-pegados, re-juntos, re-volcados. Y cada vez menos espacio: Una pierna al lado de la otra. Después los hombros. Después las manos. Las bocas. Los pechos. Las panzas. Nos fundimos en una sola energía, tan de repente. Y qué mejor forma de separarse que con una sonrisa. La sonrisa de los mil lamentos echados afuera, del comienzo de la felicidad, del adiós a todo lo malo y el hola a todo lo lindo.

Nada me importa excepto esta vida a la que quiero pertenecer, desde aquél día, hasta que termine mi mundo. La única vida que quiero sentir, la única que quiero vivir, la única que quiero querer.
Se acabaron mis "capaz". Se acabaron mis "no", mis corridas, mis escapatorias. Me acabé yo como persona fundida en su propia piel. Este es el punto final de una historia que no quiero contar más. 

Tan simple.

-Soy gay. No mentira. Sabés qué? Me cansé de que nos hechemos la culpa, se va todo al carajo, y si en un futuro no funca veremos, pero hasta ahora fuiste feliz?

-Sí, listo, vos también, sigamos juntos. Te quiero♥♥♥

Relación, nunca, jamás.

No sé qué me gusta más, si tus palabras seductoras e irracionales, o el hecho de saber que son una mentira. Me apasiona la idea de que te desvanezcas en cualquier momento. De no ser así, de no ser ésto algo pasajero, no estaría sucediendo, porque ya hace tiempo decidí desligarme de las emociones ajenas, por más egoísta que suene. Prefiero serlo ahora, prefiero arrollar con mi individualismo ahora evitando así un desarrollo mayor de los sentimientos, que luego, cuando hayamos echado todas nuestras cartas sobre la mesa, y nos hayamos rendido ante el otro una y otra vez, lo que lastimaría la psiquis ajena sólo para poder mantenerse sólido, en esos momentos en que nos excusamos con "la relación" como si fuese algo desligado completamente de uno mismo, porque "lastima" o "encierra" o "no deja ser", los cuales son simples hechos construidos por nuestras propias mentes para no admitir que haberse ligado a otra persona comenzó siendo un error y, por lo tanto, siendo un error terminará.