Touché.

Cielo blanco y aburrido. Mariposas en la cabeza. En la panza no, en la cabeza. A mí todo me pasa por la cabeza. Entonces de repente las mariposas empiezan a volar y se van yo las sigo. Me dirigen hacia Lejos de Todo. Cerca de un ser que ni sabía que existía. Sabía que estaba, pero no lo había visto ser.
Cuando sus ojos de cielo (cielo lindo, no cielo aburrido, él es cielo lindo) me miraron, las mariposas se convirtieron en elefantes y me pasaron por arriba y casi me muero, pero sobreviví. Sobreviví por él y para él. Para sus ojos de cielo lindo, sus labios de noche estrellada y su piel de polen. Y después de haber sobrevivido me hice feliz y se hizo feliz, olvidando todo lo que estaba por venir.
Las ondas sonoras y los sentimientos expresados desde nuestros ojos fueron llenando el espacio, dejando cada vez menos lugar en el mundo para nosotros, hasta que terminamos en el suelo, uno al lado del otro, re-pegados, re-juntos, re-volcados. Y cada vez menos espacio: Una pierna al lado de la otra. Después los hombros. Después las manos. Las bocas. Los pechos. Las panzas. Nos fundimos en una sola energía, tan de repente. Y qué mejor forma de separarse que con una sonrisa. La sonrisa de los mil lamentos echados afuera, del comienzo de la felicidad, del adiós a todo lo malo y el hola a todo lo lindo.

Nada me importa excepto esta vida a la que quiero pertenecer, desde aquél día, hasta que termine mi mundo. La única vida que quiero sentir, la única que quiero vivir, la única que quiero querer.
Se acabaron mis "capaz". Se acabaron mis "no", mis corridas, mis escapatorias. Me acabé yo como persona fundida en su propia piel. Este es el punto final de una historia que no quiero contar más. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario