Días de llantos.
Cuando no me ves lloro.
Lloro las ganas de verte, lloro la impotencia que me genera que me ignores así. Lloro porque no sé si creerte que me amás, lloro porque no sé si me amaste hasta ahora. Lloro porque tengo miedo de repetir historias, lloro porque esas historias fueron pesadillas. Lloro porque fui feliz durante mucho tiempo y sin descanso hasta el día de hoy, lloro porque me sentía bien. Lloro porque no me ves, lloro porque te extraño. Lloro porque nada de ésto tiene demasiado sentido y sin embargo me desató una cantidad fenomenal de emociones que me escandalizan la vida, lloro porque sí.
Lloro porque creo que con esto me estoy yendo a la mierda.
Brotan lágrimas suavemente. No es un llanto espasmódico, ni con desesperación, ni con ruido, ni gritos ni angustia. Simplemente comienza a salir, muy de a poco, todo lo que reprimí durante estos últimos días: más que nada, expreso mi miedo.
Miedo a perderte. Miedo a que te vayas, a que me dejes. Miedo a que me destruyan de vuelta. Miedo porque no voy a aguantar otro fracaso. No puedo. No me da más el alma.
La ignorancia mata.
Tengo una necesidad atroz de hacer un planteo. Toda mi vida, hasta ahora, había sido ajena a esta necesidad. Hasta llegué a considerarla patética.
Pero ahora tengo esa compulsión de no dejarlo hablar, de decirle en la cara todo lo que me molesta, de pedirle que me mate pero que no me haga esto, de perder el control y moverme espasmódicamente de un lado a otro mientras digo cosas descontroladas y sin filtro de las cuales seguramente me arrepienta al día siguiente, de atosigarlo con ideas estúpidas que debo haber inventado sin justificación alguna y de irme caminando rápidamente, sentarme en el cordón de alguna calle y largarme a llorar con todas mis fuerzas, para terminar de sacar este conjunto de emociones mortificadoras encontradas.
Me quiero hundir. En dónde ser, me quiero hundir.
Hundirme en una depresión. Hundirme en tus arenas movedizas. Hundirme entre un par de piernas largas, de piel suave y tersa. Hundirme en los brazos de mis amigos. Hundirme en un océano de lágrimas. Hundirme, ahogarme... Morirme.
La sociedad de los poetas muertos.
-No olviden que a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo [...]. Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería... son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor, son cosas que nos mantienen vivos.
(Dreaming my life away counts for nothing)
Si mi boca explotó fue porque no me dejaste hablar.
Si mi cabeza se partió fue porque no me dejate expresar.
Si mi cielo se vino abajo fue porque no me dejaste escribir.
Si mis ojos se murieron fue porque no me dejaste leer.
Si me alejé de este mundo, fue porque no me dejó ser.
Sangre - de - tintA
Sangre azul, sangre de tinta. Vórtices trigonométricos. Parecen metal, como tu rostro de hierro. Tus emociones, frías de acero. Tu insensibilidad, manos que no tocan, corazón que no ve, ojos que no sienten.
Sangre de tinta porque escribir me corre por las venas, porque necesito expresarme, no como vos, piel de elefante, cal y arena, mezcla horrible. Piedra.
Sangre de tinta desmiembra el sentido de las oraciones que suele poder enhebrar y enredar tan bien... hoy no, no puede malabarear con las cosas porque la mente le pesa un poco (bastante, en realidad) y porque creo que tampoco quiere hacerlo, es mejor el fluir de la consciencia y que salgan estas cosas que a veces cuesta hacer salir. Es mejor así, sí. Siente como respira el alma, en un soplo de libertad soñada. Sí, se siente como calma. Dulce, hermosa clama. Ya se irá...
(Tuve un orgasmo mientras escribía esto ♥)
Un recuerdo regalado.
Para mí, los regalos lindos son los chiquititos: ese beso donde el otro sabe que te gusta, ese corazón mal dibujado en una hoja de la agenda, una comida que guste mucho, un boleto de colectivo con una frase atrás, una foto de cualquier cosa a la que le puedas dar un significado, una hoja seca recogida el primer día de otoño, un disco improvisado, un recuerdo, cualquier objeto común redecorado, una piedra rara, algún dibujito, esa sonrisa especial que no se da siempre, un té juntos, o simplemente cualquier cosa de las anteriores partida a la mitad.
Igual, vos lo lograste.
Tengo el temor de que mi pasión sea más grande que la suya. Porque mi forma de amar es así, apasionada, llena de cosas que a veces otros no sienten. Yo, no sólo necesito amar y ser amada para sostener una relación. Necesito también apasionarme y ser el objeto de la pasión del otro.
(Quiero ser el aire en sus pulmones, la sangre en sus venas, el néctar de sus flores y el elixir de su vida. Quiero ser todo, que es mucha más que sólo una amante. Quiero ser novia y amiga, confidente, sostén, apoyo, felicidad y paz. Quiero ser vida y obra, quiero ser su diversión, quiero ser su deporte, su escultura, su necesidad y su orgullo. Quiero ser todo eso que él es para mí.)
Acabo de descubrir que soy complicada. A pesar del amor, me urgen otras cosas. Cosas que me pudo dar una sola persona en toda mi corta vida.
(Me urgen: risas, música, arte, conversación, sexo, emoción, placer y profundidad.)
Ahora entiendo por qué soy capaz de amar tan fácilmente. Porque, para mí, amar no es más que un componente de todo esto. Amar no es lo clave en mi mundo.
Soy la felicidad más difícil de lograr y la más complicada de hacer durar. Soy simple para amar, pero no para todo lo otro, que, al fin y al cabo, termina siendo tan crucial como el amor.
(Qué quilombo)
Copla pa' mis vueltas:
Me cuesta pedirle a mi sangre que se calle para poder así yo escuchar a mi parte más racional. Porque a mí la sangre me hierve y me grita y me dice y ordena. Y yo hago lo que me dice, porque eso es lo que me nace y no lo que se me ocurre. Porque lo que se me ocurre en realidad no se me ocurre, sino que son cosas que alguien ya me dijo o que yo ya escuché y que quedaron grabadas en mí, sea yo consciente de esto o no.
Entonces decía yo que hago lo que la sangre y no lo que la mente, o por lo menos eso intento; y que no me sale ser racional, aunque a veces sea necesario, como ahora. Por eso esta vez me digo que sería bueno poder pensar, porque lo necesito, porque tengo dudas. Y me respondo, a la vez, que estas cosas no se piensan, se sienten, se demuestran. No se analizan, se viven. Así dejo las dudas que me ensombrecen y hasta que me hacen llorar, como aquella vez en la que no me aguanté y los lagrimones me saltaron de los ojos y me lloré todo un mar en su hombro. Porque escribiendo disipo las dudas y disipando las dudas estoy aprendiendo y, en realidad, me están enseñando a ser feliz.
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