Receta para evitar desilusiones.

Soy de esas que se confunden y creen que pueden hacer feliz a todo el mundo.

Nota mental: Hay gente que no necesita que la hagan feliz, a otros le vendría bien pero no lo quieren y con otros simplemente no se puede hacer nada.
La desilusión de no poder hacer feliz al otro puede someter a un sentimiento de decepción con uno mismo. Ese sentimiento corrompe a la persona que lo sufre, baja su autoestima y comienza a desarmarla desde adentro hacia afuera. Pero es evitable: Sólo se debe eludir todo sentimiento positivo. También es crucial dejar de confiar en la gente y encerrarse en uno mismo. Olvidar a todo aquel que se haya acercado alguna vez y no dejar que se acerque nadie nuevo. Restringirse a unas pocas relaciones que no superen el triángulo familiar directo-uno mismo-círculo íntimo de amistades. Y seguir mirando para adelante, siempre. Porque mirar hacia atrás es aferrarse al pasado.
Y no se debe estar aferrado a nada.

Desarmarse.

Cometer errores
de los que a veces se cometen,
vacilar y sonreír
mintiendo.

Y llorar las lágrimas
sin afrontar el sentimiento,
amar todo el tiempo
sin saber a qué.

Desarmarse,
como se desarma el viento
para poder convertirse
en mi aliento.

Aflorar una pena
marchita,
ajena
fuera de sí.

Volar sin sentido
y dividir
el alma y el cuerpo
para ya no sentir.
La frustrante sensación de que todo acabó, de nuevo. 
Qué raro, Mica, ¡otra vez repitiendo historias! ¿Cuántas van ya? ¿Tres, cuatro? ¿Pensás seguir sumando fracasos o, alguna vez en tu vida, vas a afrontar que la culpa la tenés vos por ser tan confiada?
Nunca más, eh. Nunca más. Esta vez me dolió en serio. Nunca más.

Volveré a ser lo que no fui nunca.

Lágrimas que rebalsan desde este cuerpo vacío, remiten una tristeza desbordante, abrumadora. Es mi alma muriendo, secándose desde adentro hacia afuera, para volver a ser como era antes.
Este período de mi vida fue un bache, en el que subí al cielo a tocar nubes con las pestañas. Pero ya se acaba y, como en todo período, viene el descenso, en el cual nado en el peor infierno por un tiempo antes de volver a la estabilidad que me brinda ser una persona de sentimientos acorazados.
Volveré, así, a ser arisca, poco demostrativa, menos inocente, evasiva y objetiva. Volveré a dejar el compromiso y el amor de lado, y reivindicaré mi figura de mujer independiente. Volveré a ser fuerte.
Volveré, también, a sentirme sola en las tardes y volveré a llorar a en las noches. Volveré a desestimar mi propia personalidad y a hundirme entre sábanas ajenas sin ningún sentido. Volveré a anhelar un suspiro, un perfume y una sonrisa. Volveré a extrañar, pero esta vez, como nunca antes, pues nunca antes me había enamorado.
Y aunque mi orgullo, en parte, me prohíba decirlo, por otro lado necesito hacerlo: No quiero volver.

Setenta y te extraño.

Felices setenta años al señor ese que a pesar de ser un abuelo, pegaba posters de los Rolling Stones en su casa, que tenía los dedos de las manos pegados, que tarareaba canciones de Charly García para que a mi se me pegaran, que guardaba caramelos en el frizzer para no dármelos derretidos (él sabía que yo los odiaba derretidos), que se armaba sus propios cigarros, que jugaba todas las tardes conmigo (a eso de las siete, después de tomar mates), que me iba a buscar al jardín de infantes, que seguía, complementaba y era parte de mis historias de niña, que me crió los primeros años de mi vida, me cuidó, me enseñó, me complació y me hizo reír tanto. Gracias.

Te extraño.

that's what you have


Hay cosas que duelen de más.

Jugamos el papel de víctimas para dar lástima, para quedar bien. Y, al fin y al cabo, no le damos lástima a nadie más que a nosotros mismos.


Basta, te amo, te necesito, volvé a sonreirme, no aguanto más, no puedo seguir así.

Texto de autoayuda barato + carta al lector.

No es fácil. Nada es fácil, pero esto menos. No es fácil encontrar las palabras justas, ni los modos correctos para hablar de esto. Tampoco es fácil ordenar los sentimientos, separarlos de los pensamientos, apartarlos de nuestros prejuicios y liberarnos de nuestro bagaje emocional.
De todo lo que nos pasa en la vida, se obtiene una enseñanza. Estas enseñanzas son interpretadas de diversas formas por cada uno de nosotros. A mí, la vida me enseñó a encerrarme, a olvidarme, a no perdonar, a mirar siempre para adelante, a saber ser fuerte, a no sostenerme de nada que no sea yo misma. Y no porque la vida haya sido dura conmigo, sino porque todo lo que me dio alguna vez, me lo sacó sin previo aviso.
Me llevé decepciones, se me alejó mucha gente que significaba mucho para mí, me mintieron, jugaron conmigo, se equivocaron sin darse cuenta que atrás de ellos (o al lado, mejor dicho) estaba yo. Y soporté muchas cosas de mucha gente, aguanté y aguanto prejuicios, quejas, planteos y llantos que en realidad no  me corresponden. Pero no puedo ser tan egoísta como para no prestar un hombro, no dar un abrazo y dar vuelta la cara.
Y, de todas formas, fue así como nos conocimos. Vos desesperado, dolido y usado, poniéndole el hombro a una relación que no daba más y yo, sola, como siempre, tranquila, dispuesta a dar y esperando, por una vez en la vida, recibir.
Acabaste con todo. Terminaste mi vida como la había sabido mantener hasta ese momento. El amor es una mierda, te desestabiliza todo. Yo supuse que podía manejarlo pero es imposible. Encontrar el equilibrio entre dos personas, dos vidas, dos tiempos, dos temperaturas, dos voces diferentes es difícil. Es un barquito de nuez en el océano: perdemos el rumbo, nos ahogamos, nos caemos, nos hundimos. Nos perdemos.
Me desarmé como persona, cambié y sigo cambiando: me abrí, empecé a sentir, confié, reí, amé. Y ahora, siento que necesito volver a ser yo, volver a la roca, al hielo, a la frialdad y al acero, porque tengo miedo.
Miedo a miles de cosas, inexplicables, fantasiosas, estúpidas. Pero miedo al fin, y miedo del que no se contiene. Parece que soy la única persona en el mundo que cree que los defectos son menos importantes que el amor que se tienen dos personas. ¿Que acaso no pesan más los momentos vividos que los errores cometidos? ¿No pesan más los besos que las lágrimas? ¿No pesan más las horas juntos que los minutos que me tuviste que esperar?
No sos el único que dejó cosas, que renunció, que se esforzó. No entiendo tu persistente enojo. No te olvides que yo tuve que cambiar mi forma de ser para poder estar con vos. Cambié de mentalidad, de prioridades, de tiempos y de humores. Cambié mucho y todo por vos. Te necesito como nunca necesité a nadie en el mundo. Te convertiste en mi vida. Ya no sé qué hacer para detener tu enojo, no puedo aguantar más esto así.
Vos lo dijiste, no existe la relación perfecta. Pero de ahí a estar enojado cuando ya te pedí perdón y te aseguré un cambio, hay un largo trecho. Basta, volvamos a lo que éramos, volvamos a ser lo que hace al otro feliz, volvamos a ser la sonrisa, la alegría, el sol, las tardes tirados en el pasto, la risa, el amor. Volvamos a ser nosotros, por favor te lo pido.

Desde el viento en la montaña hasta la espuma del mar.

Desde el despertar hasta el dormirse de nuevo, juntos. El ciclo de un día de nuestras vidas, juntos. Desde la mañana despejada hasta la noche oscura y fría, juntos, enroscados entre nosotros mismos, el uno con el otro, palpitándonos. Sintiéndonos respirar toda la noche, entre el calor del otro ser y el de una manta compartida. Amándonos, desde el Sol hasta la Luna, desde el celeste hasta el azul profundo, desde las nubes hasta las estrellas. Juntos, compartidos, como se comparten un café y un disco de Serú Girán, un sahumerio y un cigarro. Juntos como quisieran estar tantos, pero mueren en el intento, se desarman, se desgarran, se aplastan el uno con el otro con tal de llegar a la cima, a la cual quizás llegan, pero solos. Juntos como se juntan los amigos a tomar mates y tocar la guitarra, como se juntan el té y el azúcar cuando revolvés, como se juntan los besos y los abrazos en este cuarto. Desde la primer estrofa hasta la última, juntos. Desde que el mar despierta para abrazar tus pies fríos hasta que la sábana te cubre de seguridad desesperada. Juntos.
Porque nada importa, nada vale más y a nadie pude amar así: Juntos.