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Espacio para dos.

Me hace mal esta cama, es demasiado grande para mí niñez etérea y mi desarreglo constante. Me sobran mantas, sábanas y almohadas. Me sobra espacio. Me falta tiempo para conseguir quien lo ocupe, quien lo complete, quien lo comparta conmigo.
Tengo frío en el alma. La necesidad me consume, la sangre me hierve fervientemente. Puede ser por diferentes motivos: que me hayan dejado parada completamente sola en el clímax de mi vida, que me hayan mostrado cómo y con quién pero no me hayan dejado probarlo, que me hayan abierto los ojos entre cosquillas, que me hayan mostrado algunos cielos y que ya no me dejen volver a verlos.

Profundidad, 
siento adentro: huecos, vórtices, remolinos.
Duele algo y no se sabe qué,
pincha y sangra.
Y de heridas viejas
se alimenta un mantra
de extensas repeticiones
que a mi mente, continuamente, desarma.

Persiste la noción,
decorada pero eterna,
de que la vida pasa y se va
y que la felicidad sigue estando.
Y aunque necesite mentirme para llorar,
soy la fiel expresión -de vez en cuando-
de que nada va a cambiar
(una sonrisa sigue siendo una sonrisa;
y tal vez ya no seas vos mi razón,
ahora será otro
el que me recorra y me de calor)

Te invito.

Te invito,
te espero
Faltás vós, acá.
en la cama
en la cima de esta montaña
para alcanzar lo más lejano
lo más profundo
lo más pagano
y sentir
como nunca,
como cada vez que se afinan los sentidos,
que se pierden los sonidos,
que se funden las señales
y nos convertimos en carne,
nada más ni nada menos.
Bebamos, brindemos
con veneno, elixir o fuego
que igual nos recorrerán
algunos brotes de felicidad.
Seamos dos en uno
un pliegue absurdo
entre dos bocas necesitadas
que con fulgor, pasión, entrañas,
andan buscándose.

Sí, buscame
que mi cuerpo fue creado para vos,
tus dedos, cariño, calor.

Desarmarse.

Cometer errores
de los que a veces se cometen,
vacilar y sonreír
mintiendo.

Y llorar las lágrimas
sin afrontar el sentimiento,
amar todo el tiempo
sin saber a qué.

Desarmarse,
como se desarma el viento
para poder convertirse
en mi aliento.

Aflorar una pena
marchita,
ajena
fuera de sí.

Volar sin sentido
y dividir
el alma y el cuerpo
para ya no sentir.

La sociedad de los poetas muertos.



-No olviden que a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo [...]. Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería... son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor, son cosas que nos mantienen vivos.

(Dreaming my life away counts for nothing)


Si mi boca explotó fue porque no me dejaste hablar.
Si mi cabeza se partió fue porque no me dejate expresar.
Si mi cielo se vino abajo fue porque no me dejaste escribir.
Si mis ojos se murieron fue porque no me dejaste leer.

Si me alejé de este mundo, fue porque no me dejó ser.

Grita, llora, reza.

"¡Amén!" grita.
Grita, grita, grita.
Siempre grita, siempre llora.
Siempre reza.
¿Es que nunca se calla esta mujer?

Más fuerte, más fuerte,
a ver si para de gritar.
Más fuerte, más grita.

Más lento entonces,
más despacio.
Y me grita que quiere más.

Le hago caso para que no me siga gritando
y empieza a rezar.
Y no acaba hasta que acaba.

"¡Amén!" girta.
Se acabó, pienso yo.
(Gracias... ¿A Dios?)

Grito, lágrima y veneno soy.

¿Puedo?
¿Puedo no abrir los ojos otra vez?
No siento el alma.
Soy un grito,
grito desesperado.
Y de dolor.


Estoy vacía.
Hago mal.


Lloro.
Lloro y mis lágrimas son veneno,
el veneno bebido
por cada flor
a mi alrededor.

Líneas nada más.

Tu cuerpo: 



La obra de arte que vibra, que siente, que se sonroja ante las emociones. La pintura que sabe pintar, la escultura que sabe esculpir. Es la música hecha y desecha, pero también quien la hace y deshace. Y es quien ama y sabe amar. Y quien produce sensaciones, sentimientos y saberes. Es quien intenta y a quien le duele el fracasar, quien se lamenta por no saber volar, quien se limita y reclama libertad.

Son las líneas jóvenes que se acarician con la yema de un dedo, son las marcas que recolectaste al aprender, al reír y al jugar. Es lo que contruíste, lo que destruíste, lo innato y lo adquirido. Son las ganas, la energía y el sudor. Son la fuerza y el trabajo, la valentía y tu entusiasmo. Es todo lo que te recorro hoy, mañana, siempre. Es con lo que odiás, amás, percibís, enseñás. Es la culminación de una metáfora que caracteriza al paraíso. Es el sentido poético del amor en sí mismo, el cuero de una utopía, la figura de un espíritu, de un alma. Es la piel y la cosquilla, el beso y, de la persona, solamente la semilla.

Carmen de colores.

Carmen de colores.
Te mira y te lleva
con su voz, sus colores.
Salen de sus venas
las mariposas, a borbotones.

Le han enseñado a vivir
sólo sus penas y sus dolores.
Y ha aprendido a seguir,
llena de vida, dibujando a las flores.




Hola, amiga. Feliz cumpleaños.

Mariposa.

Mariposa por la ventana, se va muriendo, no queda nada.
De a poco aprovecho, se posa sola, y se va muriendo.
Mariposa por la ventana, entra, duerme, en paz descansa.
Mariposa que no dejaron ser, se posa en su lecho y no vuelve a nacer.
Mariposa de pocas andanzas, hoy naces, mañana desansas.
De a poco se va muriendo, relaja sus alas, siempre en silencio.


Profunda.

Me encuentro en la inmortalidad del pensamiento de otro ser.
Me atravieso como una daga, envenenada, en cuerpo y en alma.
El alma y el cuerpo. La vuelta. El regreso.
No soy yo. Soy el Universo.
Y sin embargo me fijo, me muestro. Y, como nada queda, es un nuevo comienzo.