autómata I

no hay cuentos
no hay poemas
                  ni historias
solo palabras que se tensan
y te salen de la boca
y como pájaro cantarás
como un pueblo viejo contarás
pero cuentos, no, no habrá
no habrá poemas
                    ni historias
solo palabras                que te forman.

conversación conmigo

Un día entendí que mi cuerpo me advertía cuando algo iba a salir mal. Me lo hacía saber con señales en la calle y en mi cabeza, con un nerviosismo general que sólo se presentaba de vez en cuando. Más de una vez miré para adelante en vez de para adentro y seguí. Siempre algo salió mal. 
Hablo de situaciones límites: de jugar no sólo con la moralidad, sino con la salud, la familia, el tiempo. Curé estas heridas surciéndolas yo misma, removiendo aires viejos, haciéndole caso a mi cuerpo somatizador. Me curé, cosí venas.
Hoy reveo, reaprendo, revisito las ideas aquellas que había dejado en piloto automático porque entiendo, comprendo y aprendo que a veces estas cuestiones van mucho más allá de mi relación cuerpo-mente-entorno. Cuando implican a alguien más no debo arrastrar, puesto que quizás a esta persona no le tiembla el pecho, no se le rompen los alvéolos, no comienza a sangrar. Quizás esta persona siente lo que yo no, lo que yo siento otras veces, ese galopar incesante desde las rodillas hasta los dedos de las manos, ese respirar hasta el fondo, esas ganas, ganas, eso es: ganas de hacerlo. Seguridad, esbozo de sonrisa, complicidad, abrazo. Eso no lo siento hoy, quizás vos sí. Quizás deba pedirte perdón por no acompañarte esta noche, quizás pedírtelo porque intenté arrastrarte conmigo todo el día hasta que me senté a escribir esto y comprendí que en la catarsis se esconde la realidad que debo ver: no quiero ser lo que no soy, por lo tanto no quiero que seas lo que no sos. Somos impulsos. Respondemos a impulsos. Debemos seguirlos, debo entender que no soy solo yo la que los vive y los persigue y de ellos se sostiene.
Me suicido en cada sueño. Digo "sueño" y no "pesadilla" porque no es malo morir de vez en cuando. No tengo razones para afirmar esto, excepto la razón que me da soñar con mi muerte todo el tiempo.
Así, por lo menos, mis espacios vacíos se sumergen en el mar más salado. Digo salado porque se condimentan un poco y vuelven a reflote, un poco más fuertes que antes.

madre-tierra

Fue en verano. Me perdí en un bosque que tenía vida propia. No, me equivoco: el bosque no tenía una vida, sino que había absorbido mi vida y la de otros cinco para jugar con nosotros, que quedamos absortos, sin comprender de reglas, de palabras, de tiempo. No comprendimos, es decir, nadie comprendería esa conjunción subalterna de seis dimensiones abrasantes, profundas, tan hundidas en sí mismas. 
El vino se convirtió en la sangre de la tierra que vivió eterna sólo por una noche y creó figuras, personajes, animales. Los creó para nosotros, para que juguemos con ella, para que le evitemos el abandono y no la pisemos sin pensarla, por una noche, por unas horas de juego encantado, de bosque viviente, de ramas-árboles-duendes-muertes que existían y que pensaban. Que enredaban. Y que entendían. Ellos sí entendían.
Fue así como mis ojos me dejaron de pertenecer y me mostraron cosas que nunca había visto (y que nunca voy a volver a ver, porque cuando la tierra juega, siempre lo hace de forma diferente, cada vez que se le da vida absorbe algo distinto y crea cosas que surgen como montañas en las mentes y luego se deshacen, son buscadas, son perseguidas: no se encuentra más que un efímero recuerdo, quizás hasta roza lo onírico, lo incomprensible de la inmensidad del cosmos reflectada en una leve imagen. Los rastros de la creación se vuelan fácil. Pero el caos está siempre, plantado. Presente. Latiendo, como lo hizo la noche misma, esa noche. Se sacudía, las estrellas caían para resurgir en su cúpula, el viento bailaba para nosotros.
Aún así, el suelo nos expulsó del bosque, como una madre pariendo. Sí que fue duro el transcurso, fue dura la salida, el nacimiento. Y sin embargo nos preparó algo mejor, nos regaló el Sol por unos instantes, nos cedió la luz eterna y el color que le había faltado a la noche oscura, con nosotros encerrados entre árboles y estrellas. Vimos el Sol. Vimos rosas, verdes y violetas. Vimos rojos, naranjas y azules. Vimos vida, fuego, energía creando, proyectando. Resurgimos. Volvimos a nacer. Realizamos. Lloramos de belleza. Lloré de miedo. Reí de culpa. ¿Qué me hice, qué te estoy haciendo? Bordeé la locura, no dormí, no pude conectarme con mis necesidades terrenales, corpóreas. No pude abastecerme. Fui poca materia y mucho material. Fui mente, universo, polvo. Broté. Busqué los frutos. Encontré belleza. Hoy despierto y no sólo no comprendo, sino que no creo. No creo que haya que comprender. Y me acordé de mis pupilas y de tus ojos verdes y me sentí encerrada en este mundo y en mi locura. Y, claro, sin quererlo, pero busqué darte el miedo que yo tenía, quería acabar con todo, no quería estar sola, no quería temer sola. Quería volver, volver a beberte, volver a sentir sin que me duela, volver a temblar por placer y no por frío.miedo.dolor. No podía aguantar el metal en mi cabeza, el cemento en mi espalda, los pesos que conlleva la vida, el humo, el silencio, y los epitafios escondidos entre mis alvéolos.  Quise sangrar, quise dormir, quise despertar. No logré nada más que olvidar la belleza que el mundo me había regalado horas antes. Me olvidé del espacio y el tiempo y me sentí encerrada en mi pasado más lejano, en mis paredes y en mi familia. Olvidé las flores y los versos. Mi boca supo a muerte. Luego dormí.

Desperté entre tus brazos, con la cabeza donde debía estar. Desperté con la inmensa felicidad de recordar sólo lo que debía. Desperté amándote y pudiendo mirarte de nuevo. Olvidé el miedo y recordé el susto con risa y, más que nada, tranquilidad.

Seis meses más tarde escribo. Hoy comprendo: seis pares de pupilas son hermanas. Renacieron juntas aquel día.
Que ciertas cosas me pisan los talones, supongo que será verdad.
Será verdad también que el tiempo me consume como yo consumo cigarrillos y podría ser verdad que también me consumo entre los dedos de alguien. 
Será verdad que el futuro que ya me huelo, palpo y siento en realidad ya es mi presente porque sucede a cada instante. ¿Cómo explicarlo? Es mirar al horizonte sin darte cuenta de que ya estás parada en otro horizonte. Es correr tras el viento sin percibir que él está adelante, al lado y por detrás. Simplemente es y será. Y las burdas preguntas de quienes se crean existencialistas quedarán fácilmente ahogadas en el pensamiento abstracto de un bicho o animal o persona de instinto, salvaje, ¡que vive, carajo! porque no hay mañana te digo, no hay nada.
Vivimos afiebrados, como el suelo que llenamos de cemento. Lo recubrimos de esa coraza idiota como nos recubrimos a nosotros mismos. Nos alejamos del contacto, nos atrofiamos los sentidos.
Hay que renovar. Destruir, volver a crear.
Despertarse y repensar. Oler y beber el ritmo de los días y las noches. Abrazarse a lo que respira y no a lo que habla nuestro mismo idioma.

The big dream.


Yo no quiero que te desangres por mí. Quiero estar cuando sangres. 
No quiero llevarte el desayuno a la cama, quiero que me desayunes todas las mañanas.
No quiero que dejes de fumar, quiero que me consumas a mí también, que me saborees con la boca y la nariz, que me hagas rodar entre tus dedos y me dejes hecha cenizas. 
Del caos surgen nuevas creaciones: Quiero que me destruyas y me reconstruyas. No sólo quiero que acabes, sino que quiero que vuelvas a empezar.
Quiero estrujarme la cabeza, quiero escurrirla para ver si gotean algunas palabras, porque ya me cansé de escribir, me cansé de escribirte pero quiero que me leas. Quiero que me repases línea por línea, quiero que leas cada renglón que escribo y describo, quiero que huelas el olor a libro entre mis páginas, quiero que roces con tu dedo cada verso y marques lo que más te gusta en donde más te guste.
No quiero llorar más, en serio, no quiero. Quiero estar con vos. No quiero dar vueltas ni subir y bajar a cada rato. Me basta con hablar con vos para evitar esas cosas. No quiero que me cueste dormir, quiero dormir como cuando estoy con vos: de forma profunda, entera, suave, caliente. No quiero tomar café para mantenerme despierta, quiero que me despiertes. Quiero que me obligues a escuchar música y me incites a pensar. Quiero que me enseñes a mantenerme callada y quiero enseñarte a hablar más. Quiero fluir entre tus venas y besarte de adentro hacia afuera.
Y no quiero apreciarme, ni tener un ego que rebalse, no me interesa. No me interesa sentir nada por mí, solo me interesa ser. Pero a veces se me escapan algunas cosas, ideas se meten en mi cabeza y me hacen pensar que debería estar agradecida u orgullosa por tenerte. No: yo no te tengo, no te poseo, simplemente te volviste una parte mía con el tiempo. Yo no amo esta relación, el ente que crece a costa nuestro. Yo te amo a vos, como sos: devorador, abrasador, creativo. Humano, muy humano.

Buganvillas

Yo sangro a través de las palabras. Sangre de tinta: porque yo no sangro, yo escribo.
Yo no escupo, yo escribo.
Yo lloro y escribo.
Vomito palabras. Me brotan, germinan en mí, se extienden por mi cuerpo como madreselvas, afloran a través de la tinta o de mi voz. Soy palabra: Devoro palabras, respiro palabras.
Y de tanto repetir la palabra "palabras" ya siento que es una planta, como las buganvillas. 

Palabra: dícese de una planta trepadora con flores violetas.
Ya sé que no es conveniente hablar de esto precisamente a estas horas, cuando está todo oscuro. Ya me lo dijeron antes. Lo que pasa es que tengo una necesidad irreverente de escribir estas empantanadas palabras, como para ennegrecer más el paisaje y, de paso, sacarme un peso de encima.
Hablo de oscuridad porque mi mente de a ratos se apaga, se anula. Se extingue, como los fuegos. No importa cuánto hayan ardido, los fuegos siempre terminan por extinguirse.
Hablo de necesidad irreverente porque necesito otro mundo. Ne-ce-si-to. Como respirar, comer, dormir, necesito. Porque ya estas cosas se volvieron superfluas y carecen de sentido y, si carecen de sentido las necesidades básicas, ¿qué mínimo, ínfimo, astillado sentido podrían llegar a tener los gustos o los miedos o el paisaje? ¿Qué porcentaje de sentido tendrían en mi vida las leyes, las reglas, las costumbres? Me quiero mudar del mundo por esto, porque no pertenezco a las vicisitudes del día a día y, a la vez, tampoco pertenezo a los sueños del pasado o a los recuerdos del futuro. Hace tiempo me despedí del tiempo, de la línea, la vida, las salidas, los caminos y las metas. Después de todo, no existen los "sin embargo" en la vida a la que llaman "real". No hay una regla ni una excepción a lo que fuiste-sos-serás. No hay ideas ni opiniones, ni si quiera esbozos de un plan. No hay ni polvo y todos acá piensan que hay un sentido, buscan un sentido, gastan su tiempo-vida-existencia buscando el camino o el dios o su destino. SU destino. Si es propio ¿a dónde lo buscan? Está adentro.
Por eso me quier mudar de mundo. Porque no pertenezco. Porque no me encuentro ni en mis ojos. Y si no me encuentro yo, ¿a dónde voy a buscar?

Abajo.

Nada pasa.
La fruta madura se desprenderá del árbol
y nada pasa.
Se pudrirá y consumirá hasta secarse
hasta saberse muerta.

Desintegración,
apaciguamiento.
Desaparición,
calma.
Abandono del ser
alejamiento del yo propio
abducción inversa
caigo como caen las manzanas.

Caigo como caen todas las cosas cuando son arrojadas.

A mí me arrojaron al mundo
mundo desgraciado
por eso caigo.