Ya sé que no es conveniente hablar de esto precisamente a estas horas, cuando está todo oscuro. Ya me lo dijeron antes. Lo que pasa es que tengo una necesidad irreverente de escribir estas empantanadas palabras, como para ennegrecer más el paisaje y, de paso, sacarme un peso de encima.
Hablo de oscuridad porque mi mente de a ratos se apaga, se anula. Se extingue, como los fuegos. No importa cuánto hayan ardido, los fuegos siempre terminan por extinguirse.
Hablo de necesidad irreverente porque necesito otro mundo. Ne-ce-si-to. Como respirar, comer, dormir, necesito. Porque ya estas cosas se volvieron superfluas y carecen de sentido y, si carecen de sentido las necesidades básicas, ¿qué mínimo, ínfimo, astillado sentido podrían llegar a tener los gustos o los miedos o el paisaje? ¿Qué porcentaje de sentido tendrían en mi vida las leyes, las reglas, las costumbres? Me quiero mudar del mundo por esto, porque no pertenezco a las vicisitudes del día a día y, a la vez, tampoco pertenezo a los sueños del pasado o a los recuerdos del futuro. Hace tiempo me despedí del tiempo, de la línea, la vida, las salidas, los caminos y las metas. Después de todo, no existen los "sin embargo" en la vida a la que llaman "real". No hay una regla ni una excepción a lo que fuiste-sos-serás. No hay ideas ni opiniones, ni si quiera esbozos de un plan. No hay ni polvo y todos acá piensan que hay un sentido, buscan un sentido, gastan su tiempo-vida-existencia buscando el camino o el dios o su destino. SU destino. Si es propio ¿a dónde lo buscan? Está adentro.
Por eso me quier mudar de mundo. Porque no pertenezco. Porque no me encuentro ni en mis ojos. Y si no me encuentro yo, ¿a dónde voy a buscar?

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