II

enredada en la dureza de tu vaho
vehemente la piedra en tu cara
olfatear delicias entre las rodillas
mecerse en el lecho del cuerpo ajeno

ahí morir
no sentir más
improvisto de detalles
mundo superfluo quisiera acabar
con vos
con el mundo superfluo

esperar recompensas de los días y las noches
y que vengan
pasen por mi cara de fragmento recortado de una historia inconclusa y sin sentido
y se vayan
así, sin más, escapando del minuto que persigue
y que el tiempo se burle de mi cara de fragmento remendado con historias inconclusas sin sentido

I: El sentimiento.

de piedra no el corazón
sino la cabeza
porque con él no piensa
con ella siente

el sentimiento es otro pensamiento más
pura la desgracia en la que emerge
aunque espontáneo
aunque emoción
aunque descontrol
es imaginación

es desgracia que emerge

Disputa.

Amar:
Inteligentemente pero con locura.
Con la ferocidad de la que es capaz el corazón cuando recién descubre lo que es amar.
Con la intensidad del mejor de los orgasmos y con la paz de los movimientos un sauce cuando el viento tranquilo de abril hace bailar sus débiles ramas con suavidad.

La pasión, si no se saca de adentro, no es pasión: es miedo. Guardar, acumular, coleccionar deseos, gustos y amor son actos dignos de cobardes, de personas que no dan rienda suelta a sus sentimientos. Toda pasión reprimida converge en el temor. Sentir requiere cierto grado de valentía porque lo efímero de las emociones hace que la desconfianza aparezca, acechante, lista para plantear dudas que inmovilizan el accionar y el sentir humano. La duda es la maleza del sentimiento. Sin embargo, es la semilla del pensamiento. Este carácter contradictorio confluye en una disputa que detiene el fluir emocional, simplemente porque hace que uno comience a pensar acerca de lo que siente. Racionalizar lo espontáneo inevitablemente nos lleva al camino de la espera. El sentimiento y el pensamiento tienen dos tiempos diferentes dentro del tiempo de nuestra mente. El primero fluye al igual que nuestra vida: el sentir es espontáneo y contemporáneo a lo que nos sucede. En cambio, por lo menos para mí, el pensamiento se da anacrónicamente: los momentos de análisis construyen un paréntesis a nuestro al rededor. Por más de que el planeta siga girando, el que logra la completa abstracción a la hora de reflexionar podrá comprobar que las cosas no suceden ni cambian su curso mientras estamos pensando. Es por esto que el uso de expresiones tales como "se detuvo a pensar" o "a reflexionar" o "a observar" son tan comunes. Por el contrario, nadie se detiene a amar, ni a reír, ni a perdonar porque esas cosas nacen y se dan. Emergen desde nuestro interior casi sin control, hacia la superficie que tiene contacto con el mundo externo. Sólo nosotros mismos, en un momento de racionalidad, podemos detener el florecimiento. La represión es el acto de sostener los sentimientos en nuestro tórax (la cárcel corporal metafórica del ser humano). Pero no hay represión que mate. De hecho, ella alimenta la pasión. Y la pasión, alimenta el sentimiento.
Se reprime por miedo. La represión genera más inseguridades, que destruyen cada pulsión emocional. Estas pulsiones son las que nos llevan a la acción, a la decisión o al pánico. Y el pánico paraliza. La parálisis deja espacios en blanco. Los espacios en blanco son vacíos. Los vacíos, principalmente los del alma, provocan inseguridades. Y aquí vamos de nuevo: la inseguridad nos reduce a pensar qué haremos con nuestros sentimientos. Y cuando uno piensa en lo que siente no lo deja salir, única y exclusivamente por cobardía.

Reducir a palabras lo irreducible del alma.

De nuevo aferrarse a un libro para escapar de una realidad abrumadora, de una vida ultrajada con estupideces y sentimientos superfluos de un mundo que no entiende nada. Otra vez una depresión hunde a alguien, una muerte seca un alma, un amor no correspondido quiebra a una persona. Ocurre todos los días, al igual que caperucita vuelve a visitar a su abuela cada vez que alguien repasa su historia.
Cada libro, cada poesía, cada palabra escrita es un círculo vicioso, un ciclo infinito de una misma historia que se vuelve a repetir una y otra vez, pero de diferentes formas, dependiendo de la imaginación de quien lo lee. Así, el indómito círculo se vuelve red, se transforma y se expande, como un árbol. Pero más allá de cómo se construyan y se destruyan las historias en nuestras cabezas, las raíces siempre serán las mismas, casi como nuestros problemas de la vida cotidiana.

Escritura automática I

Encarar las relaciones cada vez con más antipatía parece ser una condición fundamental para mi desarrollo vital. Encarar, sí. Pero dejando un espacio entre cara y cara. Más bien sería bracear o algo así, con alguna extremidad, con algo de distancia, no con la cara; por eso está mal decir que encaro. No encaro nada, quizás me perfilo, pero no encaro. Encarar es de gente segura. Yo, en estos casos, no tengo idea de nada. En la vida yo sí que encaro. En cambio, en las relaciones, me perfilo. Miro desde un micropunto perdido en el cosmos. Miro el horizonte (horizontal, vertical, zigzagueante, verde, violeta, naranja, no, todo azul, veo azul) y veo que todo parece lindo entonces miro y veo, ya lo dije, lo repito porque no sé qué más decir, porque no hago más nada. Soy una espectadora. Mientras tanto la vida transcurre, el tiempo transcurre, vos transcurrís y decidís y hacés y deshacés porque sos libre, sos libre de hacer y decir y crear y construir cuanto se te ocurra acá, en mi Universo, porque yo soy así y me dejo llevar, quizás demasiado ciegamente (paradójico, porque ya dije que lo único que hago es mirar) y a veces camino, camino derecho y vos cavaste pozos, me hiciste una fosa enorme y yo no la veo, porque miro para adelante, pero demasiado adelante, miro (si es que es posible) con la punta de mi nariz, no con los ojos como todos ustedes. Yo no veo lo cercano, no veo el piso, mi mirada está allá: en el cielo, en el futuro quizás, en lo macroscópico, lo gigante, la inmensidad del ser, del espacio, del tiempo, de lo que soy y lo que fui y lo que seré y no. No veo que planeaste todo lo que pasó a mi alrededor. Perdón, no lo veo. Es que me pienso que todos son como yo y que estamos mirando para arriba y que todo pasa y nos pasa. Pero no, vos construiste y derribaste a mi alrededor y yo pensé que eso era "el transcurso". No distingo entre el curso natural y el curso creado ¿Hay curso natural? En estos casos quiero creer que sí porque yo me siento un cuerpo inerte que flota en él, que no sabe, que no decide. Me imagino este transcurso como un espacio infinito, de agua o de aire, como un río, pero infinito y de aire o quizás de agua en el que floto por el aire o tal vez en agua y todo es azulvioleta, ese color que me gusta tanto, que mezcla la noche con la profundidad y que yo siento que es el color de la mente cuando piensa. Entonces decía: me imagino el espacio azulvioleta indefinido e infinito y un aura a mi alrededor, como un campo magnético o como las ondas sonoras, expandiéndose desde mí hacia la nada misma o hacia el todo mismo, no sé, eso no lo sé. Y yo, vagando, flotando, y todo lo que pasa y todos los que pasan y todo, todo, convertido en órbitas y orbitales, girando a mi alrededor, cambiando repentinamente mi rumo, interponiendo o facilitando mi camino, depende. Son los otros los que me deciden, yo no entiendo nada. Y si tengo los ojos cerrados veo mejor, y no hablo, no opino porque no entiendo, yo floto, f-l-o-t-o. Nada más. Pueden hacer conmigo lo que quieran. Así siento mis relaciones, con poquísima congruencia, sin entendimiento lógico, con mucha imaginación, colores y libertad.

Objetivo.

desestructurar las estructuras primordiales del círculo correlativo de la vida
(pésimo
asqueroso
hundido tan al fondo que se hace pantano y luego muerte)


Vivir estallando, creando, sintiendo. Con el orgasmo a flor de piel, el grito salido del pecho, los demonios peleando en la garganta, la sangre hirviendo. Vivir con pasión, desde siempre y hasta el fin de los días. Porque perder la pasión es empezar a morir. Y porque un beso no se le niega a nadie.

Retorcerse y liberarse.

Contorsionás los músculos y no entendés por qué hay partes de tu cuerpo con las que nunca sentís. Y pensás si con el alma pasará igual.
De tan poco uso habrá alguna parte de tu cerebro adormecida, habrá algún músculo atrofiado, habrá alguna neurona quemada, habrá tiempo desperdiciado, habrá nervios sin explotar, habrá placer que no supo ser.
Habrá de todo, ¿habrá tiempo para descubrir lo que aún no hemos descubierto?

El violeta oscuro cubrirá como una bella sombra, como un manto de eternidad, toda la luz blanca del mundo ficticio. Vos te vas a estar bañando en letras.
En ese momento, hundido, fluyendo, te vas a dar cuenta que la profundidad es más profunda de lo que pensaste siempre. Te vas a percatar de que no hay estructuras, ni fórmulas para las cosas que hacemos, sentimos y padecemos día a día. Las teorías, los supuestos, los ideales y los estandartes son inaplicables en la vida real. No se los encuentra en ningún lado ni se los van a encontrar nunca.
Te vas a dar cuenta que cada uno ve como quiere, entiende lo que quiere y sabe lo que aprende por sí mismo. Vas a entender que todos saben hablar, saben poner en palabras perfectas la forma perfecta de ser y de estar, pero que nadie, absolutamente nadie, pudo alguna vez poner en práctica al pie de la letra todo lo que dijo.
Y entonces, solo entonces, sabiendo que no hay que encajar la vida en ninguna estructura y que no hay una forma esencial y única de hacer las cosas, vas a ser capaz de ejercer tu libertad. No estoy diciendo que vas a ser libre. No. Estoy diciendo que vas a ser capaz de intentarlo. 

Rock fuerte II

Hoy estamos más vivas que nunca. Hoy sentimos la sangre galopando en nuestras venas, sentimos esa presión en el pecho pidiendo un poco más de humo y sentimos las cosquillas en las partes más lindas del cuerpo. 
Queremos rebotar, entrar y salir, gritar. Queremos agitarnos más, quedarnos sin aire para robárselo a otro y amar. Amar la vida, amar el placer de los ojos entrecerrados y la risa espontánea. Amar la violencia específica del sexo y la sensualidad de arrancarse la ropa y morderse. Amar hasta desangrarse. Amar porque no importa nada más que la pasión de sentir, de disfrutar, de borbotar ganas, felicidad y sentimiento.
Hoy estallamos. Hoy nos dimos cuenta que somos seres llenos de poder, de fuerza, listos para destruir y volver a crear. Queremos decaer y repuntar una y mil veces, queremos aprender. Somos insaciables, necesitamos más y más, todo el tiempo y a toda hora. Somos adictas. Adictas a todo aquello que conlleve fulgor, voracidad, elevación.
Nos gusta despedirnos de la tierra de vez en cuando, subirnos a una nube o a otro cuerpo y empezar a disfrutar de la abstracción. No sabemos lo que hacemos y sin embargo no nos arrepentimos de nada. La corriente nos arrastra cada vez con más violencia, pero se siente tan bien que creemos ser incapaces de aferrarnos a algo para no seguir naufragando. Al fin y al cabo, ¿qué tiene de malo vagar de por vida? Todo el que puso el ancla en algún lado se terminó arrepintiendo y se volvió al mar para dejarse morir. Nosotras no somos así. En algún momento entendimos que nadie es eterno y que cualquier camino te lleva a la muerte, así que mejor disfrutar estos días, vivir, sentir, volar,
amar.

Y no desperdiciar ni un segundo en algo que no valga la pena.