{érase una vez la historia de un señor que paseaba con su nieta todas las tardes. Ella lo acompañaba siempre a hacer los mandados a cambio de que, al llegar a casa, él juegue media hora con ella. El señor mostraba a la niña árboles y pájaros y la instruía en sus clases y nombres. Un día, el señor confesó a la niña que el Sauce era su árbol favorito. El tiempo pasó, el señor se fue de alma. Y la niña creció ya sin su compañía. Hasta hoy, que por un rato, lo volvió a sentir.}
¿Cómo estás?
(ésto es todo lo que yo te hubiese respondido):
En este momento, estoy enrollada, hecha un bollito entre un tumulto de ropa que tiene un perfume especial -bufandas, campera, frazada, etc.-, deseando con un fervor especial que mis ojos se cierren y mi cuerpo empiece a flotar. Necesito dormir profundamente por unas horas. Y no lo necesito por cansancio, sino por el placer de dormir, de enroscarme, de calentarme.
Estoy introspectiva. Hoy, viernes, apenas salí del colegio me puse música y caminé hasta mi casa, pensando. Comí sola y sin ruido. Y ahora estoy acá, escribiendo, transfigurando mis realidades subjetivas. No quiero romper este ámbito. No quiero ver a nadie, quiero quedarme acá, tranquila, con Spinetta de fondo. No quiero interrumpirme, ni a mí ni a mis pensamientos doblados y confundidos. Quizá esté bastante abrumada, sí, pero sin embargo estoy bien así.
Estoy cuestionándome. En realidad, más que un cuestionamiento es un desciframiento. Tengo muchas cosas escondidas de mí misma. No quiero sacarlas a la luz ni entender nada, simplemente me alcanza con saber por qué me hago constantemente lo mismo, por qué necesito lo que necesito o por qué creo necesitarlo. Estoy confundida. Pero repito, estoy bien.
No quería espantarte, no quería que no entiendas o que pienses que quiero que me entiendas y que me digas algo al respecto. Yo sólo te contestaría tu pregunta, pero me da más miedo serte cien por ciento sincera que serte simple. Así que prefiero no darte vueltas, no decirte que estoy confundida, enrollada, introspectiva pero bien. Si, al fin y al cabo, la contestación apunta a lo mismo. Da igual si te digo todo eso o si sólo respondo lo que te respondí (Bien, ¿y vos?).
Paz-ciencia.
No entiendo nada de nada, no puedo ordenar las ideas enmarañadas en mi cabeza.
Cada vez que cierro los ojos se me viene el mundo encima, siento los rebotes de mi pierna ansiosa durante toda la mañana, siento mi espalda curvada esperando colectivos, siento la nuca vacía, fría, azotada por el viento, siento fluir con comodidad a la sangre en mis piernas por primera vez en todo el día.
¿Cómo no caer en un profundo sueño? ¿Cómo no dormir, un rato o para siempre? ¿Como evitar tener ganas de perecer en la negrura abismal del ensueño, donde no se siente nada ni se piensa en nada? Despierta me duele el alma y el cuerpo no se detiene. Con los ojos cerrados me duele el cuerpo y a la mente le cuesta detenerse. Dormida... Sí, dormida parece ser la solución, dormida sólo vivo lo que sueño, no siento, arriesgo y no pierdo. ¿Qué puede pasar, si sólo es mi mundo de deseos reprimidos? ¿Quién me va a recriminar que hice algo mal en mis propios sueños? ¿Por qué la vida no puede ser así, que tengo que andar cuidándome de lo que dicen, lo que ven y lo que hago con mi vida?
Tengo ganas. No sé bien de qué, sólo sé que para saciarlas falta mucho. No aguanto más este año de mi vida, me están ahogando las cosas que tengo guardadas. Necesito que pase tiempo, olvidar, dejar ser, que fluyan ciertas cosas hasta desintegrarse. Que no me persigan más los recuerdos de un pasado para nada lejano, del que me arrepiento desde el fondo de mis entrañas, por haber perdido el tiempo, por haberme mentido, por haberme sometido, por haberme atado. Ya no más. Ahora sólo me queda la culpa de haberme hecho tanto daño.
Es cuestión de esperar, de tenerle paciencia a la vida.
Es cuestión de esperar, de tenerle paciencia a la vida.
Rústico.
Rústico. No hay palabra más adecuada para definir esto. Me agrada.
Al igual que el perfume que me quedó en el cuello.
![]() |
La corteza de una gran historia, quizás. O de otra derrota más. |
Tiempo al tiempo, tal vez. O sentir, de una vez por todas. Dejarse llevar. Ir.
¿Alguien más pensará así?
¿Alguien más creerá que con que fluya, alcanza?
¿Alguien más pensará así?
¿Alguien más creerá que con que fluya, alcanza?
Paseo por el barrio de una ezquizoide.
Casi llegando a la casa de mi vecina Berenice. Buena niña, si las hay. Y los naranjos otra vez, que veremos con más detalle en la próxima fotografía. |
Esta es mi fotografía favorita. No voy a volver a explicar por qué. |
Pareja caminando por Monteverde. Si observan bien, la chica es más alta que el chico. Jajajaja. |
Visión transversal de la calle Bermúdez. (tomada desde la intersección con Monteverde) ¡Tanto cielo, y mirá vos cómo te encerraste! |
Qué cielo, qué árboles. Lástima que también hay edificios y cables arruinando mis paisajes. |
Bella esquina de Debenedetti. Fotografía tomada debajo de los naranjos, hacia la casa azul, bella, feliz, d i f e r e n t e. Rompe la monotonía sin culpa. La destroza. |
Pará que me pongo el moño.
Qué fácil debe ser conocerme. Si leés estas páginas, sabrás cómo soy, quién soy y por qué.
¿Qué más querés? Estoy regalada.
¿Qué más querés? Estoy regalada.
Dormir en vos.
Si usás una musculosa, nene, me voy a enamorar, porque me gustan los hombros, la piel tersa de esa singular parte del cuerpo, restregar mis mejillas y descansar entre ellos y tu cuello.
![]() |
Esta soy yo durmiendo en tu cuello. |
Te siento de manera muy natural, como la tierra, como tu piel. Una música tenue nos decora, nuestros cuerpos son adornados sólo con sábanas, fiel expresión de de lo que somos.
Vení. Vení, que te hago fuego para incinerar mis ganas, te hago peldaño de mi escalera al cielo.
Me generás un deseo enorme, ganas, sensaciones. Quiero verte, oírte, sentirte y revolotearte de vez en cuando, fluirte, volarte, llenarte de ganas a vos también.
Dejame ser y, tal vez, pueda llegar a ser cualquier cosa que hayas deseado. Porque tengo todo para vos, mientras no me pidas nada que yo nunca haya podido entender: no me pidas que cambie, porque yo no cambio, yo me transformo; no me pidas que abandone nada, porque yo no sé restar, sólo sé acumular; no me pidas tiempo, porque yo no te puedo dar el mío; no me pidas oportunidades, porque hay por todos lados. Pero pedime, que tengo, paz y una violencia etérea al mismo tiempo, calma para disfrutar y energía para derrochar. Tengo versos y jadeos, ojos para hacer y manos para ver, tengo prudencia y tengo improvisación, tengo ganas, igual que vos.
Vení. Vení, que te hago fuego para incinerar mis ganas, te hago peldaño de mi escalera al cielo.
Me generás un deseo enorme, ganas, sensaciones. Quiero verte, oírte, sentirte y revolotearte de vez en cuando, fluirte, volarte, llenarte de ganas a vos también.
Dejame ser y, tal vez, pueda llegar a ser cualquier cosa que hayas deseado. Porque tengo todo para vos, mientras no me pidas nada que yo nunca haya podido entender: no me pidas que cambie, porque yo no cambio, yo me transformo; no me pidas que abandone nada, porque yo no sé restar, sólo sé acumular; no me pidas tiempo, porque yo no te puedo dar el mío; no me pidas oportunidades, porque hay por todos lados. Pero pedime, que tengo, paz y una violencia etérea al mismo tiempo, calma para disfrutar y energía para derrochar. Tengo versos y jadeos, ojos para hacer y manos para ver, tengo prudencia y tengo improvisación, tengo ganas, igual que vos.
Nena, nena...
Buenas historias, si las habrá habido. Buena historia. Buena historia la nuestra.
Érase una vez una chica que estaba bien. Un día, como para desestabilizarle la vida, apareció en su mundo un pequeño -pequeñísimo- ser de ojos color cielo de abril. Fue en abril, de hecho. ¿O fue en mayo? No, no. Fue en abril. Volviendo al tema, resulta que este pequeño ser irrumpió la quietud emocional de la muchacha para regalarle tiempos de paz y de amor, tiempos de cosquillas en las pestañas, de besos húmedos. De felicidad, simplemente.
Y la llenó de cosas que nunca había conocido, la llenó. Sí que la llenó. Como pudo, con lo que pudo. Pero lo hizo.
Fueron días en que ella no se dio cuenta del paso del tiempo, hasta que el ensueño le cayó encima, en forma de preguntas indescifrables como "¿qué somos?" y "¿qué vamos a hacer?". Ella nunca había estado pendiente, nunca había pensado, si quiera, en la posibilidad de una relación. Fue por eso que cuando él le habló de eso, la niña corrió espantada entre calles desiertas, pidiendo que la dejen ser, que de a dos o de a muchos o de a uno era lo mismo. Creyó que de esa forma el pequeñísimo ser se espantaría, o se daría cuenta que ella no lo apreciaba, no lo amaba lo suficiente como para atarse a él.
Pero no. El pequeño siguió insistiendo, jurando amor y prometiendo felicidad, excusándose en su dolor y pidiendo oportunidades para hacerla cambiar de parecer.
Boba, pequeña boba, débil. Cedió, a pesar de saber bien que ese chiquitito no era para ella. Creyó que importaban más los momentos de felicidad que los de vacío, creyó que si se quería construir, se debía luchar. Pero parece que él no veía las cosas de tal forma.
Luego de un tiempo -corto, cortísimo-, cuando ella ya se había adaptado a caminar de a dos, algo sucedió.
Una revolución interna en el ser pequeño cambió las cosas. El niño se aburrió, o se asustó al descubrir verdaderamente a la persona que tenía al lado. O, quizá, sólo se sintió mal. De una forma u otra, se rindió. Y, sin dejar explicaciones válidas o coherentes, se marchó.
Ah, pequeña niña, te creíste encantos de mentira otra vez, de gente cobarde que no sabe ver, no sabe sentir ni creer. Si sabías que iba a terminar así ¿por qué quisiste seguir? Sabías que nunca llegarías a ser feliz, no así. Pero bueno, es obvio ¿o no? Te pone triste ver a los demás tristes por vos, no ibas a poder soportar verlo llorar por decirle que no. Preferías adaptarte, cambiar, antes que ver al pequeño ser obligado a marcharse a duras penas.
Bueno, nena, por haber creído y cambiado, así te fue. No lo hagas más, nena, que no hace falta cambiar nada para ser amada. No te olvides de eso. Sos como sos, no tenés la obligación de hacer feliz a nadie más que a vos misma. La próxima vez, pensá en tu vida y después en el cambio. Que no siempre es fácil, no siempre es placentero, pero fundamentalmente, no siempre es necesario.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)