Se abrió la jaula, se voló el pájaro.

Busqué formas de hacerle entender que éramos parte de un proceso natural, que todo cambia, que nada es para siempre... Pero no me entendió. Lloró desconsoladamente durante toda la charla, hasta vaya uno a saber qué hora, porque yo a medianoche me fui, rendida y un poco decepcionada. Pensé que me iba a entender. ¿Yo qué iba a saber que iba a reaccionar así? Desde el momento inicial de esta locura, estaba claro que yo en algún momento me iba a ir, sea o no por causas naturales.
Esa tarde nos amamos como nunca antes. Me dijo cosas lindas al oído. Y me repitió que me amaba. Tomamos mates y hablamos y lloró hasta que la hora se me vino encima y me dí cuenta que era el momento de irme, para no volver jamás.
Le expliqué mi situación, sólo porque me pidió que lo haga, porque, él pensaba, merecía saberlo. Le dije que me había cansado. Estaba agotada de la vida, del lugar, de la gente, del mundo. Respondió que él no tenía la culpa, que no podía abandonarlo así. Tenía razón, pero si quería irme, debía dejarlo. Jamás lo haría tomar una decisión tan drástica como la que había tomado yo, de dejar todo lo conocido atrás, de enfrentarse a algo tan inconcluso, de irse tan lejos. Yo no tenía ni una certeza y sin embargo eso fue un impulso más a hacerlo. Quería. Me gustaba la idea.
Me dijo que me amaba y le contesté que yo también lo hacía, con toda mi alma, mi ser, mi pasión. Que él había sido el único, pero que se había acabado. Me hizo sentir realmente mal. Sus persistentes lágrimas me abrumaban y me hacían perder la objetividad, haciendo que, por momentos, me arrepintiera de lo que estaba haciendo. Sentí que no me tendría que haber despedido. Simplemente tendría que haberme ido.
Salí de la casa. Su dolor me había marchitado un poco, así que me fui y lo dejé llorando, pero sabiendo que en algún momento lo superaría. Caminé derecho sobre la calle de las bajadas y llegué hasta el Río de la Plata.  Siempre había querido terminar ahí.
Saqué el arma y con un último pensamiento, me maté. La frase "soy libre"  fue lo último que resonó en mi cabeza.

Mi alma no descansa nunca.

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